Rachel Cusk - Desfile

viernes, 5 de septiembre de 2025



► Título original: Parade
► Traducción: Catalina Martínez Muñoz
► Año: 2024
► Edición:  Libros del Asteroide (2025)
► Páginas: 184


Que Rachel Cusk (Canadá, 1967) es una de las escritoras contemporáneas más prodigiosas del panorama literario es una idea que comenzó a fraguarse en mi mente cuando se publicó el primer volumen del tríptico que forman A contraluz (2014), Tránsito (2016) y Prestigio (2018), momento en el que quedé totalmente estupefacto ante tal derroche de originalidad estructural y proeza estilística. Desfile, su más reciente trabajo, no viene sino a confirmar que Cusk continúa en la cúspide de su creatividad narrativa y que adentrarse en su literatura supone practicar un salto de fe hacia territorios revestidos de familiaridad, pero que observamos con una perspectiva inédita. Cusk es epítome de experimentación, inconformismo e intelectualidad narrativa y su prosa presenta siempre un desafío similar al de escalar una montaña en cuya cima aguarda la esperanza de una recompensa. Quizá preguntarse de qué va esta novela sea una cuestión absolutamente banal. Quizá sea la clave que le da sentido a todo. Y es precisamente esa ambigüedad, esa carencia de asideros y lugares seguros, lo que confiere a la artesanía de Cusk una categoría de excepcional superioridad.

Como si de un puzzle se tratase —uno donde la imagen a reconstruir parece imposible de vislumbrar al principio—, Desfile está dividida en cuatro partes que tendremos que encajar para resolver la incógnita que descansa en las profundidades de la novela: ¿quién es G? En la primera parte, G es un artista que un día decide pintar sus cuadros del revés. A pesar del éxito y el aplauso de la crítica, su esposa empieza a sentirse contrariada al ver su propio rostro invertido en el lienzo, lo que suscita una tensión y un desdoblamiento que desembocan, sin relación de causa aparente, en un acto de extrema violencia. G es también una pintora que se marcha de casa para emprender una nueva vida. Sus obras cosechan un caudal de elogios, pero también la desaprobación de su marido, creando así un clima doméstico tan incómodo como fatídico. Más tarde, G se presenta como un director de cine que trata de reconciliar el vínculo con su madre recién fallecida. Sumido en dolorosos recuerdos, meditaciones y súbitos estallidos de lucidez emocional, G reflexiona sobra una relación marcada por la privación de amor. 

G es, en definitiva, un personaje que contiene multitud de personajes, un sujeto fluido y en constante evolución que Rachel Cusk utiliza como recipiente para volcar extraordinarias reflexiones sobre la identidad, la maternidad, las dinámicas de poder, las diferencias de género, la feminidad y la creación artística entendida como un sometimiento a la tiranía de la subjetividad. En un punto determinado de la novela, un grupo de individuos relacionados con el mundo de las artes conversan alrededor de una mesa sobre la carrera de G, sobre el impacto de su obra, sus ramificaciones y su posible significado. Y es entonces cuando uno se pregunta hasta qué punto cada uno de nosotros es dueño de su propio relato, si nuestra historia es un conjunto finito y concreto de experiencias determinadas, o si, por el contrario, no somos más que el producto de la imaginación defectuosa de los demás.

Lo que más me fascina de las novelas de Cusk, y ese es un rasgo que palpita con más fuerza que nunca en Desfile, es su incapacidad para aferrarse a una sola interpretación. Creo que, sea cual sea el sentido de lo que cuenta la autora, el simple hecho de navegar las páginas hace que la travesía merezca la pena y es por eso que nunca me cansaré de invitar a la gente a que se suban al barco de Cusk. A pesar de que las conexiones entre las distintas partes de la obra son más bien opacas, cada una de las iteraciones de G me ha parecido más vibrante y repleta de aristas que la anterior, manteniendo mi interés en todo momento por continuar una lectura tan asombrosa como provocativa que cabalga a lomos de una prosa exquisita, rotunda, pulida, con cada elemento de la misma minuciosamente cincelado en su sitio. No es Desfile, ni por asomo, una obra de fácil acceso, pero para aquellos aventurados que busquen un reto, en la literatura de Rachel Cusk podrán encontrar una galería inagotable de pinturas rocambolescas, ansiosas por ser miradas. 


«Una artista se casa con un artista porque ve sus propias ambiciones reflejadas en él. Cree que como él es artista le permitirá serlo a ella: cree que es el único que la comprenderá. Pero un artista quiere una esclava, y cuando se casa con una artista consigue el premio doble de una esclava que lo considera un genio.»


★★★★☆

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