Meg Wolitzer - La buena esposa

martes, 20 de noviembre de 2018



Título original: The Wife
Traducción: Enrique de Hériz
Año: 2003
Edición: Alba Editorial (2018)
Páginas: 272


Joan Castleman viaja a bordo de un avión rumbo a Helsinki cuando decide, tras más de cuarenta años de matrimonio, que va a abandonar a su marido, un célebre escritor norteamericano que se dirige con ella a la capital finlandesa para optar a uno de los premios literarios más prestigiosos del mundo. Harta de ejercer el papel de esposa complaciente, Joan rememora los puntos culminantes de una vida en común marcada en todo momento por la meteórica trayectoria profesional de Joe, a quien la clamorosa falta de talento no le ha impedido forjarse una reputación a la altura de los más grandes autores de su tiempo. 

Bajo esta sensacional premisa, Meg Wolitzer (Nueva York, 1959) construye una de las novelas más contundentes y rabiosamente divertidas que se han escrito sobre la íntima rivalidad del matrimonio. La voz de Joan Castleman, afilada como la hoja de un hacha, se erige sobre los oscuros episodios de su relación con Joe —a quien conoció cuando era profesor suyo en la Universidad— para denunciar la enfermiza dinámica de una sociedad patriarcal que impulsa la mediocridad masculina mientras aplasta la despampanante creatividad de las mujeres.

Así, gran parte de lo que ocurre en la novela de Wolitzer viene a señalar, a través del sardónico filtro de su narradora, las desmoralizantes consecuencias de llevar una vida a la sombra. Joan, ingenua e impresionable en su juventud, se deja seducir por las cautivadores clases de literatura que imparte Joe. Poco a poco, Joan perfecciona su técnica narrativa, desarrollando un estilo propio y con personalidad que la ayuda a ver claramente las embarazosas carencias de su mentor. De forma tímida pero reveladora, Joan se va abriendo paso en el círculo literario de la universidad, lo suficiente como para llegar a escuchar el estremecedor testimonio de una escritora ya publicada que la insta con energía a desistir de sus aspiraciones literarias. 

Con el paso del tiempo, ambos, profesor y alumna, se embarcan en una relación adúltera que significará para Joan el abandono de sus estudios, así como la huida precipitada hacia un futuro incierto y, ante todo, inhóspito. A pesar de la tenacidad y el espíritu de sacrificio de Joan, es Joe quien termina dando el campanazo con su primera novela, cuyas extraordinarias ventas terminan propiciando el salto a la fama de su autor. A partir de ese momento, Joan se convierte en un mero satélite que gira alrededor de la voluntad de su marido, quedando relegada al poco agradecido papel de esposa benévola que, como tanta otras que encuentra a lo largo de su vida, debe ignorar los continuos y apenas disimulados affaires de su marido o la desatención de sus responsabilidades paternales. 

Escrita desde la más supurante frustración (hay látigos menos lacerantes que algunos párrafos de este libro), La buena esposa es una novela completamente absorbente que te mantiene atrapado hasta su inesperada conclusión. Sobresale además la excepcional caracterización de sus personajes y la descripción tan certera que hace Meg Wolitzer de un anquilosado y recalcitrante ambiente literario. Haciendo gala de una deslumbrante inteligencia narrativa, Wolitzer se aproxima con cautela, pero sin aminorar nunca el paso, a las lóbregas profundidades de un matrimonio en el que una vez hubo amor, pero del que ya solo quedan rencor, reproches y necesidad de venganza. El lento deterioro de la relación, así como los corrosivos mecanismos que lo ponen en marcha, queda registrado en este libro explosivo que se encuentra sin ninguna duda entre los mejores que podréis encontrar este año.


«Todo el mundo sabe cómo permanecen las mujeres al pie del cañón, cómo inventan planes en sus sueños, recetas, ideas para un mundo mejor, y luego los pierden cuando se acercan a la cuna en plena noche, o de camino al supermercado, o en el baño. Los pierden mientras alisan el sendero por el que sus maridos y sus hijos trotarán serenamente toda su vida».


PUNTUACIÓN: ★

Lisa Halliday - Asimetría

martes, 13 de noviembre de 2018



Título original: Asymmetry
Traducción: Berta Monturiol
Año: 2018
Edición: Alfaguara
Páginas: 320


Asimetría, la primera novela de Lisa Halliday, es un impactante ejercicio de originalidad literaria que desafía la capacidad del lector para mantenerse a flote en un mar de turbias aguas narrativas. Quien busque asideros y terrenos conocidos en el fascinante debut de Halliday, que deje de perder el tiempo: ninguno de los tres actos en los que se divide la novela guarda semejanzas reseñables entre sí. No obstante, como no podría ser de otra manera, existe una profunda conexión subyacente que los mantiene estrechamente relacionados y refuerza su entidad unitaria. Cuáles son los términos de esa unidad es una incógnita que permanece oculta hasta el final de la historia, si bien es continuamente insinuada a quien sepa recoger las migas esparcidas por Lisa Halliday a lo largo del relato. 

«Insensatez», la primera de estas tres piezas, tiene como protagonista a Alice, una ingenua asesora editorial de veinticinco años que se embarca en una relación amorosa con Ezra Blazer, escritor de renombre, mucho mayor que ella, y que a todas luces parece un trasunto literario del mismísimo Philip Roth. Desde el primer momento, Ezra se aprovecha del carácter impresionable de Alice para imponer su voluntad en una relación desigual donde Halliday, con extrema pericia, pone de manifiesto los asimétricos mecanismos de poder a los que se ve sometida la joven. 

Como en el cuento de Carroll, Alice atraviesa una tenebrosa madriguera de conejo hacia un país en el que abunda de todo menos las maravillas, renunciando por el camino a sus aspiraciones profesionales y su satisfacción personal hasta dar con una existencia vacía y monótona donde las horas se deshacen entre interminables partidos de béisbol, pornográficas sesiones de fotografía y un running gag que se repite hasta la extenuación. Sin apenas proponérselo, Alice se ve absorbida por el ajetreo vital de Ezra: sus tratamientos médicos, sus declaraciones en prensa e incluso los entresijos pasados de su vida personal... todo lo que mana del escritor, consolidado ya en una esfera de la que Alice se esfuerza por formar parte, acaba eclipsando cualquier tentativa de alterar la dinámica en la que se hallan inmersos.

En «Locura», tanto el tono como el escenario de la novela se ven sacudidos por un giro radical. Aquí Halliday nos pone en la piel de Amar Yaafari, un ciudadano estadounidense de origen iraquí que es retenido en el aeropuerto de Heathrow cuando se dirigía a una cita en Londres con un amigo suyo. Mientras responde una y otra vez a las insidiosas preguntas de los agentes de inmigración, Amar rememora algunos episodios de su infancia y juventud, transcurridas a caballo entre la opulencia relativa del sueño americano y la cruda realidad de un país acribillado por la guerra. Por medio de elaboradas y contundentes reflexiones sobre temas como política, medicina, religión y ética, vamos descubriendo en Amar a una persona profundamente cultivada y comprometida con las causas sociales, un individuo inteligente, despierto y moralmente responsable que, no obstante, no consigue escapar de los prejuicios derivados de algo tan arbitrario como su origen.

La tercera y última parte, titulada «Los discos de la isla desierta de Ezra Blazer», emula un conocido programa de entrevistas en el que, por fin, aunque de manera velada, se ponen de manifiesto los hilos invisibles de la novela, permitiendo que nos adentremos en la extraordinaria estructura narrativa orquestada por Lisa Halliday a lo largo de Asimetría

Por sí sola, la proeza técnica de Halliday resulta cuando menos admirable. Las cuestiones que plantea sobre el proceso de creación literaria, los límites de la imaginación y la capacidad del escritor para recrear conciencias ajenas sin perder ni un ápice de credibilidad son, igualmente, dignas de elogio. Sin embargo, no soy capaz de afirmar que he disfrutado con la lectura de Asimetría. Estamos ante uno de esos casos en los que la torpe ejecución de la obra deslustra la idea sensacional que hay tras ella. La inconsistencia de temas y voces narrativas presentes en Asimetría ha lastrado en gran medida mi implicación con los personajes y con las historias que cuentan, aun cuando percibía entre el denso follaje que es la prosa de Lisa Halliday destellos aislados de erudición estilística. A pesar de todo, no me arrepiento de haber apostado por este libro. Creo que es una propuesta arriesgada, valiente, fresca e innovadora, aunque ofrezca una sensación de conjunto algo insatisfactoria, como de proyecto inacabado, sin rematar. No hay duda de que Lisa Halliday es una escritora de grandes recursos, una voz prometedora a la que no voy a perder de vista, por más que mi primer contacto con ella haya estado ensombrecido por todo tipo de claroscuros.


«Pero incluso alguien que se gane la vida con la imaginación al final está siempre sometido a una misma limitación: puede ver en el espejo el tema que prefiera, desde el ángulo que más le guste; incluso puede mirar y quedarse fuera del cuadro, que es lo mejor para desnarcisar la mirada; pero no puede soslayar que siempre es él quien sostiene el espejo».


PUNTUACIÓN: ★

Jesmyn Ward - La canción de los vivos y los muertos

jueves, 8 de noviembre de 2018



Título original: Sing, Unburied, Sing
Traducción: Francisco González López
Año: 2017
Edición: Sexto Piso (2018)
Páginas: 260


Con su tercera novela, Jesmyn Ward (1977) ha logrado la proeza de convertirse en la primera persona que recibe por segunda vez el National Book Award, premio que quizá sea el más importante que se concede en Estados Unidos a nivel literario. Ya lo obtuvo en 2011 con Salvage the Bones —Quedan los huesos, (Siruela, 2013)— y desde entonces parece que Ward no ha hecho más que sumar miembros a ese coro de adeptos que ahora alaban La canción de los vivos y los muertos. En esta ocasión, por desgracia, me veo a mí mismo como la nota discordante. 

La novela de Ward, bebedora de influencias como William Faulkner o Toni Morrison en su agria descripción de la Norteamérica sureña, nos presenta una historia ciertamente desgarradora que gira en torno a una familia desestructurada: Jojo, de 13 años, vive en casa de sus abuelos maternos junto a su hermana menor, Kayla, un bebé que apenas articula palabra pero vomita mucho a lo largo del libro, y su madre, Leonie, una chica negra, esnifadora ocasional de cocaína y poco probable candidata a progenitora del año, que cometió la torpeza de caer rendida ante los encantos de Michael, un chico blanco que actualmente cumple condena en la cárcel. La abuela de Jojo, enferma de cáncer, domina las conversaciones y los silencios de los personajes como el incesante presagio de una catástrofe. A su vez, Pa, el abuelo de la familia, carga sobre sus hombros, no solo con casi todas las responsabilidades domésticas, sino también con un pasado trágico y un secreto desolador. 

Ante la inminente puesta en libertad de Michael, Leonie, espoleada por su apremiante necesidad de reencontrarse con el padre de sus hijos, emprende un tumultuoso viaje por carretera al que se suman los fantasmas de Given, un hermano de Leonie que fue asesinado impunemente, y de Richie, un niño que compartió estancia en la penitenciaría de Parchman con el abuelo de Jojo. Jesmyn Ward se sirve de este surrealista periplo para abordar el candente conflicto racial enraizado en la historia de Estados Unidos. Desde los abusos y las vejaciones sufridos por Pa en prisión cuando era joven, donde permaneció durante años sin haber infringido ninguna ley, hasta la persecución y el rechazo que padeció Leonie por atreverse a mezclar su sangre con la de un hombre de distinta raza, la novela de Ward pone de manifiesto los distintos grados de brutalidad a los que deben hacer frente los miembros de la comunidad negra en un mundo que los blancos han hecho a su medida. 

Contra la injusticia y la parcialidad, los personajes de La canción de los vivos y los muertos se encomiendan a la tradición, la memoria, el linaje, la pervivencia de las costumbres. Los cadáveres regresan, no solo para acosar a los vivos con su presencia, sino para ayudarles a encontrar fuerza interior en momentos de crisis. La novela de Ward es una catarsis continua que, no obstante, adolece de una desalentadora falta de tensión narrativa. Los toques de realismo mágico que Ward imprime a la novela son los momentos de mayor lucidez y resonancia estilística en una obra que, por lo demás, se caracteriza por una alarmante inanidad. La canción de los vivos y los muertos recuerda de forma clamorosa —y no muy agradable— a Beloved, libro del que tampoco disfruté demasiado y de cuya sombra la novela de Ward no ha podido escapar. Si bien soy capaz de advertir las buenas cualidades del libro, su lectura se me ha hecho tediosa, ardua, estéril e insatisfactoria. Todo lo que justamente no busco en una novela.


«Vio más allá de la piel color café solo, de los ojos negros, de los labios ciruela, y me vio a mí, a mí. Vio la herida andante que yo era, y vino a ser mi bálsamo».


PUNTUACIÓN: ★★

 
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