► Título: We Were Liars
► Autor: E. Lockhart
► Saga: -
► Año: 2014
► Editorial: Delacorte Press
► Páginas: 240
► Precio: $ 17.99
Opinión
► Autor: E. Lockhart
► Saga: -
► Año: 2014
► Editorial: Delacorte Press
► Páginas: 240
► Precio: $ 17.99
A beautiful and distinguished family.
A private island.
A brilliant, damaged girl; a passionate, political boy.
A group of four friends—the Liars—whose friendship turns destructive.
A revolution. An accident. A secret.
Lies upon lies.
True love.
The truth.
We Were Liars is a modern, sophisticated suspense novel from National Book Award finalist and Printz Award honoree E. Lockhart.
Read it.
And if anyone asks you how it ends, just LIE.
Opinión
Las estrategias de marketing editorial parecen estar cada vez más enfocadas a incrementar el nivel de patetismo por el que se rigen ciertas campañas publicitarias. Basta con estudiar levemente el estúpido halo de secretismo y misterio que rodea la comercialización de esta novela para darse cuenta de que el objetivo primordial a la hora de venderla era lograr una propagación vírica basada en la ¿orquestada? efusividad de los lectores beta. Algo así como "aquí tienes nuestro último candidato a bulo del año, léelo pronto y dile a todo el mundo lo guay que es, pero sin contar nada del argumento para que la gente pique y se coma un rato la cabeza". Pero vez tras vez, caemos en la trampa. Y es que, por decirlo finamente, We Were Liars es una estafa narrativa de proporciones considerables, una historia horrorosamente repetitiva, insulsa y manoseada hasta la obscenidad que aspira a convertirse en un refrito aristocrático de Spring Breakers y The Bling Ring, pero que ni siquiera roza el mamarracho encanto kitsch de las anteriores.
A grandes rasgos, We Were Liars sigue las apasionantes vidas de un grupo de adolescentes pijos -bautizados por sí mismos como 'the Liars'- que verano tras verano se reúnen en una isla privada propiedad de la familia para dedicarse al ocioso arte de la vida contemplativa. Sin embargo, un trágico acontecimiento trastocará para siempre la rutina de estos cuatro adinerados cómplices, que de la noche a la mañana se verán expulsados de su particular e inocente paraíso insular para ser sepultados bajo una plomiza lápida de miradas significativas e incómodos silencios. Especialmente Cadence, la protagonista, quien no guarda absolutamente ningún recuerdo del accidente y que a raíz del terrible suceso padece constantes e insufribles migrañas. Por eso, tras romper la ancestral tradición y pasar todo el verano siguiente alejada de su familia (e incomunicada) en un ajetreado tour por Europa, Cadence regresará a la isla de los Sinclair en busca de explicaciones, convencida de que tiene derecho a saber qué pasó exactamente hace dos años y por qué todos sus parientes están decididos a mantener un impenetrable mutismo sobre dicho asunto.
We are liars. We are beautiful and privileged. We are cracked and broken.
Llegados a este punto de la reseña, he de confesar que We Were Liars no es tan mala como os la podáis estar imaginando. De hecho, la novela de E. Lockhart tiene algunas cosas buenas, no lo voy a negar. Presume de un comienzo prometedor. Los cuatro personajes principales gozan de una caracterización potente, carismática y profunda sin necesidad de grandes recursos literarios. La contundencia de su autora a la hora de expresarse deja entrever interesantes reflexiones sobre clasismo, exclusión racial, descubrimiento de la sexualidad y la fortaleza de los lazos fraternales, ataduras que una vez forjadas deben prevalecer sobre cualquier circunstancia adversa, no importan las consecuencias. También se afronta desde una perspectiva realista un complicado dilema ético: entregarse a la conservación del legado familiar o iniciar una ruptura con los valores, principios y propósitos que los padres quieren perpetrar a través de las generaciones, incluso a costa de asfixiar la libertad de sus hijos. Pero ya está. Se acabó. Una vez sintetizado en estas breves líneas el poco contenido aprovechable de We Were Liars, comienza una serie de irrisorias diatribas sobre lo que implica ser adolescente y estar forrado de billetes en un mundo malévolo, contradictorio y calamitoso.
El exasperante monólogo interno de Cadence consigue alcanzar cotas de histrionismo por encima de lo permisible y de lo saludablemente recomendado. Todas sus preocupaciones giran en torno a estar enamorada del chico equivocado, gritar a los cuatro vientos que no es una drogadicta por tomar su medicación contra los dolores de cabeza (?) y atormentarse porque su exclusiva pandilla de amigos le ha hecho el vacío sin motivo aparente. Y vuelta a empezar con lo del amor prohibido. Su discurso está lleno de repeticiones, obviedades y lugares comunes narrados en un sonrojante tono confesional que tan pronto transmite una apasionada intensidad como un delirante aburrimiento (sobre todo cuando esas anodinas fábulas medievales interpretadas por miembros de su familia hacen acto de presencia). Por otro lado, los personajes secundarios de la novela pululan por entre sus páginas aportando prácticamente nada al desarrollo de la historia, salvo aparecer continuamente deprimidos y alcoholizados en su papel de plañideros dolientes. Absurdo. Pero lo peor de todo, el plato fuerte, lo que de verdad ha conseguido que We Were Liars se convierta en un fracasado pero hilarante intento de pillar desprevenido al lector, es precisamente aquello en lo que se fundamenta la existencia de esta obra: su conclusión. No me las quiero dar de listo, no quiero regodearme ni lo más mínimo en haber descubierto más o menos a mitad del libro ese impactante, sorprendente, imprevisible, espectacular y extraordinario final del que se jacta, pero es que hacerlo supondría reconocer que adivinar el revelador giro último de la trama requiere algún tipo de esfuerzo (por favor, no os sintáis ofendidos los que habéis flipado con el finalbueno, un poco sí). Si esto es una novela de misterio, que baje Dios y lo vea. Un Kinder Sorpresa desprende tres o cuatro veces más intriga que We Were Liars. Pero es que como simple novela de temática juvenil, la omnipresente obra de E. Lockhart tampoco me funciona ni me aporta grandes cosas más allá de sus ya mencionados puntos álgidos. Sencillamente, no cumple lo que promete. Aunque bien pensado, ¿qué otra cosa cabría esperar de un libro que lleva impresa la palabra 'mentiroso' en su título?
El exasperante monólogo interno de Cadence consigue alcanzar cotas de histrionismo por encima de lo permisible y de lo saludablemente recomendado. Todas sus preocupaciones giran en torno a estar enamorada del chico equivocado, gritar a los cuatro vientos que no es una drogadicta por tomar su medicación contra los dolores de cabeza (?) y atormentarse porque su exclusiva pandilla de amigos le ha hecho el vacío sin motivo aparente. Y vuelta a empezar con lo del amor prohibido. Su discurso está lleno de repeticiones, obviedades y lugares comunes narrados en un sonrojante tono confesional que tan pronto transmite una apasionada intensidad como un delirante aburrimiento (sobre todo cuando esas anodinas fábulas medievales interpretadas por miembros de su familia hacen acto de presencia). Por otro lado, los personajes secundarios de la novela pululan por entre sus páginas aportando prácticamente nada al desarrollo de la historia, salvo aparecer continuamente deprimidos y alcoholizados en su papel de plañideros dolientes. Absurdo. Pero lo peor de todo, el plato fuerte, lo que de verdad ha conseguido que We Were Liars se convierta en un fracasado pero hilarante intento de pillar desprevenido al lector, es precisamente aquello en lo que se fundamenta la existencia de esta obra: su conclusión. No me las quiero dar de listo, no quiero regodearme ni lo más mínimo en haber descubierto más o menos a mitad del libro ese impactante, sorprendente, imprevisible, espectacular y extraordinario final del que se jacta, pero es que hacerlo supondría reconocer que adivinar el revelador giro último de la trama requiere algún tipo de esfuerzo (por favor, no os sintáis ofendidos los que habéis flipado con el final