Reseña "We Were Liars"

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Título: We Were Liars
Autor: E. Lockhart
Saga: -
Año: 2014
Editorial: Delacorte Press
Páginas: 240
Precio: $ 17.99

A beautiful and distinguished family.
A private island.
A brilliant, damaged girl; a passionate, political boy.
A group of four friends—the Liars—whose friendship turns destructive.
A revolution. An accident. A secret.
Lies upon lies.
True love.
The truth.
We Were Liars is a modern, sophisticated suspense novel from National Book Award finalist and Printz Award honoree E. Lockhart.
Read it.
And if anyone asks you how it ends, just LIE.

Opinión

Las estrategias de marketing editorial parecen estar cada vez más enfocadas a incrementar el nivel de patetismo por el que se rigen ciertas campañas publicitarias. Basta con estudiar levemente el estúpido halo de secretismo y misterio que rodea la comercialización de esta novela para darse cuenta de que el objetivo primordial a la hora de venderla era lograr una propagación vírica basada en la ¿orquestada? efusividad de los lectores beta. Algo así como "aquí tienes nuestro último candidato a bulo del año, léelo pronto y dile a todo el mundo lo guay que es, pero sin contar nada del argumento para que la gente pique y se coma un rato la cabeza". Pero vez tras vez, caemos en la trampa. Y es que, por decirlo finamente, We Were Liars es una estafa narrativa de proporciones considerables, una historia horrorosamente repetitiva, insulsa y manoseada hasta la obscenidad que aspira a convertirse en un refrito aristocrático de Spring Breakers y The Bling Ring, pero que ni siquiera roza el mamarracho encanto kitsch de las anteriores. 

A grandes rasgos, We Were Liars sigue las apasionantes vidas de un grupo de adolescentes pijos -bautizados por sí mismos como 'the Liars'- que verano tras verano se reúnen en una isla privada propiedad de la familia para dedicarse al ocioso arte de la vida contemplativa. Sin embargo, un trágico acontecimiento trastocará para siempre la rutina de estos cuatro adinerados cómplices, que de la noche a la mañana se verán expulsados de su particular e inocente paraíso insular para ser sepultados bajo una plomiza lápida de miradas significativas e incómodos silencios. Especialmente Cadence, la protagonista, quien no guarda absolutamente ningún recuerdo del accidente y que a raíz del terrible suceso padece constantes e insufribles migrañas. Por eso, tras romper la ancestral tradición y pasar todo el verano siguiente alejada de su familia (e incomunicada) en un ajetreado tour por Europa, Cadence regresará a la isla de los Sinclair en busca de explicaciones, convencida de que tiene derecho a saber qué pasó exactamente hace dos años y por qué todos sus parientes están decididos a mantener un impenetrable mutismo sobre dicho asunto.

We are liars. We are beautiful and privileged. We are cracked and broken.

Llegados a este punto de la reseña, he de confesar que We Were Liars no es tan mala como os la podáis estar imaginando. De hecho, la novela de E. Lockhart tiene algunas cosas buenas, no lo voy a negar. Presume de un comienzo prometedor. Los cuatro personajes principales gozan de una caracterización potente, carismática y profunda sin necesidad de grandes recursos literarios. La contundencia de su autora a la hora de expresarse deja entrever interesantes reflexiones sobre clasismo, exclusión racial, descubrimiento de la sexualidad y la fortaleza de los lazos fraternales, ataduras que una vez forjadas deben prevalecer sobre cualquier circunstancia adversa, no importan las consecuencias. También se afronta desde una perspectiva realista un complicado dilema ético: entregarse a la conservación del legado familiar o iniciar una ruptura con los valores, principios y propósitos que los padres quieren perpetrar a través de las generaciones, incluso a costa de asfixiar la libertad de sus hijos. Pero ya está. Se acabó. Una vez sintetizado en estas breves líneas el poco contenido aprovechable de We Were Liars, comienza una serie de irrisorias diatribas sobre lo que implica ser adolescente y estar forrado de billetes en un mundo malévolo, contradictorio y calamitoso.

El exasperante monólogo interno de Cadence consigue alcanzar cotas de histrionismo por encima de lo permisible y de lo saludablemente recomendado. Todas sus preocupaciones giran en torno a estar enamorada del chico equivocado, gritar a los cuatro vientos que no es una drogadicta por tomar su medicación contra los dolores de cabeza (?) y atormentarse porque su exclusiva pandilla de amigos le ha hecho el vacío sin motivo aparente. Y vuelta a empezar con lo del amor prohibido. Su discurso está lleno de repeticiones, obviedades y lugares comunes narrados en un sonrojante tono confesional que tan pronto transmite una apasionada intensidad como un delirante aburrimiento (sobre todo cuando esas anodinas fábulas medievales interpretadas por miembros de su familia hacen acto de presencia). Por otro lado, los personajes secundarios de la novela pululan por entre sus páginas aportando prácticamente nada al desarrollo de la historia, salvo aparecer continuamente deprimidos y alcoholizados en su papel de plañideros dolientes. Absurdo. Pero lo peor de todo, el plato fuerte, lo que de verdad ha conseguido que We Were Liars se convierta en un fracasado pero hilarante intento de pillar desprevenido al lector, es precisamente aquello en lo que se fundamenta la existencia de esta obra: su conclusión. No me las quiero dar de listo, no quiero regodearme ni lo más mínimo en haber descubierto más o menos a mitad del libro ese impactante, sorprendente, imprevisible, espectacular y extraordinario final del que se jacta, pero es que hacerlo supondría reconocer que adivinar el revelador giro último de la trama requiere algún tipo de esfuerzo (por favor, no os sintáis ofendidos los que habéis flipado con el final bueno, un poco sí). Si esto es una novela de misterio, que baje Dios y lo vea. Un Kinder Sorpresa desprende tres o cuatro veces más intriga que We Were Liars. Pero es que como simple novela de temática juvenil, la omnipresente obra de E. Lockhart tampoco me funciona ni me aporta grandes cosas más allá de sus ya mencionados puntos álgidos. Sencillamente, no cumple lo que promete. Aunque bien pensado, ¿qué otra cosa cabría esperar de un libro que lleva impresa la palabra 'mentiroso' en su título?


Reseña "El Rito"

martes, 25 de noviembre de 2014

Título: El rito
Autor: Laird Barron
Saga: -
Año: 2014
Editorial: Valdemar
Páginas: 352
Precio: 24.00 €

En la periferia de nuestra existencia, acechando desde oscuridades más profundas que el Cosmos y que se extienden más allá del círculo de luz de nuestra hoguera y del calor de la conciencia, existen cosas extrañas... magia negra, cultos abyectos, rituales obscenos y entidades abominables que operan al amparo de las sombras. Los Hijos de la Vieja Sanguijuela llevan con nosotros desde tiempos inmemoriales. Y nos aman.
Donald Miller, geólogo y académico, ha vivido casi toda su afortunada existencia al borde de un abismo, debatiéndose entre una cómoda ignorancia y un secreto enloquecedor. Ahora, al final, todo debe converger. Donald descubrirá los oscuros secretos que se ocultan en los bordes, en los rincones y las grietas de la realidad y de su propia consciencia, desenterrando verdades aterradoras sobre su esposa Michelle, sus mellizos adultos y todo lo que él conoce y en lo que confía. Y es que Donald está a punto de enfrentarse con... El Rito.

Opinión

Siendo un reputado y prolífico escritor de relatos, conocido -en España, cada vez más- tanto por sus planteamientos retorcidos al más puro estilo Lovecraft como por la inimitable personalidad de su sello narrativo, no me cabe duda de que la primera novela de Laird Barron está fundamentalmente motivada por un sentimiento de explorar más allá de lo ya conocido. El talento es una cualidad que viene de serie, pero la inspiración es una musa traicionera a cuyo encuentro ha de irse fuera de los límites establecidos. Ahí, en esa resbaladiza zona de incomodidad, en esa tierra baldía alumbrada por pensamientos e ideas en estado de gestación, es donde el escritor norteamericano emplea todas sus herramientas de espeleólogo para escarbar en busca de un hallazgo inédito. Y vaya si lo consigue. El Rito, quinta entrega de la espectacular colección editada por Valdemar, es ni más ni menos que la consecución casi perfecta de un objetivo claro, ese ansiado descubrimiento que hace a un grupo de expedicionarios retirarse y levantar el campo para volver a casa y recibir los halagos del sector académico.

No obstante, como todos sabemos, el público y la crítica a menudo adoptan posturas irreconciliables. El reconocimiento profesional no siempre va ligado al éxito en términos comerciales. Por eso, si eres de los que han llegado tarde y todavía andan buscando un asiento, si te has perdido entre las líneas de esta reseña o no sabes quién demonios es ese hombre ataviado con un parche en el ojo y cargado de malas intenciones, no pienses que hay motivos para estar preocupado. Presta atención. Solo voy a decirlo una vez. El Rito es probablemente una de las mejores y más divertidas novelas de terror que podrás encontrar este año entre los estantes. Laird Barron ha construido a base de habilidad e ingenio un notable rompecabezas narrativo entre cuyas junturas se percibe el aliento de ominosas deidades extraterrestres, poderosos sacrificios rituales, desenfrenados episodios de enajenación mental y aterradores mitologías que se van transmitiendo generación tras generación. Motivos más que suficientes para no querer perderse uno de los "debuts" más interesantes del último trimestre.  

La primera vez que Donald Miller estuvo a punto de morir fue mientras visitaba México, pero al poco no recordaba nada de aquel suceso, salvo en sueños que se disipaban instantes después de despertar. Sin embargo, su cuerpo sí lo recordaba. Su sangre lo recordaba, y también la savia negra de su subconsciente.

Para ser sinceros, describir el argumento general de El Rito se me antoja una labor tan enrevesada como innecesaria. Estructurados como si fueran un conjunto de relatos breves, los distintos capítulos de la novela se atienen a una trama bastante obvia, pero su peculiar disposición cronológica y la gran variedad tanto de escenarios como de situaciones que presentan los convierten en piezas más o menos independientes, aunque complementarias, de una historia con infinidad de ramificaciones cuya identificación corre a cargo del lector. Así pues, Laird Barron nos introduce en el fascinante universo de El Rito mediante una versión salvajemente macarra de cierto cuento popular para seguir después relatando el extenuante periplo histórico de un anciano geólogo llamado Don Miller, un estudioso que en el ocaso de su vida comienza a recordar episodios bastante turbios de su pasado, fragmentos de memoria muy poco concisos y cubiertos por una sospechosa pátina de amnesia. El olvido, desempeñando su labor como mecanismo de defensa.

Y es que, a base de flashbacks, visiones y momentos de auténtica epifanía, pronto aprenderemos que la vida de Don Miller ha estado marcada por una serie de acontecimientos sobrenaturales que podrían sacar a relucir importantes secretos relacionados con su familia y de paso poner en entredicho su propia cordura. Laird Barron aprovecha el inmenso imaginario cosmológico elaborado por Lovecraft para exponer su particular visión sobre las relaciones conyugales y la devastadora profundidad de sus recovecos, pero también aborda otros temas y preocupaciones comunes con el escritor de Providence (la zambullida de nuestra mente en la locura, la decadencia de opulentas sagas familiares, la usurpación de la consciencia por designio de entidades primigenias) en lo que a todas luces parece un genuino homenaje a la influencia de su extensa producción literaria. Lo bueno de El Rito es que Barron sabe permanecer en todo momento fiel a sus propias señas de identidad, siendo una obra mucho más desquiciada, perturbadora y gráfica que sus insignes predecesoras. Lo malo, que el deshilachado hilo conductor de la novela a veces hace imposible resistir los desbocados bandazos que da la trama. Lo bueno, ese final capaz de ponerte la piel de gallina. Lo malo, la sensación de redundancia que transmiten algunos pasajes intermedios. Otra cosa buena, que el soberbio, lírico y exquisito estilo de Barron engrandece los puntos álgidos de la historia. Y así podría pasarme al menos un par de párrafos más, enumerando las maravillosas virtudes de esta novela debut y resaltando algunos pequeños escollos que me han estorbado un poco durante su lectura, de obligado cumplimiento si eres amante del género al que se adscribe el autor. No en vano, El Rito es probablemente una de las mejores y más divertidas novelas de terror que podrás encontrar este año entre los estantes. Oh, vaya. Prometí que solo iba a decirlo una vez.


Reseña "Los viajeros de la noche"

jueves, 20 de noviembre de 2014

Título: Los viajeros de la noche
Autor: Helene Wecker
Saga: -
Año: 2014
Editorial: Tusquets
Páginas: 512
Precio: 21.15 €

El impresionante debut de Helene Wecker narra la historia de dos criaturas sobrenaturales en el Nueva York de 1899. Chava es un golem, un ser hecho de arcilla al que dio vida un extraño hombre familiarizado con la magia negra cabalística. Cuando su amo muere a bordo en el trayecto transoceánico desde Europa, queda desorientada y a la deriva mientras el barco sigue su curso hasta el puerto de Nueva York. Ahmad es un genio, un ser de fuego nacido en el desierto de la antigua Siria. Atrapado en un viejo jarro de cobre por un hechicero beduino varios siglos atrás, es liberado por accidente en el taller de un hojalatero del Bajo Manhattan. En su lucha por abrirse camino en ese lugar nuevo y extraño, la golem y el genio procuran encajar con sus vecinos, todos ellos inmigrantes, encubriendo su verdadera naturaleza. Al conocerse por casualidad, las dos criaturas inician una improbable amistad, una unión quebradiza que desafía sus naturalezas opuestas, hasta la noche en que un horrible incidente las devuelve a sus universos respectivos. Sin embargo, una potente amenaza volverá a reunir pronto a ambos: estará en juego su existencia, lo que les obligará a tomar una fatídica decisión.

Opinión

Sorprende que una editorial como Tusquets, entre cuyo catálogo ninguna persona viva ha visto jamás novela similar, decida sacar al mercado una historia con tintes tan marcadamente opuestos a su línea habitual. Pero claro, a veces las apariencias engañan. A veces, un simple frasco de metal encierra en su interior la esencia de un alma condenada. En ocasiones, el rostro más expresivo enmascara en realidad un delicado corazón de piedra. El exterior nunca ha sido representativo de lo que llevamos por dentro, pero el ser humano lleva siglos intentando fingir que los sentimientos se pueden leer a través de la piel como si fuéramos un libro con las tapas abiertas. Precisamente sobre apariencias, autenticidad y la verdadera naturaleza de las cosas habla largo y tendido Helene Wecker en su esperado primer libro, situado a medio camino entre la fantasía de corte oriental y la novela histórica. Los viajeros de la noche es uno de esos afortunados debuts que logran formar bastante ruido desde el momento de su publicación, pero por desgracia también cae en el saco de las obras que, bajo mi punto de vista, no consiguen satisfacer todas esas expectativas que genera.

Leyendo la sinopsis, uno se sentiría tentado a pensar que las criaturas a las que hace referencia el título original de la novela (The Golem and the Jinni) son los únicos -o al menos, los más importantes- protagonistas de la historia, pero más bien son el elemento estructural en torno al que giran la gran cantidad de tramas que ya va abriendo Helene Wecker desde los primeros capítulos. Enseguida conoceremos a Chava, una golem hecha de arcilla que embarca junto al hombre que ordenó su creación en un peligroso viaje a través del océano con destino a Nueva York, ciudad que a finales del siglo XIX ofrecía grandes promesas de prosperidad y bonanza a inmigrantes procedentes de todo el globo. Mientras, por otro lado, seguiremos los pasos de Ahmed, un genio enclaustrado en el cuerpo de un hombre sirio que aparece de improviso en un taller de artesanía -también en Nueva York- tras ser liberado por accidente de su mágica prisión.

Pero recuerda esto: una criatura solo puede alterarse hasta cierto punto a partir de su naturaleza fundamental. Continuará siendo un golem. Tendrá la fuerza de doce hombres. Te protegerá sin pensárselo y dañará a otros para conseguirlo.

Así pues, estos dos seres sobrenaturales irán aprendiendo a base de constancia, esfuerzo y un par de varapalos lo que significa labrarse un camino a través del bullicioso estruendo de la gran ciudad. Chava tendrá que hacer frente a los problemáticos designios de sus habilidades sobrehumanas, como por ejemplo la de escuchar inevitablemente los pensamientos ajenos o su tendencia irreprimible a satisfacer los deseos, peticiones y necesidades de la gente que se encuentra a su alrededor. Ahmed, en cambio, deberá adaptarse al asfixiante confinamiento en una entidad corpórea y a combatir los efectos perjudiciales que tiene sobre su salud exponerse al contacto con el agua. Gracias a una serie de encuentros fortuitos aprenderemos sus diversas reflexiones acerca de temas como el amor, la libertad o la ética y se cuestionarán importantes preceptos de índole religiosa e incluso tradiciones fuertemente arraigadas. Sin embargo, el verdadero reto para estas dos criaturas tan especiales -y a la vez, dominadas por pasiones tan comunes- consistirá en luchar contras los impulsos de sus respectivas naturalezas y hacer perdurar su atípica amistad en un mundo dominado por los prejuicios, la ambición humana y la incapacidad de aceptar lo desconocido como una manifestación diferente pero igual de válida de la misma realidad.

Esto que en principio parece una idea atractiva, entrañable y sumamente enternecedora, no ha terminado de convencerme (como sin duda habréis podido adivinar) a pesar de que empecé leyendo Los viajeros de la noche con un índice de entusiasmo cuando menos considerable. En primer lugar, creo que la novela es demasiado larga para lo que cuenta. Muchos arcos argumentales podrían haberse solucionado de manera bastante más satisfactoria o hasta insertarse en el texto de forma que no supongan un estorbo para la historia principal, sensación que desgraciadamente he experimentado multitud de veces. Por otro lado, y esto no sé si es intención deliberada de la autora, el elemento mágico aquí presente se explota de modo irrisorio, cuando es a todas luces uno de los potenciales más interesantes de la obra; el elemento que mayor juego podría haber aportado en una novela diluida entre un montón de historias paralelas y un tanto anodinas. A su favor, he de decir que Helene Wecker demuestra una sensibilidad especial a la hora de indagar en la psicología de sus personajes o de describir los fabulosos paisajes de esa Nueva York con la que todos hemos soñado alguna vez. Notablemente bien escrita, en definitiva, cargada de buenas intenciones, original en su planteamiento y ambiciosa en su caracterización de toda una época. Pero también flaquea en algunos de los aspectos fundamentales que para mí ha de tener un buen libro, como por ejemplo la consistencia de la trama general o la habilidad de cautivar continuamente al lector mediante dosificar equitativamente el ritmo narrativo. De ahí que al menos la segunda mitad de la novela se me haya hecho tan cuesta arriba. Pero qué le vamos a hacer. Las apariencias no siempre reflejan la verdad completa. Y la arrebatadora belleza del libro, al menos en esta ocasión, no se encuentra precisamente en su interior.


Reseña "La glándula de Ícaro"

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Título: La glándula de Ícaro
Autor: Anna Starobinets
Saga: -
Año: 2014
Editorial: Nevsky
Páginas: 224
Precio: 19.00 €

En su nueva colección de relatos, Anna Starobinets vuelve a llevarnos de la mano a los paisajes reales y mentales sutilmente alterados que destacaban en su primera colección, Una edad difícil. El subtítulo del volumen es El libro de las metamorfosis, y uno de sus principales temas es el cambio y la transformación, los horrores que conllevan, pero también la liberación que pueden aportar. Los relatos nos presentan versiones del mundo en el que vivimos, sutilmente transformadas en algo distinto, o bien nos descubren extraños submundos escondidos bajo una superficie aparentemente normal. Extrañas operaciones, productores de cine cuya humanidad es cuestionada, los sueños y su conexión con el infierno...  En este libro Anna Starobinets expande y consolida su personalísima ficción especulativa de corte psicológico, una guía de valor incalculable para ententer el mundo cada vez más extraño en el que estamos obligados a vivir.

Opinión

Afirma Ismael Martínez Biurrun en el fabuloso prólogo de esta antología que no hay nadie ahora mismo capaz de escribir ficción científica como lo hace Anna Starobinets. Pues bien, solo hace falta asomar la cabeza a uno de los extraordinarios relatos que componen La glándula de Ícaro para darse cuenta de que tal alegato es de una rotundidad tan tajante como incontestable. Pocas veces me había encontrado en un libro ante semejante originalidad de ideas, la envidiable capacidad de plasmarlas con éxito en el papel y esa irreverente falta de escrúpulos que enarbola Starobinets a la hora de abordar sus implicaciones hasta las últimas consecuencias. La escritora rusa contiene un asombroso a la vez que escalofriante universo literario en el interior de su mente inquieta, un alucinante cosmos ontológico capaz de catapultarnos en apenas un segundo a un futuro nada deseable ni prometedor, solo para que podamos comprobar de primera mano el terrible paradero al que hoy nos dirigimos sin propósito aparente de querer cambiar nuestro rumbo.

Sin embargo, el objetivo primordial de Starobinets está muy lejos de la simple y llana admonición. La autora de estos 7 variopintos e inclasificables relatos se atreve a especular con temas que despiertan nuestro más profundo sentido de la responsabilidad, pero por otro lado nos advierte que no existen demasiadas opciones para prevenir los nefastos resultados. Combatir contra lo que no se puede evitar es malgastar recursos no renovables, invertir un esfuerzo valioso en una causa vana y destinada al fracaso. Por eso, Starobinets aboga en todo momento por una rendición total y sin ambages. La adaptación. El cambio. Convertirse en camaleón. La solución a los problemas que plantea la escritora rusa en sus narraciones pasa casi siempre por una transformación elemental, ya sea quirúrgica, orgánica o existencial, que nos haga posible observar el mundo bajo una óptica completamente distinta e incluso descubrir fisuras estructurales en el tejido de una realidad que oculta mucho más de lo que aparenta.

De noche observo las bandas brillantes en las paredes y siento una comezón terrible. Las picaduras de los mosquitos recuerdan a las marcas que dejan los chupetones.
Esta ciudad se ha adherido a mí y me besa con su ávida probóscide manchada de sangre.

Por ejemplo, en La glándula de Ícaro -el relato que da título a la colección- una mujer se enfrenta a la decisión de someter o no a su marido adúltero a una operación para extirpar sus incontrolables impulsos sexuales, una intervención que se realiza de manera preventiva en todos los varones al alcanzar la madurez y que garantiza la no aparición de efectos secundarios adversos. En Siti, una pareja en crisis decide trasladarse a la gran ciudad con el deseo de aumentar su calidad de vida y fortalecer su relación, pero los incesantes ajetreos del estilo cosmopolita pueden llegar a socavar cualquier vínculo afectivo con la misma facilidad de una amante despechada. El parásito es probablemente el relato más perturbador, imaginativo y contundente de todo el libro, un cuento a medio camino entre la ciencia-ficción y el horror psicológico donde se especula con la posibilidad de que la raza humana no sea más que el estado larvario de una entidad... superior. Su lapidario final es el broche de oro a un impresionante ejercicio de inventiva y expresividad lírica.

También hay espacio en La glándula de Ícaro para abordar temas tan recurrentes como los viajes en el tiempo, pero aportando muy interesantes matices que expanden los horizontes del género. En La frontera, un grupo de pasajeros toma asiento en un tren capaz de atravesar cualquier barrera cronológica y dispuesto a dejarte tan pronto en la década de los 80 como en los albores del paleolítico; un hecho extraordinario adquiere aquí el cariz de cotidiano para suscitar el siempre suculento interrogante de ¿a qué momento de tu vida regresarías si tuvieras la oportunidad de hacerlo? Y lo que es más importante aún... ¿para qué? Esto mismo deben de preguntarse a menudo los protagonistas de Delicados pastos, habitantes de un mundo pervertido hasta la médula en el que la longevidad de un individuo viene determinada por el tamaño de su cuenta corriente y la inmortalidad se alcanza transfiriéndose al interior de un cuerpo más joven. Por último, Spoki plantea los serios peligros de encomendar la educación y el cuidado de nuestros hijos a siniestras máquinas interactivas comercializadas por una extraña entidad empresarial. Así pues, ya sea de una forma o de otra, por medio de extraterrestres, insectos gigantes o extravagantes fetiches tecnológicos, Anna Starobinets consigue cautivarnos con su inimitable imaginario personal y un delicioso estilo que aúna belleza, fuerza y profundidad. Estamos ante una antología imprescindible, prácticamente redonda (la longitud de algunos relatos no juega en absoluto a su favor) y que ningún lector dispuesto a descubrir nuevas experiencias debería -en mi opinión- pasar por alto. Eso sí, la decisión final recae en vuestras manos. Vosotros sois los que debéis optar por permanecer en la misma fase... o sumaros a una irreversible y estimulante metamorfosis.


Reseña "El expreso de Tokio"

martes, 18 de noviembre de 2014

Título: El expreso de Tokio
Autor: Seicho Matsumoto
Saga: -
Año: 2014
Editorial: Libros del Asteroide
Páginas: 216
Precio: 17.95 €

Los cadáveres de un oscuro funcionario y una camarera aparecen una mañana en una playa de la isla de Kyushu. Todo parece indicar que se trata de un caso claro: dos amantes que se han suicidado juntos tomando cianuro.
Pero hay ciertos detalles que llaman la atención del viejo policía local Jutaro Torigai: el difunto se había pasado seis días solo en su hotel y en su bolsillo encontraron un único billete de tren; así que, seguramente, los amantes no habían viajado juntos. Enseguida se descubre también que el funcionario trabajaba en un ministerio en el que se acaba de destapar una importante trama de corrupción; el subinspector Mihara de la Policía Metropolitana de Tokio se hará cargo de la investigación en la que contará con la inestimable ayuda de Torigai.

Opinión

Empiezo a pensar que la inconfundible disposición fisiológica de sus rasgos otorga a los japoneses la posibilidad de ver la realidad bajo un prisma completamente diferente. Esto que bien podría interpretarse como un manido tópico xenófobo acaba adquiriendo visos de absoluta veracidad en base a mi experiencia lectora, pues cada nueva aproximación que realizo a los terrenos de la literatura nipona no hace sino confirmar una sospecha que cada vez se me antoja más indiscutible: Japón tiene un color especial. Y en el caso particular de la novela policíaca, obras tan impactantes como Out, La devoción del sospechoso X y ahora también El expreso de Tokio validan mi teoría de que en el país del Sol Naciente no escatiman a la hora de impregnar originalidad y buen gusto a sus escritos. Considerado por los expertos del género como un clásico irrebatible de la novela negra japonesa, la trepidante historia que aquí nos presenta Seicho Matsumoto es rescatada casi sesenta años después de su publicación para exquisito deleite de quienes no se conforman con cualquier cosa. Así que, ya seas amante apasionado de crímenes y misterios sin resolver o un lector casual al que no le importa devanarse los sesos de vez en cuando con un intrincado jeroglífico narrativo, no lo dudes ni un segundo más. Toma asiento en El expreso de Tokio.

Narrada con gran soltura, intrepidez y deslumbrante pericia desde prácticamente la primera página, la novela de Matsumoto nos introduce en la piel de un viejo sabueso de la policía local llamado Jutaro Torigai que trata por todos los medios de resolver un caso aparente de doble suicidio cometido por una pareja de amantes. Los cadáveres fueron encontrados en una playa y ambos presentan restos de cianuro en su interior, pero existen ciertos detalles relativos a la disposición de los cuerpos y a la relación mantenida por ambas víctimas que no terminan de cuajar con las características de un suicidio cualquiera. Siguiendo sus infalibles instintos detectivescos, y contando con la inestimable ayuda del subinspector Mihara de la Policía Metropolitana de Tokio, Jutaro empezará a tirar del quebradizo hilo de la verdad y pronto se dará cuenta de que existen otros misteriosos implicados en la aparición de los fallecidos.

Jutaro Torigai cerró los ojos. Tras un minuto de reflexión, decidió que no cogería el tren. Salió de la estación y cruzó despacio hasta las tiendas del otro lado de la calle. Quería preguntar una cosa. Tenía un vago presentimiento.

Una de las cosas que más me han llamado la atención de El expreso de Tokio es el logrado efecto de incertidumbre que Matsumoto consigue imprimir a la resolución del caso. Se trata de una novela en la que no sobresale ningún sospechoso por encima de otro, donde las escasas pistas disponibles conducen a vías de investigación absolutamente infructíferas y en la que, cuando por fin parece que las piezas encajan o un descubrimiento inesperado arroja algo de luz sobre el terreno, el escritor desmorona por completo la teoría elaborada y hay que empezar a construirla de nuevo. Esto que parece un factor cuando menos obvio e indispensable en cualquier novela policíaca brilla con muchísima más fuerza en El expreso de Tokio, hasta el punto de inducir al lector a un estado de desconcierto total en el que solo se percibe lo infranqueable del misterio y por momentos uno tiene la sensación de que la imponente maquinaria interna de la novela va a colapsarse en cualquier momento. Matsumoto basa su línea de desarrollo en una cantidad ingente (y exasperante) de datos milimétricos y a menudo contradictorios, pero es precisamente esta minuciosidad extrema tan propia de la cultura nipona la que a la larga convierte la novela en una obra soberbia, extraordinaria y magistral.

Por otro lado, gran parte del encanto que desprende El expreso de Tokio reside no solo en el vertiginoso e inteligente rompecabezas ideado por el autor, sino en la descripción carismática y veraz del ambiente opresivo en el que se desarrolla la novela. Para reflejar al máximo posible la atmósfera asfixiante, la decadencia y la falta de escrúpulos imperantes en ciertos sectores de la sociedad japonesa, Matsumoto introduce una interesante trama de corrupción y delitos financieros que salpican a varios departamentos de su inmenso órgano administrativo. Quizá uno de los aspectos que he echado en falta durante la lectura de El expreso de Tokio y que indudablemente le han restado puntos a la hora de valorarla es una caracterización psicológica más profunda de los personajes protagonistas, a quienes se involucra poco o nada en la evolución de los distintos arcos argumentales en favor, todo hay que decirlo, de una impecable ejecución estilística y narrativa. No obstante, esos pequeños defectos que pudiéramos encontrar en la asombrosa novela de Matsumoto no sobrepasan la categoría de lo anecdótico y ni de lejos nos impiden ver el mensaje fundamental que transmite su sobresaliente conclusión: no hay intriga que dure para siempre en las manos de un concienzudo comisario nipón. No existe misterio impenetrable para la mente privilegiada de un detective cuyos pensamientos viajan a la velocidad del más rápido ferrocarril.


Reseña "Mr. Mercedes"

lunes, 17 de noviembre de 2014

Título: Mr. Mercedes
Autor: Stephen King
Saga: Bill Hodges #1
Año: 2014
Editorial: Plaza&Janés
Páginas: 496
Precio: 23.90 €

Justo antes del amanecer, en una decadente ciudad americana, cientos de parados esperan la apertura de la oficina de empleo para reclamar uno de los mil puestos de trabajo que se han anunciado. Han hecho cola durante toda la noche.
De pronto, invisible hasta que lo tienen prácticamente encima, un Mercedes surge de la fría niebla de la madrugada. Su conductor atropella y aplasta a todos los que encuentra a su alcance. Acto seguido, el coche da marcha atrás y vuelve a arremeter contra ellos. El asesino huye dejando atrás ocho muertos y quince heridos.
Meses después, Bill Hodges, un policía jubilado, que sigue obsesionado con este caso sin resolver, recibe una carta anónima de alguien que se declara culpable de la masacre.
Brady Hartsfield vive con su madre alcohólica en la casa donde nació. Disfrutó tanto de aquella sensación de muerte debajo de los neumáticos del Mercedes, que ahora quiere recuperarla.

Opinión

Parece mentira, pero hace casi un año que Stephen King no se deja caer por la mesa de novedades de nuestro país. Doctor Sueño, la celebrada secuela de El resplandor (obra maestra indiscutible de la literatura contemporánea y de terror) fue mi última aproximación al escritor de Maine; y en esos doce meses transcurridos mi apetito como Lector Constante ha ido acrecentándose de manera exponencial a medida que se aproximaba la fecha de lanzamiento de su último trabajo. Quizá este prolongado distanciamiento con la obra de King me haya hecho perder la perspectiva hasta cierto punto sobre sus virtudes y sus defectos como escritor. Quizá haya propiciado la aparición de sentimientos largo tiempo aletargados. Ahora bien, si hay algo que la lectura de Mr. Mercedes me ha sabido ratificar es que existen ciertas zonas del espectro narrativo que solo King sabe estimular con un éxito estremecedor. El cambio de registro (casi) radical que un lector familiarizado con otras novelas de King podría advertir nada más echar un vistazo a las primeras páginas de Mr. Mercedes se va desvaneciendo poco a poco ante la aplastante evidencia que arrojan sus inconfundibles señas personales. No estamos ante una novela de terror. No estamos ante una novela policíaca. Pero estamos ante una novela que rezuma al 100% el estilo de Stephen King.

El protagonista de la historia es un policía retirado llamado Bill Hodges al que la inactividad propia de la jubilación, la ausencia de fuertes vínculos afectivos y el hastío general que ha invadido su vida le han empujado a coquetear en varias ocasiones con la idea del suicidio. Sin embargo, cuando el responsable de un antiguo caso sin resolver (un fatídico atropello en masa cuyo ejecutor fue denominado por la prensa como el Asesino del Mercedes) se pone en contacto con Bill, el antiguo inspector encontrará el incentivo idóneo para seguir viviendo y emprender un cambio radical en su miserable rutina. Por otro lado, también conoceremos la escalofriante historia de Brady Hartsfield, un joven aparentemente ejemplar, responsable y trabajador que en realidad esconde una personalidad psicótica y desequilibrada, además de un secreto aterrador: él es el Asesino del Mercedes.

Debo decirle que me lo pasé en grande. (Aquí le soy franco.) Cuando "pisé a fondo" y embestí a la muchedumbre de gente con el Mercedes de la pobre señora Olivia Trelawney, ¡se me "empinó" como nunca en la vida! ¿Y puede creerse que el corazón me latía a doscientas pulsaciones por minuto? ¡Pues sí señor!

Así pues, Mr. Mercedes supone la primera y trepidante incursión de Stephen King en los terrenos de la novela policíaca, pero lo hace siempre sin perder ni un ápice de su arrolladora personalidad y ese macabro sentido del humor que en multitud de ocasiones no hace sino aumentar la abrumadora sensación de pánico que transmiten algunas escenas y situaciones. Aunque se trata de una obra que considero francamente bien documentada, el grueso principal de la narración no transcurre a expensas de organismos administrativos, informes policiales y parafernalias detectivescas que en una historia como esta, cuyo peso recae especialmente en los dos personajes antagonistas y en su apasionante persecución mutua, solo entorpecerían el impecable ritmo narrativo que Stephen King ha logrado imprimir a la novela. Tanto Bill Hodges como Brady Hartsfield son protagonistas altamente carismáticos e inolvidables, caracterizados de manera magistral e impregnados de una moralidad ambigua bajo cuya superficie serpentean motivos no del todo justificables. Nada que, viniendo de un escritor especializado en retratar personalidades retorcidas, oscuras e incluso monstruosas, pueda tomarnos por sorpresa a estas alturas.

Eso sí, la impresionante labor de caracterización viene acompañada de un desarrollo argumental no menos espectacular. Stephen King consigue envolverte en la investigación llevada a cabo por Bill Hodges con una facilidad pasmosa mientras la despiadada lucha de poder que mantienen ambos protagonistas se desenvuelve con una intrepidez y un frenesí que hacen imposible elaborar una solución predecible al constante ajetreo narrativo elaborado por el autor. Saber de antemano quién es el asesino elimina por completo el factor misterio de la ecuación, pero también permite explorar otras profundidades de la ponzoñosa psique humana a unos niveles que en cualquier otra circunstancia resultarían molestos o innecesarios. El miedo a perder un ser querido, la felicidad de sentirse amado cuando creías haber perdido para siempre esa oportunidad, o el hecho de que suplir nuestras necesidades emocionales a veces implica incurrir en actos deleznables son algunos de los temas que Stephen King expone con gran acierto a lo largo de Mr. Mercedes. La obsesión insana de Bill por cerrar un caso que lo ha atormentado durante largo tiempo contrasta con la compulsión que muchas veces conduce a Brady a actuar, poniendo dichas actitudes al descubierto que ambos podrían no ser más que las dos caras de una moneda girando constantemente bajo los designios del azar. Como ya apuntaba un poco antes en la reseña, el atractivo fundamental de Mr. Mercedes es poder contemplar esta impagable lucha de titanes en asiento de primera fila, ese intercambio constante de estocadas que se van infligiendo mutuamente en sus egos a través de la red u otro tipo de medios y que irá dejando a su paso un demoledor reguero de víctimas inocentes. El final, lejos de suponer la salida fácil a una peligrosa encrucijada argumental, sienta las bases para un segundo libro que promete ser tan emocionante y pirotécnico como el primero. Y es que ya lo venía advirtiendo el propio autor en las primeras páginas de Mr. Mercedes: "Volverá a hacerlo, porque no puede evitarlo, y tarde o temprano cometerá un error y lo cogeremos". Señor King, te esperamos con los brazos abiertos.


Reseña "El heraldo de la tormenta"

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Título: El heraldo de la tormenta
Autor: Richard Ford
Saga: Steelhaven#1
Año: 2014
Editorial: Umbriel
Páginas: 512
Precio: 22.00 €

Siete historias entrelazadas con personajes legendarios y fascinantes. Un asesino profesional con remordimientos de conciencia. Una doncella guerrera tan bella como letal. Una princesa que no sabe cómo escapar al matrimonio de conveniencia pactado por su padre. Un estudiante de brujería maltratado por su maestro. Un mercenario en busca de redención. Una golfilla callejera que intenta dominar el arte del robo… Todos ellos son vecinos de Steelhaven, un puerto de la costa meridional de los Estados Libres. Y sus vidas, como las del resto de habitantes de la ciudad, están a punto de sufrir la llegada de Massoum Abbasi, consejero militar de los príncipes del desierto que ha puesto todos sus conocimientos al servicio del brutal conquistador Amon Tugha. Fuego, sangre y magia son los ingredientes de El heraldo de la tormenta, inicio de una trilogía con la que Richard Ford ha tomado al asalto el mundo de la fantasía épica en la mejor tradición de George R.R. Martin y Patrick Rothfuss.

Opinión

La más reciente edición del Reto 10x10 ha llegado a su fin y hoy es mi turno de reseñar el libro que durante semana y media ha sido 'víctima' de nuestro más intenso escrutinio. La novela de Richard Ford no es ninguna urna electoral, pero como en cualquier votación que se precie, los datos recogidos hasta el momento arrojan lecturas bastante dispares. Esta diferencia radical de opiniones no resulta en absoluto sorprendente si tenemos en cuenta las características del libro, una historia de aventuras e intriga con cierto sabor a fantasía épica que presume de comparaciones con autores como Patrick Rothfuss o George R.R. Martin pero que, en mi humilde opinión, no son más que reclamos publicitarios sin ningún fundamento (de hecho, yo tiraría más hacia autores británicos como Abercrombie o Mark Lawrence). Bueno, quizá la -en ocasiones agobiante- multiplicidad de narradores o las sospechosas similitudes con estas conocidas sagas sean suficientes para intentar establecer rasgos comunes entre dichas novelas, aunque sigo pensando que la persistencia en buscar parecidos no pasa de lo meramente anecdótico. Ahora bien, obviando un poco promociones e inoportunas estrategias de marketing... ¿qué podemos encontrar tras las páginas de El heraldo de la tormenta?

Pues, francamente, una novela bastante sosa. Prescindible. Aburrida. Anticlimática. La trilogía de Steelhaven no empieza con demasiado buen pie a pesar de tener a su disposición todos los elementos necesarios para triunfar entre los amantes del género fantástico. Y esto es así porque en lugar de aprovechar los enormes recursos que ofrece una historia de semejantes características, Richard Ford nos entrampa en una deshilachada red de tramas paralelas que solo conducen a oscuros callejones sin salida. Se vislumbra un atisbo de argumento global justo al inicio de la novela, cuando un emisario extranjero con muy malas intenciones es rescatado de una situación comprometida y se introduce en la ciudad de Steelhaven dispuesto a cumplir una misión que pondrá en peligro la seguridad de todo el reino. Pero a partir de ese momento, Ford da paso a una interminable ristra de presentaciones en la que cada personaje principal tiene su correspondiente minuto de gloria justo antes de dejar espacio al siguiente narrador (que son nada más y nada menos que siete).

Massoum Abbasi aborrecía el mar. El nauseabundo olor a sal y el ruido incesante le molestaban más de lo que podía llegar a expresar. Las nubes turbulentas, las olas rompientes y las gaviotas chillonas eran ajenas a su experiencia, pero Massoum estaba dispuesto a soportarlo, pues la recompensa era considerable.

Esta situación se prolonga, si no ad infinitum, sí hasta bien entrada la segunda mitad de la novela, cuando el creciente hastío y el desinterés casi total por los destinos de los personajes se van diluyendo un poco ante el atisbo de lo que puede ser una trama aglutinante de las distintas historias individuales. Los protagonistas de El heraldo de la tormenta son todo lo variopintos y variados que cabe imaginar, tenemos desde una princesa que trata de estabilizar las intrigas políticas surgidas alrededor del trono tras la partida de su padre al frente de batalla hasta una joven ladronzuela que sobrevive en las calles a base de robar en el mercado; pasando además por un letal y disciplinado asesino, un timador con irresistible encanto para el sexo femenino y una admirable capacidad para meterse en problemas, un herrero que tras la pérdida de su familia decidirá unirse a las filas del ejército, una luchadora indisciplinada cuyos constantes desafíos a la autoridad acabarán pasándole factura o un atribulado estudiante que lucha por absorber el máximo posible de conocimientos bajo la tutela de una mentora críptica y poco comprensiva.

Muchas subtramas y muy pocas interesantes, en definitiva. Richard Ford dedica tanto espacio a la exploración interior de los personajes (y al desarrollo más que cantado de sus respectivas evoluciones) que se olvida casi por completo de indagar en el universo que ha creado, repartiendo ligeros esbozos allá por donde puede sobre la historia, la mitología, la cultura o la magia de su particular cosmos literario. Y es una pena, porque el libro no es malo en absoluto. El autor tiene un dominio sobresaliente de las escenas de acción y no se corta ni un pelo a la hora de mostrar el lado más despiadado y cruel de la realidad cotidiana. Ya sea sosteniendo el peso de toda una ciudad sobre sus hombros, afrontando la amenaza de invasión por parte de una horda de salvajes norteños o lidiando con las vicisitudes propias de una sociedad infectada hasta la médula por el crimen y la corrupción, los protagonistas de El heraldo de la tormenta se desenvuelven de manera correcta y comprometida con sus férreos ideales. No tengo muy decidido si seguiré leyendo la saga una vez que salga su segunda parte, pero lo que sí tengo claro es que aquí hay buenos materiales de construcción. El final de la novela hace presagiar un futuro próspero para los amantes del grimdark y de la fantasía épica tradicional, sentando las bases de una continuación cuando menos prometedora. Lástima que las virtudes de esta irregular obra no se dejen ver en todo su esplendor por culpa del interminable prólogo en el que ha convertido Richard Ford las 512 páginas de El heraldo de la tormenta.


Reseña "El libro de Ivo"

martes, 11 de noviembre de 2014

Título: El libro de Ivo
Autor: Juan A. Cuadra
Saga: La Ciudad #1
Año: 2014
Editorial: Fantascy
Páginas: 400
Precio: 16.90 €

En una ciudad sin nombre, un Hombre sin nombre sueña cada noche que es un asesino cruel y despiadado. cada mañana despierta temeroso de que un día el sueño se haga realidad. su temor y el deseo de proteger a la mujer que ama lo llevan a descubrir el origen de sus pesadillas: la reina mab, dueña y señora del reino, la responsable de que sus noches sean cada vez más terroríficas. Si acaba con ella, sus terribles pesadillas por fin cesarán. Y así lo hace. Y sin saberlo, desata un infierno en el mundo real que superará cualquier pesadilla que nadie hubiera podido soñar jamás... 

Opinión

Allá donde fueres, haz lo que vieres. Y como hoy toca hablar de una novela ciertamente macabra, retorcida y oscura (que eso mismo es lo que nos han querido vender hasta la saciedad), voy a enfundarme el disfraz de oveja negra con todas las consecuencias que eso conlleva. A poco que seas visitante asiduo de blogs y webs especializadas en literatura fantástica, es muy probable que hayas oído hablar de El libro de Ivo y de las espectaculares reseñas que le dedican en los medios al debut de esta joven promesa nacional llamada Juan Cuadra (he podido comprobar que las comparaciones llegan sin ningún tipo de pudor hasta el mismísimo Neil Gaiman). Pero lo cierto es que después de leer esta novela que da comienzo a una saga de fantasía urbana con buenas dosis de horror entre sus páginas, tengo la ligera sensación de que tal derroche de halagos solo viene a enmascarar en la medida de lo posible una evidente -a la par que comprensible- falta de recursos narrativos y una palpitante inexperiencia como escritor.

No se me entienda mal. Creo que El libro de Ivo es una novela francamente entretenida, original y contundente que rebosa una multitud de ideas buenas y prometedoras, preparadas para ser explotadas en un futuro de manera mucho más satisfactoria. Pero en su decisiva carta de presentación, Juan Cuadra se muestra bajo mi punto de vista un tanto titubeante en la exposición de dichas ideas y su perceptible anhelo de estar en todo momento a la altura de las circunstancias a veces entorpece la conexión entre el lector y la historia que le están contando. Ahora bien, ¿cuál es esa historia? Resulta cuando menos complicado realizar un esbozo global de todo cuanto acontece en el interior de El libro de Ivo, pues la gran multiplicidad de personajes, puntos de vista, líneas temporales y tramas paralelas da lugar a una enrevesada estructura argumental entre cuyos intersticios se percibe una obra cargada de aventuras, magia, locura, fantasías y terribles pesadillas que transcurren seductoramente en el plano de lo onírico. Asesinos sin escrúpulos, exóticas futurólogas orientales, asesores de seguros que juguetean con poderes demoníacos y fascinantes deidades encargadas de proteger los límites entre el mundo real y el de los sueños son algunos de los elementos que Juan Cuadra dispone con mayor o menor acierto por todo el tablero de su novela para ofrecernos una historia que quiere sacara a relucir nuestros más bajos instintos animales.

Hay cosas que deben ser contadas. Si no, se te van metiendo por dentro, se agarran a las paredes del alma y llega un momento en el que empiezan a pudrirse. Y tú te pudres con ellas.

Una de las cosas que más me han chocado leyendo El libro de Ivo es que se lo considere como un libro de terror. Es cierto que contiene innumerables escenas poco recomendables para estómagos sensibles, pero algunos parecen olvidar que la sola mención de lenguaje soez, sexo o violencia explícitos no siempre basta para infundir miedo en el lector si faltan la angustia, la indefensión, el asco o la sensación de asfixia que suelen acompañar a este tipo de pasajes y que completan la atmósfera idónea pretendida por el autor. En ese sentido, El libro de Ivo se me ha quedado casi siempre a medio a gas, viéndome obligado a contemplar masacres, sacrificios rituales, evisceraciones, sadomasoquismo y hasta la extracción -indolora (?)- de un globo ocular con una indiferencia absoluta precisamente por el tono aséptico y desafectado de la narración, plagada de naderías estilísticas, lugares comunes, pretensiones literarias poco menos que nulas y una desesperante repetitividad. Que los personajes me hayan parecido a su vez una ristra de arquetipos caracterizados de manera insulsa tampoco ha favorecido que me llegara a importar su devenir en prácticamente ningún momento de la historia.

Lo que sí ha hecho muy bien Juan Cuadra en El libro de Ivo es presentarnos su visión de un Reino fantástico destinado a proteger el equilibrio de la cordura humana. Sin duda alguna, los mejores momentos de la novela los he encontrado allí donde una serie de encarnaciones que vienen a representar distintos tipos de conductas desviadas debaten y ponen en marcha un plan para restablecer la normalidad perdida en el Reino tras el asesinato de su principal protectora. El escritor malagueño se desenvuelve mucho más a gusto en la creación de una mitología propia y en su exploración de las fantasías más perturbadoras que en el soporífero apocalipsis freudiano a punto de cernirse sobre el mundo de los mortales, que para colmo termina en un final abrupto y carente de emoción. Aún así, a pesar de sus considerables defectos (o precisamente gracias a ellos) y de mis críticas inmisericordes, El libro de Ivo es una lectura que me ha sabido a poco... en el mejor de los sentidos. Me ha dejado con ganas de más. Ganas de explorar en profundidad el intrincado universo del que el Reino y la Ciudad son núcleos apasionantes y dicotómicos. Ganas de conocer a esos personajes que aquí han quedado relegados a un segundo plano. Y ganas, sobre todo, de experimentar otras facetas del autor y comprobar de primera mano que todos esos ojos puestos en él están ahí por una sola razón: su latente e indiscutible potencial.


Reseñas breves [64-66]

lunes, 10 de noviembre de 2014

La noche de los judíos vivientes, Igor Ostachowicz
Nube de tinta - 288 páginas - ★★★½

La idea de fusionar ´judíos´ y 'zombies' en un único concepto es una premisa cuya simple mención podría ser suficiente para que muchos lectores no asiduos al género del terror huyeran despavoridos y no quisieran acercarse al debut literario de este escritor polaco ni aun estando hecho de oro. Sin embargo, a todos esos que solo esperan encontrar entre las páginas de este libro un batiburrillo sin sentido de guiones desechados para una película de serie B, siento comunicar que La noche de los judíos vivientes es mucho  más divertida de lo que parece. No me cabe la menor duda de que La noche de los judíos vivientes es uno de los libros más bestias, descarados e irreverentes que he tenido la oportunidad de leer en mucho tiempo, y es precisamente esa capacidad de pillarte con los calzones bajados hasta el suelo uno de los principales atractivos que bajo mi punto de vista tiene la novela. La historia transcurre en las calles de un antiguo gueto de Varsovia, donde el robo de una joya con poderes tan milenarios como desconocidos por su poseedor ha desencadenado el levantamiento de una horda compuesta por espíritus con algunas cuentas que zanjar, nazis sodomitas sin escrúpulos y skinheads decididos a descubrir nuevas formas de expresar la violencia callejera. El protagonista es un antihéroe de manual entre cuyas discutibles virtudes se encuentran el egoísmo, la más absoluta desidia y una flagrante misoginia que no duda en practicar continuamente (supongamos que para no perder la costumbre), pese a lo cual parece ser el hombre designado por el destino para impedir el inminente apocalipsis hitleriano que se cierne sobre la ciudad. Gamberra, insolente, controvertida y muy, muy original, La noche de los judíos vivientes es de ese tipo de novelas capaces de arrancarte una sonora carcajada y seguidamente hacerte sentir culpable por demostrar semejante ramalazo de maldad. La estructura un tanto deshilvanada de la historia y el caos general que reina sobre la narración (creo que en este sentido la traducción deja un poco que desear) la convierten en una lectura de complicado acceso. Pero una vez que te acomodas a ella -todo lo cómodo que puede sentirse alguien revolcándose por un vertedero- sin duda es una historia a la que merece la pena dar una oportunidad.


Cibertormenta, Matthew Mather
Ediciones B - 416 páginas - ★★★★

Si alguna vez te has preguntado qué sería de nosotros sin el constante zumbido de la red electrónica aleteando sobre nuestras cabezas o hasta qué punto tu dependencia a los dispositivos de última tecnología ha convertido la privacidad de tus datos en un objetivo tremendamente vulnerable, no te preocupes. Ahórrate el esfuerzo de seguir imaginando escenarios catastróficos porque ya lo hace Matthew Mather por ti. A ritmo de apasionante thriller conspiratorio y haciendo gala en todo momento de un formidable pulso narrativo -basado en diálogos brillantes y un estilo ligero pero sumamente descriptivo-, este escritor británico nos regala en Cibertormenta una de las novelas más frenéticas, adictivas y vertiginosas de la temporada; una novela que, aun sonando a tópico, no se puede dejar de leer por mucho que lo intentes. En ella, un grupo de personajes de lo más variopinto (desde el típico padre de familia que lucha por mantener su matrimonio unido hasta una encantadora pareja de ancianos que defendieron su ciudad natal frente a la invasión alemana de la Segunda Guerra Mundial) se enfrentan al lento declive logístico de Nueva York, donde los constantes fallos en el suministro eléctrico, los rumores sobre un posible ataque cibernético a gran escala, la propagación de una terrible amenaza vírica y el inminente estallido de una tormenta de nieve convierten a la ciudad en el escenario de una batalla campal por sobrevivir a las sucesivas catástrofes que se avecinan. Inteligente, reveladora, salvajemente entretenida y muy bien documentada, Cibertormenta es una historia bastante recomendable sobre el futuro de la era tecnológica y los peligros de no acotar el activismo ideológico en la red que, además, sirve como plataforma para expresar la interesante contradicción existente en aumentar la seguridad ciudadana a coste de sacrificar las libertades individuales y poner de manifiesto la hilarante hipocondría de una sociedad -la norteamericana- que parece ir cosechando enemigos allá por donde pasa su apabullante maquinaria diplomática.


El chef, Simon Wroe
Salamandra - 320 páginas - ★★★★

Movido por la necesidad de realizar una importante confesión y de esclarecer al máximo posible los detalles de un turbio crimen cometido en circunstancias extremas, el protagonista de esta novela comienza la historia narrando su llegada a las cocinas de un restaurante situado en Camden Town cuyo jefe es conocido sobre todo por su afición a infligir castigos desproporcionados a sus trabajadores. Poco a poco iremos descubriendo los dramáticos antecedentes personales del narrador (un joven cándido e inexperto recién licenciado en Literatura que además huye de una familia desestructurada) y conociendo más detalles sobre la arriesgada jornada laboral de una cuadrilla de cocineros compuesta por personajes absolutamente esperpénticos e inolvidables. No cabe duda de que Simon Wroe, el ex chef y actual periodista gastronómico que ha dado vida a esta deliciosa novela, conoce su profesión a las mil maravillas y se desenvuelve estupendamente bien entre los opresivos humos de una cocina cargada de malos rollos. Lejos de optar por esa versión bucólica y a todas luces tergiversada que pretenden inculcarnos la mayoría de actuales programas televisivos, El chef ofrece una perspectiva mucho más realista del mundillo culinario en el que salen a relucir los instintos más bajos del ser humano, la competitividad encarnizada de unos trabajadores poco menos que explotados y los oscuros trapicheos de personas poco recomendables que suelen rondar determinados círculos de bajo fondo. La sinopsis de esta novela prometía encajar sin grandes complicaciones con mis preferencias literarias, pero a decir verdad nunca pensé que iba a terminar gustándome tanto la divertidísima, mordaz y entrañable obra de Simon Wroe. Escrita con verdadera pasión y un incontestable talento, El chef es mucho más que un simple libro de recetas o una siniestra crónica underground de la oferta culinaria londinense; también es una conmovedora historia de crecimiento y superación personal en un mundo construido a base de expectativas frustradas, un relato que ahonda como una certera cuchillada en el complejo mundo de las relaciones familiares y nos enseña a buscar la reconciliación con nuestro pasado en lugares tan insólitos como el viejo y desportillado fondo de una olla a presión.

IMM 57#

domingo, 9 de noviembre de 2014

"In my mailbox" es una sección nacida en Pop culture Junkie y que se extendió gracias a The story siren. Consiste en mostrar cada cierto tiempo los últimos libros adquiridos, ya sea comprados, regalados o enviados por parte de alguna editorial.





¡Hola a todos! Como viene siendo habitual, hoy domingo venimos a enseñaros los libros que hemos adquirido durante las últimas semanas. Novedades editoriales, libros un poco más antiguos, Premios Nobel, prometedores comienzos de sagas... Sin duda, este IMM viene cargadito; ¿le echas un vistazo?:


1. El teorema Katherine, John Green: Si la gente sostiene mil razones para seguir pasándose el día hablando de John Green, yo sostengo mil y una para no hacerlo. La más importante, por supuesto, es que ya está todo dicho. Aunque no comulgo ni lo más mínimo con el movimiento -¿religioso?- que gira en torno al escritor estadounidense, tampoco soy partidario de enjuiciar la obra de un autor basándome únicamente en filias o fobias personales. Y como Bajo la misma estrella fue un libro que en su momento me gustó bastante, me apetecía seguir explorando la producción novelística del que para muchos es patriarca, representante y autoridad suprema de la literatura juvenil actual. Ya veremos cómo de grande le queda ese título. 


2. Las dos señoras Grenville, Dominick Dunne: Respetado cronista de la alta sociedad neoyorquina, Dominick Dunne desvela en esta deliciosa novela de intriga la historia de una mujer de origen humilde que en los años cuarenta consiguió embelesar con sus encantos al heredero de una de las sumas más importantes de la época, haciendo recaer sobre sí misma las sospechas de un clan familiar que solo parece ver en ella una simple cazafortunas. Amor, lujo, elegancia y muerte se dan la mano en una novela de apariencia tan sofisticada como prometedora. ¿Quién dijo que ser rico estaba exento de preocupaciones?


3. A la sombra del árbol violeta, Sahar Delijani: Una de las funciones más importantes y a la vez más bellas de la literatura es la de dar voz a personas que por cualquier otra circunstancia no han podido expresar sus testimonios fuera de la página impresa. En esta ocasión, la escritora de origen iraní Sahar Delijani relata bajo una pátina de ficción los recuerdos de su infancia en las calles de Teherán, ciudad oprimida bajo el yugo de una época convulsa en el terreno político, y nos introduce en la piel de unos personajes encantadores cuyas vivencias marcarán profundamente al lector.


4. No soy ese tipo de chica, Lena Dunham: Lo sabemos, Lena. Sabemos que no hay nadie como tú, nadie que se atreva a hablar de sus intimidades con una sinceridad tan flagrante y esa semejante falta de tapujos, nadie que sea capaz de revolucionar el panorama televisivo con admirable inteligencia, espíritu de transgresión y economía de medios. No hay nadie que despierte tal cantidad de odios y pasiones, nadie que se presente a una gala de premios con el primer vestido de mercadillo que pilla, el pelo tintado de rosa o los sobacos sin depilar. Y por eso queremos leer tus memorias, Lena. Porque la más mínima pizca de veracidad que se halle entre sus páginas superará con creces cualquier ficción que nos atrevamos a concebir. 


5. La glándula de Ícaro, Anna Starobinets: Aunque esta colección de relatos no es la primera que publica Nevsky de la escritora rusa, sí es la primera que cae en mis manos. Bueno, ¿qué decir de ella? Es difícil describir lo incalificable. Delimitar a un simple grupo de oraciones todo el talento, el genio y la deslumbrante inventiva que derrocha Starobinets entre las páginas de esta antología. Imprescindible. En serio. Compradla. Ya tendréis tiempo de agradecérmelo después. 


6. Cibertormenta, Matthew Mather: Uno de los últimos lanzamientos de Ediciones B es esta adictiva novela situada a medio camino entre la ficción apocalíptica y el thriller conspirativo, un libro que nos enseña hasta qué punto la tecnología ha llegado a dominar nuestras vidas y los peligros que comporta dicha situación en un mundo globalizado, dependiente del espacio cibernético y vulnerable ante las diversas tensiones internacionales que se cuecen hoy día. Muy recomendable. 


7. El rito, Laird Barron: Poco a poco, Barron está dejando de ser un completo desconocido en nuestro país. A base de publicar relatos suyos en proyectos como el de Fata Libelli o en las extraordinarias antologías de Valdemar, la retorcida mente del escritor estadounidense comienza a ser un rasgo distintivo en la narrativa de terror que se publica a nivel nacional. Precisamente la colección Insomnia de Valdemar acoge el primer acercamiento de Laird Barron al género de la novela, una apasionante historia de influencias lovecraftianas que te hará temer la llegada de criaturas verdaderamente espeluznantes a nuestro universo.


8. La infancia de Jesús, J.M. Coetzee: No, no estamos ante el primer volumen de mi posible biografía. En realidad, el autor sudafricano galardonado con el premio Nobel relata en esta novela las vicisitudes de un hombre y un niño que emigran a otro país y allí se ven obligados a comenzar una nueva vida bajo una nueva identidad. Las dificultades del cambio, la confrontación ente el pasado y el futuro de los protagonistas o la búsqueda de la propia identidad son algunos de los grandes temas que se abordan en esta obra.


9. La pandilla de Asakusa, Yasunari Kawabata: Y del Nobel sudafricano pasamos a su homólogo japonés. Kawabata emprende a lo largo de esta novela un vívido retrato social sobre el célebre barrio nipón de Asakusa, distrito que en los albores del siglo XX representaba para la escena cultural japonesa un auténtico hervidero de actividad lúdica, decadencia y placeres prohibidos. Después de lo mucho que me gustó País de nieve, tengo unas ganas terribles de ponerme con otra de sus obras.


10. Alabanza, Alberto Olmos: Ambientada en un futuro más o menos próximo en el que la literatura ha desaparecido de la sociedad, Alabanza es una obra que ha conseguido colarse en mi lista de futuras lecturas sobre todo por las buenas críticas que he leído sobre ella (y a pesar de otras bastante malas que circulan por ahí, todo sea dicho). Aunque los libros de autor español que publica esta editorial me suelen transmitir mucho reparo como el cine, las series, la música..., creo que Alabanza me puede sorprender de forma positiva.


11. Amanecer rojo, Pierce Brown: Desde RBA nos llega esta esperadísima novela juvenil que, si me he informado bien, transcurre en una colonia marciana donde los seres humanos se dividen en castas representadas por colores y en la que (presumiblemente) en algún punto intermedio de la historia se lía muy parda. Tiene una pinta bastante apetecible, veremos a ver si consigue estar a la altura de todas esas expectativas que ha generado antes de su publicación. 


12. Buscando a Alaska, John Green: ¿Os pensabais que mis rencillas con John Green se iban a solucionar en un solo asalto? No, hijos, no. Los combates se pelean en varios rounds. Y por lo que sé, más de uno querría enfrentarse a algún que otro personaje 'hostiable'. Si las novelas de este escritor están repletas de jóvenes caucásicos de clase media que se buscan a sí mismos, a sus novias o una forma de superar los problemas de la adolescencia con un ratio de traumas igual a cero, puede que Buscando a Alaska sea el epítome de su producción literaria. De momento, lo único que sigo buscando en un hueco para ponerme a leerla.


13. El libro de Ivo, Juan Cuadra: El último lanzamiento al mercado de la editorial Fantascy es una sorprendente pieza de terror sobrenatural firmado por autor español que nos adentra en un peligroso mundo de sueños, brujería y seres de naturaleza abyecta. Tendréis una reseña más extensa de aquí a unos días, pero ya puedo adelantar que no me ha parecido en absoluto esa 'hostia en verso' que proclaman la mayoría de quienes lo han leído. No sé. Será que soy raro. 


14. El arco iris de gravedad, Thomas Pynchon: Estoy seguro de no ser el único que se ha planteado la existencia de esta novela como un arma de destrucción masiva. El cohete de la portada no es más que un misil lanzado por Pynchon para dinamitar nuestra cordura. Ningún ser humano dispone de la estructura muscular apropiada para soportar sus gigantescas dimensiones físicas. Se puede concluir por la evidente contundencia de lo antes expuesto que el enigmático escritor norteamericano es el mayor asesino en serie de las últimas décadas. Y aún así, no son pocos los que cada año se atreven a afrontar las innumerables posibilidades de muerte que esconde la emblemática obra de Pynchon entre sus mil y pico páginas. Diciembre es el mes escogido por los valientes integrantes del Man Pulizer Book Award para acometer de manera conjunta la lectura de El arco iris de gravedad. Y si te ha picado el gusanillo, aún estás a tiempo de cambiar de idea. No lo leas. No lo mires. Haz como que no existe. Solo así podrás salvarte. Nosotros ya estamos perdidos. 


Y una vez más, hasta aquí llega el IMM de hoy. ¿Habéis tenido la oportunidad de leer alguno de estos libros? ¿Cuáles son los que más os llaman la atención? Nos vemos en la próxima entrega de In my mailbox.

Reseña "Autoridad"

jueves, 6 de noviembre de 2014

Título: Autoridad
Autor: Jeff VanderMeer
Saga: Southern Reach #2
Año: 2014
Editorial: Destino
Páginas: 448
Precio: 18.50 €

Durante treinta años, el único contacto humano con el Área X, una zona donde una naturaleza
malvada ha acabado aparentemente con toda forma de vida humana, han sido las expediciones enviadas por la agencia estatal Southern Reach. Después del fracaso de la expedición número 12, narrada en la primera parte de la trilogía, Aniquilación, la agencia se encuentra sumida en el caos.
John Rodriguez ha sido nombrado nuevo director de la agencia. Con la única ayuda de un equipo en el que no puede confi ar, Rodriguez debe desentrañar qué sucedió en la última expedición. Pero a medida que resuelve los enigmas que rodean el Área X, Rodriguez se ve enfrentado también a su propia verdad y a la de la agencia que dirige. Y las consecuencias de todo ello pueden ir mucho más lejos de lo que imagina.

Opinión

Que Southern Reach es una de las trilogías más destacadas, controvertidas y mediáticas de los últimos años es un hecho situado fuera de toda discusión. Ser el centro de atención, el foco sobre el que recaen miles de inquisitivas miradas, es un privilegio al que acceden muy pocos libros de todos los que se publican anualmente, pero también puede convertirse en un arma de doble filo cuando las expectativas que genera esta sobreexposición planificada sirven de plataforma para expresar un descontento visceral. La fama es así; traicionera, efímera, fraudulenta... conlleva múltiples riesgos. Sin embargo, si hay algo de lo que -en mi humilde opinión- puede presumir la fenomenal trilogía de Jeff VanderMeer es de estar indudablemente a la altura de las circunstancias. Nada más salir a la venta, Aniquilación supuso un contundente puñetazo en la mesa de novedades y se convirtió por razones de gran peso en una de las mejores lecturas que tuve el placer de experimentar en todo lo que había transcurrido de 2014. El listón, como se suele decir, estaba muy alto. Pero Autoridad, continuación directa de esa apasionante historia engendrada por la retorcida mente del escritor norteamericano, no me ha defraudado en absoluto.

El Área X es una zona de la que nadie escapa indemne. Misteriosa e indescifrable por naturaleza, la protagonista absoluta de esta trilogía es una región incognoscible de la costa estadounidense afectada por una especie de desastre ecológico, delimitada por una frontera invisible que protege sus más recónditos secretos y capaz de inducir a una irremediable locura a todo aquel que ose traspasar sus dominios. La repentina e incomprensible aparición de este territorio coincide con la creación de una agencia gubernamental (Southern Reach) dedicada en cuerpo y alma a estudiar hasta el más mínimo detalle relativo al Área X, para lo cual envían sucesivas partidas de expedicionarios que por norma general acaban en la desaparición, muerte o enajenación de sus respectivos miembros. Sin duda alguna, tras los impactantes acontecimientos de la anterior entrega había muchas cosas que contar al inicio de este libro; muchas cuestiones en el aire, muchos interrogantes, muchos frentes abiertos, muchas cuentas pendientes... Y será precisamente entre las páginas de Autoridad donde al fin se trate de responder a bastantes de estas preguntas, adentrándonos para ello en las profundidades burocráticas y administrativas de una empresa que anda en sus horas más bajas tras numerosos años de infructíferas investigaciones.

El problema es que a nadie le gusta la gente que viene a arreglar las cosas ─"Eh, deja que te enseñe qué estás haciendo mal"─, y menos si piensas que el arreglador necesita un arreglo.
      Siempre empezaba bien, pero no siempre acababa igual.

Ahora bien, meterse en la boca del lobo a menudo significa llevarse un buen mordisco. Y si no, que se lo digan al protagonista de Autoridad, un funcionario denominado Control que sin comerlo ni beberlo se ve al frente de la institución para la que trabaja, una agencia extremadamente hermética, repleta de irregularidades, personajes misteriosos, desconocidos que le imparten instrucciones por teléfono y salas de interrogatorios donde parece aflorar de todo menos la verdad. Control es un personaje tremendamente irónico en su misma concepción: un pelele con buenas intenciones que a pesar de su elevado puesto en la jerarquía organizativa, resulta estar en los peldaños más bajos de la cadena de mando. A medida que va descubriendo nuevos datos sobre la estructura interna de Southern Reach, el desconcertante interior del Área X, las supervivientes de la última expedición enviada y también sobre su propio pasado, Control comenzará a perder el contacto con la realidad que le rodea y a poner en entredicho la veracidad de todos sus conocimientos almacenados.

En ese sentido, Autoridad es una novela ejecutada de manera sobresaliente, un thriller imbuido de una atmósfera altamente paranoica y conspiratoria que maneja los distintos hilos argumentales con la habilidad de un experto titiritero y el hipnótico influjo de una prosa muy elaborada (de hecho, considero el inimitable estilo de VanderMeer uno de los principales atractivos con los que cuentan sus obras). Acariciando de manera voluptuosa los límites entre el terror psicológico y la ciencia-ficción convencional, el autor de Autoridad reinventa las reglas del juego en una lectura que a nivel personal me ha resultado tan adictiva como gratificante, una lectura no tan frenética ni concentrada como Aniquilación, pero más más esclarecedora, más profunda en su mirada y más resolutiva en sus intenciones. Es cierto que a veces la trama vagabundea sin destino aparente, que ciertas escenas solo alcanzan la categoría de anecdóticas o que un ligero recorte podría haber mejorado sustancialmente la valoración general de la historia y eliminar esa sensación de contenido innecesario. Pero también es verdad que VanderMeer ha conseguido camuflar esos -por un lado, discutibles- defectos bajo una ristra de laberínticos recorridos narrativos donde lo más importante es ir recogiendo todas las piezas del puzzle e intentar vislumbrar la imagen completa que forman. El resultado, de momento, está mereciendo muchísimo el esfuerzo.


 
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