«Se sabe desde el Medievo. La vida es una enfermedad terminal».
Título original: The Bone Clocks
Traducción: Laura Salas Rodríguez
Año: 2014
Editorial: Literatura Random House
Páginas: 720
Valoración: ★★★★★
No sé si es algo que David Mitchell ha ido elaborando sobre la marcha o si se trata de un plan maestro, orquestado con precisión de relojero a través de los años. Pero la realidad es que, para quien esté familiarizado con la ambiciosa y monumental obra del escritor británico, Relojes de hueso puede suponer una interesante y reveladora reinterpretación de tramas y personajes pasados que se abre a una auténtica infinitud de posibilidades. Otra opción, bastante plausible, es que no estemos hablando más que de los imposibles delirios de un fanático y enamorado empedernido de ese universo común en el que conviven todas las novelas de Mitchell. Sea como fuere, una cosa es evidente, y es que, a pesar de su completa integridad como novela independiente, Relojes de hueso se puede abarcar de dos formar distintas: habiendo leído antes otras novelas del autor o escogiéndola como rito de iniciación a un mundo tan asombroso como intrincado.
A los miembros del primer grupo no se nos escapa que la estructura de esta nueva obra guarda grandes semejanzas con la de El atlas de las nubes, una brillante matrioska literaria compuesta por seis historias enmarcadas en seis géneros diferentes que tienen lugar en seis escenarios y seis períodos distintos. En esta ocasión, Relojes de hueso arranca en el año 1984, fecha de resonancias orwellianas que en la novela de Mitchell supone la puesta en marcha de algo más que un simple organismo de control. Estamos en la Inglaterra de Thatcher, y una joven Holly Sykes se escapa de casa tras pelearse con su madre y descubrir que su maravilloso novio se la está pegando con otra. Determinada, a pesar de las circunstancias, a tomar el control de su vida, Holly huye sin saber muy bien adónde, encontrándose por el camino con una extraña desconocida que le pide asilo y que marcará a partir de entonces un futuro repleto de momentos inexplicables.
En Relojes de hueso, David Mitchell demuestra haber dominado con maestría el arte de esparcir piezas sobre el tablero que a primera vista no guardan relación entre sí. Sin embargo, la imagen surge cuando menos te lo esperas y lo hace para quedarse estableciendo conexiones imposibles en tu cabeza. Sí, para formar un paisaje absolutamente épico que versa en multitud de escenarios y voces sobre la vida y la muerte y sobre la interminable lucha entre dos formas enfrentadas e incompatibles de entender la eternidad. A lo largo de su emocionante vida, Holly se verá involucrada en la contienda: a veces en primera persona, a veces como espectadora distante o incluso inconsciente del intrincado tapiz metafísico que la rodea. Entremedias, Mitchell pone voz a personajes inolvidables (en ocasiones prestados de otras novelas suyas) que toman el relevo de Holly para contar sus propias tragedias paralelas.
En cualquier caso, las seis historias que componen Relojes de hueso dejan entrever resquicios de un universo fantástico que se nutre de la imaginación de Mitchell como si fuera la sangre que corre por nuestras venas. Seis piezas orquestadas de manera sinfónica que destacan la inigualable versatilidad y camaleonismo de un autor que aún no ha conocido género que se le resista. Sin embargo, el momento en que esta abertura entre el mundo real y el que hay al otro lado se hace lo suficientemente grande como para colarse por ella es cuando el verdadero potencial de la obra se manifiesta en todo su esplendor y te deja absolutamente noqueado. Tratándose de David Mitchell, no podía ser de otro modo.
Así pues, desde el relato de iniciación al reportaje periodístico, pasando por aventuras plagadas de una fantasía desbordante o futuros inhóspitos donde el cambio climático ha reconfigurado el mapa político del planeta, cada parte de las seis en que se divide la novela reinicia nuestras expectativas sobre la obra y extiende un poco más los límites de un proyecto cuya ambición no parece tener techo. Afortunadamente, Mitchell no puede salir más victorioso de su empresa. Leer cada página de Relojes de hueso es un verdadera delicia que no se experimenta todos los días. Especular sobre sus posibles ramificaciones, un desafío que estimula el intelecto y conmueve hasta lo más profundo del corazón. En definitiva, una novela prodigiosa, monumental, que marca el camino a recorrer por generaciones venideras de escritores. Si conseguís disfrutarla la mitad que un servidor, os puedo garantizar que tenéis diversión para rato.
En Relojes de hueso, David Mitchell demuestra haber dominado con maestría el arte de esparcir piezas sobre el tablero que a primera vista no guardan relación entre sí. Sin embargo, la imagen surge cuando menos te lo esperas y lo hace para quedarse estableciendo conexiones imposibles en tu cabeza. Sí, para formar un paisaje absolutamente épico que versa en multitud de escenarios y voces sobre la vida y la muerte y sobre la interminable lucha entre dos formas enfrentadas e incompatibles de entender la eternidad. A lo largo de su emocionante vida, Holly se verá involucrada en la contienda: a veces en primera persona, a veces como espectadora distante o incluso inconsciente del intrincado tapiz metafísico que la rodea. Entremedias, Mitchell pone voz a personajes inolvidables (en ocasiones prestados de otras novelas suyas) que toman el relevo de Holly para contar sus propias tragedias paralelas.
En cualquier caso, las seis historias que componen Relojes de hueso dejan entrever resquicios de un universo fantástico que se nutre de la imaginación de Mitchell como si fuera la sangre que corre por nuestras venas. Seis piezas orquestadas de manera sinfónica que destacan la inigualable versatilidad y camaleonismo de un autor que aún no ha conocido género que se le resista. Sin embargo, el momento en que esta abertura entre el mundo real y el que hay al otro lado se hace lo suficientemente grande como para colarse por ella es cuando el verdadero potencial de la obra se manifiesta en todo su esplendor y te deja absolutamente noqueado. Tratándose de David Mitchell, no podía ser de otro modo.
Así pues, desde el relato de iniciación al reportaje periodístico, pasando por aventuras plagadas de una fantasía desbordante o futuros inhóspitos donde el cambio climático ha reconfigurado el mapa político del planeta, cada parte de las seis en que se divide la novela reinicia nuestras expectativas sobre la obra y extiende un poco más los límites de un proyecto cuya ambición no parece tener techo. Afortunadamente, Mitchell no puede salir más victorioso de su empresa. Leer cada página de Relojes de hueso es un verdadera delicia que no se experimenta todos los días. Especular sobre sus posibles ramificaciones, un desafío que estimula el intelecto y conmueve hasta lo más profundo del corazón. En definitiva, una novela prodigiosa, monumental, que marca el camino a recorrer por generaciones venideras de escritores. Si conseguís disfrutarla la mitad que un servidor, os puedo garantizar que tenéis diversión para rato.