► Título original: The Will of the Many
► Serie: La Jerarquía #1
► Traducción: Carlos Loscertales
► Año: 2023
► Edición: Hidra (2025)
► Páginas: 800
El encendido debate en redes sobre el encarecimiento de los libros y la tendencia a fetichizar las ediciones con detalles superfluos, pero muy llamativos, a mí me ha pillado sujetando un ladrillo de 800 páginas con los cantos dorados. Sí, La voluntad de muchos es el libro que recomiendan los fisioterapeutas para tratar las lesiones de muñeca. Una novela que tienes que leer con el cerebro apagado y las gafas de sol puestas para no quemarte las retinas. Hace mucho que no me acerco a esta clase de obras de corte juvenil adulto, pero el título de James Islington ha cosechado reseñas tan positivas y tenía tanta pinta de postularse como la panacea de ese manido y omnipresente «romantasy» instalado en esta demografía que me atreví, por qué no, a darle una oportunidad. Spoiler: sale mal.
La voluntad de muchos es el primer volumen de una tetralogía en la que un imperio con reminiscencias romanas denominado la Jerarquía ejerce su implacable dominio sobre la población por medio de una estructura de poder en la que los ciudadanos ceden la mitad de su fuerza vital, o «voluntad», a un miembro del escalón superior. Islington imagina una sociedad dividida en tres estratos —Gobierno, Religión y Ejército— en la que unos pocos individuos acumulan una cantidad desproporcionada de fuerza e influencia, y donde las tensiones cada vez más evidentes entre las distintas facciones constituye el caldo de cultivo idóneo para la revolución.
En este contexto nos encontramos al protagonista de la novela, Vis, un príncipe exiliado, procedente de una nación recién conquistada por la Jerarquía, que sobrevive en los suburbios de la ciudad de Letens ocultando su identidad, a la espera del momento idóneo para cobrarse su venganza contra el imperio que se lo arrebató todo. Un día, Vis llama la atención de un importante mando militar con el que acaba formando una peligrosa alianza: bajo su protección, Vis deberá infiltrarse en la Academia Catena —una institución rodeada de incógnitas donde los hijos de las familias más prominentes de la Jerarquía se preparan para asumir sus futuros roles dentro del imperio— y desentrañar los hilos de una conspiración que podría sumir el mundo conocido en la más absoluta ruina.
Si lo que has leído hasta el momento te parece interesante, ten en cuenta que acabo de resumirte más o menos un tercio de la novela. Aunque la premisa cuenta con bastante potencial, Islington tiende a dilatar de manera innecesaria y exasperante el ritmo de la trama hasta límites absurdos. No existe absolutamente ninguna razón por la que este libro deba tener las páginas que tiene y la obra en general se siente como el inmenso prólogo de una historia que empieza de verdad en el siguiente tomo de la saga. El problema es que las ganas de llegar hasta ahí se han perdido por el camino y la verdad es que no me puede importar menos cómo continúe este pastiche de género fantástico en el que se habla mucho, pero no se cuenta nada.
En La voluntad de muchos, todo aspecto de la ambientación tiene el amargo sabor de una oportunidad desperdiciada. La estética romana se enarbola aquí como una simple excusa para espolvorear por el texto palabras aleatorias en latín y, aunque se mencionan de pasada detalles sobre la historia, política, cultura, mitología o el peculiar sistema de magia que caracteriza el universo de James Islington, por desgracia no se profundiza en ninguno de esos campos lo suficiente como para dotar al mundo de una tangibilidad que resulte inmersiva. Por si fuera poco, el elenco de personajes es plano hasta la saciedad, las escenas de acción transcurren de manera confusa, los giros argumentales carecen de propósito más allá del «shock value» y el estilo narrativo es de una pobreza y una literalidad que la experiencia de leer se convierte en algo tan dificultoso como intentar tragarse una cucharada sopera de canela. Por mucho que pretenda salirse de la norma, La voluntad de muchos es una propuesta insípida que proporciona poco material para reflexionar sobre el totalitarismo, las dinámicas de poder, la injusticia o las desigualdades sociales, más allá de echarle en cara a los oprimidos su participación en ese mismo sistema que los subyuga.
«Un sistema justo solo funciona si existe una manera objetiva de evaluar el mérito. Si el orgullo y el egoísmo no influyen. [...] Lo cual significa que los sistemas justos no pueden existir allí donde haya personas.»
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