► Título original: Evenings and Weekends
► Traducción: Mia Sánchez Postigo
► Año: 2024
► Edición: Letras de Plata (2025)
► Páginas: 384
Corre el año 2019, Londres está sumida en una sofocante ola de calor y las conversaciones a lo largo de la ciudad parecen monopolizadas por un acontecimiento tan dramático como singular: una ballena ha quedado varada en la orilla del Támesis. Con este desafortunado desastre ecológico como telón de fondo, Oisín McKenna (Dublín, 1991) despliega en su fascinante debut literario una intrincada red de historias conectadas entre sí, un variopinto elenco de personajes que vislumbran, retransmisión en vivo, cómo sus destinos permanecen en un estado de suspensión similar al del moribundo cetáceo.
Ed es un treintañero sin aspiraciones que deambula por un infierno de estupefacientes y trabajos precarios con el objetivo de conseguir lo suficiente para mantener al bebé que va a tener con su novia del instituto. A Maggie, por su parte, la noticia de su inesperado embarazo le hace plantearse una serie de preguntas incómodas sobre qué clase de vida está construyendo junto a Ed; hasta qué punto merecen la pena los sacrificios y renuncias que ha hecho para llegar hasta allí. Cuando ambos se dan cuenta de que criar a un hijo en la capital es un proyecto financiero absolutamente fuera de su alcance, la opción de regresar a su ciudad natal en los suburbios se erige como la única vía de escape, provocando que las dudas y la creciente sombra del fracaso derrumben los cimientos de todas las certezas en las que Maggie creía hasta entonces.
Phil, el mejor amigo de Maggie, es un homosexual sensible, inteligente, políticamente concienciado y preso de un elevado complejo de culpabilidad que se halla en el vértice solitario de una relación poliamorosa con su compañero de piso. Y Rosaleen, la madre de Phil, es una inmigrante irlandesa que ha hecho todo lo posible por desterrar de su identidad cualquier vínculo con su patria y que ahora está buscando, con serias dificultades, discernir cuál es el mejor momento y modo de contarle a su hijo que le han diagnosticado un cáncer muy grave. Aunque no son los únicos, estos cuatro personajes constituyen el epicentro de la tensión narrativa y conforman un relato poliédrico que avanza a paso lento, pero con seguridad, hacia una reveladora culminación. El aire es asfixiante, las grandes ciudades se están convirtiendo en espacios inhabitables y todo el mundo parece guardar un secreto que está a punto de reventar como una ansiada tromba de agua en un día tórrido.
Sin hacer gala de un estilo especialmente virtuoso, Oisín McKenna traza en Noches de fin de semana un retrato pormenorizado y emocionante de los personajes que habitan la novela, haciéndonos partícipes de sus miedos, inseguridades, incongruencias, traumas y momentos de catarsis con una sensibilidad y ausencia de juicios que irrumpe desde lo más auténtico de la experiencia humana. Londres, con su ritmo pegajoso y frenético, vibra como un personaje más de una obra que contiene momentos de una honestidad inaudita, especialmente en lo que respecta al análisis —planteado desde una óptica mordaz— de las relaciones modernas, con sus laberínticos pactos sociales y contratos tácitos que ni siquiera sus contrayentes a menudo consiguen descifrar.
Aunque el grueso de la historia transcurre a lo largo de dos jornadas vertiginosas, no se percibe en Noches de fin de semana ni un atisbo de premura o precipitación. Empleando un arsenal de referencias queer, McKenna aborda de manera audaz temas complicados —y delicados— como la experimentación sexual y de su papel formativo en la identidad del individuo; habla sin reparos de la degradación personal en el ámbito afectivo, de nuestra tormentosa relación con el cuerpo y sus embarazosos anhelos, de la insatisfacción existencial en los ámbitos social, político y económico actuales o de algo tan simple y universal como el miedo a la muerte... pero también de la extraña iluminación que puede acarrear su proximidad. Alumno aventajado de grandes cronistas contemporáneas como Sally Rooney y Zadie Smith, Oisín McKenna ha firmado en Noches de fin de semana un sólido debut que hace presagiar una carrera digna de ser escrutada.
«—¿No te gusta vivir aquí?
—Es que tengo la impresión de que siempre estoy esperando que pase algo, como si una de estas ocho millones de vidas fuese a estrellarse contra la mía para empujarme en dirección a otra cosa. ¡Pero nunca es así! Nunca pasa nada. La gente sigue a lo suyo, con la cabeza gacha. La gente de Londres está demasiado agotada como para ponerse a estrellarse contra los demás».
★★★☆
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