John Boyne - Una escalera hacia el cielo

miércoles, 1 de octubre de 2025



► Título original: A Ladder to the Sky
► Traducción: Eduardo Hojman Altieri
► Año: 2018
► Edición:  Salamandra (2025)
► Páginas: 432


Una escalera hacia el cielo es el libro idóneo para darse cuenta de que María Pombo al final tenía razón: leer no nos hace mejores personas. Y no hablemos ya de dedicarse a la escritura, que es directamente un rasgo evidente de psicopatía. Publicada por primera vez en 2018, la nueva obra de John Boyne (Dublín, 1971) no deja precisamente en muy buen lugar a sus compañeros de oficio. Más bien, Boyne esboza aquí un maquiavélico retrato ambientado en el mundo de las letras en el que se pone de manifiesto la vileza de un aspirante a escritor que no duda en recurrir a las tácticas más bochornosas para lograr prestigio y repercusión mediática. Y me parece fenomenal. Sí, la literatura ha estado siempre demasiado romantizada. Los circuitos literarios no son espacios bucólicos, sino auténticos circos romanos. ¿Vocación? ¿Talento? Admitámoslo: solo hace falta un buen puñado de vanidad para meterse en una industria que vive de airear miserias bajo la forma de un objeto hecho de papel y entrañas.

Después de una carrera que ha pasado con más pena que gloria, Erich Ackerman alcanza en el ocaso de su vida el estatus de autor de renombre gracias a un importante premio literario. Catapultado a las cumbres del éxito, convertido de la noche a la mañana en un referente y una sensación tanto por parte del público como de la crítica, Ackerman concilia su recién adquirida fama con el resurgimiento de un episodio lamentable: su participación en el régimen nazi cuando era poco más que un adolescente. En medio de esta situación, Ackerman conoce al joven Maurice Swift, un atractivo y seductor camarero del Berlín Occidental que se gana la confianza de Erich y se acaba convirtiendo, para su desgracia, en una explosiva mezcla de ayudante, confidente y objeto de deseo. Y es que Maurice, quien parece corresponder a las atenciones de Erich con la astucia y las veleidades de un felino, está en realidad transformando la biografía de su interlocutor en el fenómeno editorial del siglo.

Absorbente, impactante y diabólicamente entretenida, Una escalera hacia el cielo es una brillante tesis —a medio camino entre la sátira y el thriller psicológico— sobre la ambición desmedida y la ética de la narrativa. Maurice Swift es un personaje demoníaco, paradigma del parásito literario, al que amarás odiar y que constituye el núcleo de una novela apasionante donde John Boyne nos interroga sobre la naturaleza de la inspiración, el proceso creativo, el límite moral entre realidad y ficción o a quién pertenece la propiedad intelectual de las historias que usamos como sustrato. Plagada de referencias y guiños literarios —hasta el mismísimo Gore Vidal aparece como personaje en uno de los interludios—, Una escalera hacia el cielo es también un recorrido por los sinuosos caminos de la culpabilidad y la vergüenza, dos sustantivos que van unidos, como puntos de ruta inseparables e ineludibles, al mapa sentimental de una identidad, la homosexual, que se ha visto obligada por muchos motivos —desde personales a políticos— a existir relegada, reprimida, descartada como si fuera el capítulo censurado de una obra domesticada.

Para ser sinceros, no esperaba que Una escalera hacia el cielo me fuese a gustar tanto. Mi experiencia previa con John Boyne es tan limitada como infructífera, pero lo cierto es que esta última novela ha supuesto un agradable armisticio que me hace mirar la bibliografía del escritor irlandés con ojos mucho más curiosos. Maurice Swift es un villano excepcional, cabeza de cartel de un festival literario repleto de personajes vibrantes y muy bien definidos donde Boyne, lejos de sentirse incómodo, da rienda suelta a su corrosiva malicia para regalarnos una novela demencial, impredecible y que se lee de manera compulsiva. Uno no puede sino admirar con satisfacción el desarrollo de este drama en tres actos sobre el auge y caída del escritor fantasma, un yonqui del elogio y la sofisticación cultural que necesita succionar el trabajo ajeno porque sabe que, en el fondo, no es capaz de producir ni una sola idea original. Y es que, ¿no es esa una magnífica ironía? ¿Acaso no es rematadamente poético que los dioses nos castiguen concediéndonos aquello que más anhelamos?


«Debes recordar que así es como trabaja un escritor. Usa su imaginación. Intenta entender cómo es sentirse vivo en un momento que nunca existió siendo una persona que jamás vivió, diciendo palabras que jamás fueron pronunciadas en voz alta.»


★★★

0 comentarios :

Publicar un comentario

 
Generación Reader © 2012