►Título original: Ichininshou tansu
►Traducción: Juan Francisco González Sánchez
►Año: 2020
►Edición: Tusquets Editores (2021)
►Páginas: 288
Al reencontrarme con Murakami después de tanto tiempo he podido comprobar que el vínculo
que se establece con ciertos escritores no se deteriora con el paso de los años. Es entrar en la
primera página de Primera persona del singular y reconocer de inmediato una atmósfera
sumamente familiar donde lo mismo encuentras sexo raro que un profundo desconcierto vital.
Aunque me gusta mucho más el Murakami de larga distancia, he disfrutado las historias que
aparecen en esta nueva colección de relatos donde el autor japonés utiliza el narrador en primera
persona para difuminar los límites entre realidad y ficción con el sugerente magnetismo que le
caracteriza.
Así, en la evocadora y sensual «Áspera piedra, fría almohada», Murakami sienta el tono
que dominará toda la colección por medio de una historia en la que el protagonista relata su
desconcertante polvo con una escritora de tankas —un tipo de poesía tradicional japonesa—.
Murakami aprovecha el encuentro de los cuerpos para reflexionar sobre nuestro concepto de
intimidad y de la extraña pero conmovedora conexión que puede establecerse entre dos
individuos que coinciden, a veces, de manera tan momentánea como fortuita. En «Flor y nata»,
lo que en principio parece una cruel broma se transforma en un revelador acertijo. Tirando de su
vena más filosófica, Murakami entreteje un enigmático relato en el que el protagonista trata de
resolver un problema de difícil solución.
«Charlie Parker Plays Bossa Nova» es una genial demostración del imaginario
murakamiano que pone de manifiesto el potencial de la ficción como creador de universos
alternativos. A Murakami le basta un inocente arranque de creatividad para catapultarnos al
epicentro de un delirio onírico donde el mundo real y el fantástico convergen en forma de
singular relato. Otra de las piezas más destacadas de la colección es «Carnaval», en la que
Murakami vuelca su gusto por la música de Schumann y se regodea sin tapujos —y sin
importarle lo más mínimo las carencias que se le achacan a la hora de retratar a los personajes
femeninos— en la extrema fealdad de una mujer que parece ocultar un lado turbio tras una
máscara de refinamiento. Cabe mencionar además la simpática «Confesiones de un mono de
Shinagawa», en la que un simio parlante admite robar los nombres de las mujeres de las que se
enamora, provocando que estas acaben padeciendo esporádicas lagunas mentales.
Ingeniosa, impredecible y de carácter introspectivo, aunque también algo irregular,
Primera persona del singular es una buena colección de relatos que bien pudiera constituir la
puerta de entrada idónea al particular universo narrativo de Haruki Murakami. Con frecuencia,
los personajes de Murakami se ven zarandeados por la incertidumbre, incapaces de dar una
explicación sencilla a cuestiones que para el resto de los mortales pudieran parecer más bien
peregrinas. Quizá tenga algo que ver la curiosa tiranía de un lenguaje que tiene una palabra para
definir la costumbre de apilar por todas partes los libros que no se leen, pero que encuentra
dificultades a la hora de expresar todas las tonalidades de la emoción humana. Para llegar ahí, a
ese espacio donde algunos escondemos sentimientos que somos incapaces de nombrar,
siempre nos quedará Murakami.
«Quedaríamos expuestos a la intemperie de este mundo despiadado si no nos ocultásemos, en parte al menos, bajo el escudo protector de una máscara.»
PUNTUACIÓN: ★★★
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