►Título original: Burnt Sugar
►Traducción: Raquel Vicedo
►Año: 2020
►Edición: Temas de Hoy (2021)
►Páginas: 320
Azúcar quemado es la explosiva carta de presentación con la que Avni Doshi (Nueva Jersey, 1982) irrumpió hace un
par de años en el panorama literario, llegando a quedar finalista del Premio Booker en 2020. La
autora, estadounidense nacida en el seno de una familia de inmigrantes indios, explora la
convulsa relación de la protagonista con su madre, una mujer desagradable y severa que
comienza a mostrar síntomas de demencia. «Mentiría si dijera que nunca he sentido placer
cuando a mi madre le ocurre una desgracia», confiesa Antara en las primeras líneas de una obra
que deja bien claras sus intenciones desde el primer momento.
El origen de tan fascinante y compleja agresividad se encuentra en una infancia
problemática, marcada por el inexplicable arrebato de su madre de convertirse en la concubina
de un gurú religioso, arrastrando a su hija a una vida repleta de miserias y episodios
traumáticos. A raíz de esta época humillante, Antara se ha convertido en una persona rencorosa
y desapasionada, una mujer encerrada en sí misma que soporta a duras penas una existencia displicente junto a Dilip,
su anodino esposo, mientras trata de expurgar a través del arte los demonios de su pasado. La
novela, haciendo uso de una cronología desordenada, permite observar la historia familiar de Antara
desde diversos ángulos, todo en un intento desesperado de la protagonista de encontrar sentido
al errático comportamiento de su madre ahora que la enfermedad está a punto de arrebatarle sus
recuerdos.
Empleando una narración fragmentada, Avni Doshi elabora un contundente relato sobre
la íntima enemistad que une a madre e hija, derribando a su paso infinidad de mitos que el resto
de mortales hemos erigido en torno a este vínculo sagrado. La propuesta, sin duda, me parece
llamativa, pero el motivo por el que no he llegado a conectar con ella es la peculiar voz
narrativa que articula la historia. Antara es un personaje interesante, repleto de matices y aristas que van desde la provocación hasta el victimismo,
pero vive asentada en una aséptica monotonía que empobrece todos los rincones de la novela.
Su fijación obsesiva por los olores y fluidos corporales llega a ser irritante, por no mencionar
esos momentos totalmente descontextualizados en los que menciona de manera casual cosas
como, por ejemplo, que se imagina follando con su padre.
A pesar de sus aspectos negativos, Azúcar quemado no me ha parecido una novela
insustancial. Puede que los riesgos narrativos que asume Avni Doshi no sean santo de mi
devoción, pero es indudable que estamos ante una obra perspicaz y provocadora que se sale de
la norma. Doshi explora de forma poco ortodoxa cómo el trauma configura nuestra identidad y
expone los estragos de la apabullante violencia que se ejerce sobre las mujeres en distintos
ámbitos, recreando una visión poco halagadora de la india contemporánea y su vestigial
remanente del colonialismo británico. Sin el encanto ni la arrolladora fuerza de otras propuestas
similares —pienso en los Apegos feroces de Vivian Gornick—, Azúcar quemado es una obra
singular y atípica, pero que resulta mucho menos lacerante de lo que pretende ser.
«En el ashram había vivido sin ella añorándola al mismo tiempo, pero ahora que estábamos juntas avanzaba desorientada hacia el terror, sentía que me había equivocado, que tal vez no la quería ni la necesitaba, solo para acabar volviendo a la idea con la que había vivido toda mi vida, que estar sin ella era el infierno, la desgracia.»
PUNTUACIÓN: ★★
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