►Título original: Klara and the Sun
►Traducción: Mauricio Bach
►Año: 2021
►Edición: Anagrama (2021)
►Páginas: 336
Si El gigante enterrado era una pintoresca interpretación del género fantástico, en su primera
novela tras ganar el Nobel de Literatura en 2017 Kazuo Ishiguro (Nagasaki, 1954) se adentra de
lleno en el territorio de la ficción especulativa. Y lo hace resuelto, sin titubeos, sin dejar entrever
ni un solo segundo la inexperiencia o la inseguridad del primerizo. En realidad, muchos de los
temas que Ishiguro aborda en Klara y el Sol ya aparecían en Nunca me abandones, uno de sus
trabajos más populares —si no el que más—, pero en esta ocasión no de forma tan intangible ni
soterrada. Atrás quedaron las insinuaciones y las sugerentes medias tintas: aquí, robots e
inteligencia artificial se dan cita abiertamente para configurar un relato que es más humano que
nunca.
La narradora de la novela es Klara, una Amiga Artificial que se alimenta de energía
solar y que está destinada a servir como compañía para adolescentes taciturnos. Curiosa,
analítica y dotada de una excepcional capacidad de observación, Klara ve pasar los días desde
un expositor comercial a la espera de que alguien quede prendada de ella y decida llevársela a
casa. Durante los primeros compases de la novela, Klara contempla el mundo que se despliega
ante sus ojos virtuales con una mezcla de fascinación e incertidumbre, intercambia impresiones
con otra androide llamada Rosa y, en general, se deja sorprender por la indescifrable conducta
de las personas que pasan frente a la tienda sin percatarse de su existencia. Sin embargo, la
«vida» de Klara da un vuelco cuando finalmente Josie, una niña aquejada por una extraña
dolencia, decide comprarla para aliviar su soledad.
A partir de ese momento, Ishiguro pone en marcha los sofisticados engranajes de su
maquinaria narrativa y despliega ante el lector una historia tan misteriosa como apasionante,
siempre marcada por las sutilezas y los espacios en blanco. Al igual que Klara, asistimos
expectantes al devenir de los acontecimientos, tratando de vislumbrar hacia dónde nos lleva de
la mano Ishiguro y qué tenebrosas sombras esconden los resquicios de su universo distópico. En
Klara y el Sol, Ishiguro exhibe una vez más su característica sensibilidad literaria hilvanando
una novela pausada pero emocionante que, aun sin poseer un ápice de originalidad, indaga con
audacia en las complejidades de lo que significa ser humano y nos recuerda las dificultades que
siempre afrontará la tecnología en su empeño por reproducir todo aquello que nos identifica. La
amistad, el amor, el sufrimiento, la maternidad e incluso la espiritualidad… ¿puede todo el
espectro de la experiencia humana codificarse en forma de bits? ¿Puede un simple conjunto de
algoritmos demostrar más lealtad, compromiso y compasión que un ser de carne y hueso?
Aunque la fórmula de Ishiguro deja en el aire más cuestiones de las que resuelve —práctica que quizá ponga de los nervios a más de uno—, puede afirmarse que su efectividad
continúa a día de hoy totalmente intacta.
«Al mismo tiempo, lo que empezaba a tener claro era hasta qué puntos los humanos, en su obsesión por evitar la soledad, hacían maniobras que resultaban muy complejas y difíciles de entender».
PUNTUACIÓN: ★★★☆
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