►Título original: La figlia oscura
►Traducción: Edgardo Dobry
►Año: 2006
►Edición: Lumen (2018)
►Páginas: 152
Mucho antes de que Rosalía aprendiera a cantar, Elena Ferrante ya sabía lo que era una
verdadera motomami. Los mitos que se construyen alrededor de la figura materna llevan siglos
entre nosotros, mitos que van desde la absoluta e incuestionable abnegación hasta la renuncia a
cualquier tipo de deseo que implique realizarse individualmente, más allá de la progenie. Sin
embargo, en La hija oscura, publicada con anterioridad al boom comercial de la saga Dos
amigas, Elena Ferrante deconstruye algunas de estas falsas presunciones y se atreve a verbalizar
con implacable valentía el lado más vulnerable e irreverente de la maternidad.
En esta breve pero intensa novela de apenas 150 páginas nos encontramos a Leda, una
profesora de literatura inglesa, divorciada y madre de dos hijas, que se va de vacaciones a la
costa aprovechando que se queda sola una temporada. Un día, en la playa, conocerá a una
tumultuosa familia de Nápoles con la que entablará una ambigua relación, quedando fascinada
por la pequeña Elena y la muñeca que arrastra consigo a todas partes. Aprovechando el
desconcierto que se genera cuando Elena desaparece, Leda roba el juguete de la niña, que pasará
a convertirse en el oscuro objeto de sus meditaciones sobre el papel que ha desempeñado a lo
largo de su vida como mujer e hija, pero sobre todo como madre. Leda confiesa sin tapujos, por
ejemplo, el escollo que supuso el nacimiento de su primera hija para su trayectoria profesional,
prometedora, pero condenada a la extinción mientras la de su marido seguía desarrollándose sin
obstáculo alguno.
Desde una temperamental inquietud, Leda habla también de las exigencias afectivas, del
cansancio constante y de la sensación de estar diluyéndose bajo el peso de la responsabilidad,
los desaires, la frustración, la inocente ingratitud de los hijos. Leda habla de la soledad, del imperativo carnal, de la animadversión por el fruto de tu vientre. El desgarrador grito de Leda,
transformado en esa vorágine narrativa que solo Ferrante es capaz de desatar, atraviesa las
páginas de La hija oscura para iluminar espacios sepultados en la literatura convencional bajo el
estigma del tabú. Ferrante nos presenta a su antipática narradora a través de una mirada limpia,
desprovista de dogmas y prejuicios, que indaga sin remordimientos en la fantasía irreprimible
de abandonar el hogar sean cuales sean las consecuencias. Explosiva, elocuente y repleta de
interesantes simbolismos, La hija oscura constituye un apasionante testimonio del talento
narrativo de Elena Ferrante y de su inconfundible estilo desenfrenado, vertiginoso y enérgico, pulsión
indomable de la que es sin duda una de las escritoras más extraordinarias de la actualidad.
«Las niñas me miraban fijamente. Sentía que sus miradas querían amansarme, pero sentía aún con más fuerza el fulgor de la vida fuera de ellas, nuevos colores, nuevos cuerpos, nueva inteligencia, una lengua que por fin podía poseer como si fuese mi verdadera lengua, y nada, nada que me pareciese conciliable con aquel espacio doméstico desde el que ambas me miraban a la espera. Ah, volverlas invisibles, no sentir ya las exigencias de su carne como demandas más presentes, más poderosas que las mías.»
PUNTUACIÓN: ★★★★
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