►Título original: Storia della bambina perduta
►Traducción: Celia Filipetto
►Año: 2014
►Editorial: Lumen
►Páginas: 544
La niña perdida es un magnífico punto y final a la historia de Lenù y Lila, las dos protagonistas de la saga que ha situado a Elena Ferrante como una de las voces literarias más apreciadas de la actualidad. La de estas mujeres es una amistad volátil, esquinada, plagada de enfrentamientos y desaires que, no obstante, esconden una mutua admiración, un deseo airado de sacar a relucir lo mejor de cada una por medio de la otra. Esta ambigüedad, este deambular continuamente entre el amor y el odio, es una de las características más llamativas de la escritura de Ferrante, el vehículo a través del cual la autora italiana nos muestra su fascinante y descarnada verdad.
Encuentro su tendencia a la exaltación, a la hipérbole, particularmente entrañable en el caso de La niña perdida. Los personajes de Elena Ferrante, aventados por pasiones y furores incontrolables, parecen estar siempre descolgándose sobre el abismo o sufriendo raptos de locura transitoria. El amor se empaña rápidamente por una cortina de celos, inseguridad y malos humores que ni siquiera Lenù, a pesar de sus aspiraciones artísticas y su elevada formación académica, es capaz de evitar. Es precisamente su condición de persona cultivada y su creciente reputación como escritora de renombre lo que coloca a Lenù en el disparadero cuando su relación adúltera con Nino Sarratore se acaba materializando después de años y años forjándose en segundo plano.
Las violentas idas y venidas alrededor de Nino constituyen el principal foco de tensión narrativa durante los primeros compases de la novela, mostrándonos a una Lenù más vulnerable y desestabilizada que nunca en su infatigable persistencia por aferrarse a un romance que naufraga desde sus inicios. Así, a pesar de sus esfuerzos por distanciarse de Lila, de sus errores, de su carácter agrio y su conexión con esa Nápoles decrépita que las vio crecer, Lenù acaba pareciéndose cada vez más a la enemiga íntima de la que reniega con tanto ahínco y se sumerge en una espiral de decadencia capaz de destruir todo vínculo afectivo.
Por suerte, en las novelas de Ferrante los personajes estrechan y destruyen lazos con la velocidad de las reacciones químicas, lo que permite a Lenù encontrar consuelo en tiempos de necesidad con sorprendente rapidez. Hay un ímpetu en su escritura que parece tener miedo de la quietud, y por eso sus libros dan la sensación de estar en constante movimiento, en un estado de agitación urgente. La niña perdida no es una excepción. No es este un libro donde encontrar solaz, sino tragedias sucediéndose una tras otra como fichas de dominó. Sin embargo, lejos de recrearse en el dolor o en la pérdida, Elena Ferrante pasa de puntillas por las causas del conflicto para detenerse minuciosamente en las consecuencias, recreándose, no en la fractura, sino en la recomposición. Es por eso que la convulsa relación entre Lenù y Lila sobrevive al tiempo y a las adversidades y es por eso que encuentro tan deslumbrante la magistral exploración psicológica que hace Ferrante de sus dos protagonistas.
A lo largo de esta monumental saga de cuatro novelas, Elena Ferrante trata de capturar la vida de dos mujeres en todo su esplendor y complejidad, desde la infancia hasta la vejez, y creo que lo consigue con apabullante éxito. Es más, su retrato de la Nápoles sucia, brutal y devastada por las revueltas políticas, la precariedad económica, los tejemanejes locales encabezados siempre por los Solara y, especialmente en La niña perdida, el consumo de drogas, trasciende la esfera doméstica para ofrecernos una crónica imperecedera de los acontecimientos más decisivos que ha vivido Italia durante la segunda mitad del siglo XX. Su intensidad, arrojo y honestidad visceral hacen de esta serie una experiencia conmovedora e inolvidable, un proyecto de dimensión astronómica que no falla en su ambición ni flaquea cuando reduce la escala.
La niña perdida es la lucha de Lenù por desprenderse de su identidad, de su dialecto, de sus orígenes humildes. Es la voluntad inquebrantable de una madre que se desgasta por impedir que sus hijas tropiecen con las mismas piedras. Es una maravillosa reflexión sobre los entresijos de la creación literaria, concebida aquí como un recipiente donde hallar respuestas y dar forma a nuestras certezas más inconfesables. Y es, por encima de todo, un hermoso y necesario acto de rebeldía contra una mujer que pretende borrarse a sí misma cuando lo que todo el mundo debería hacer es, precisamente, recordarla.
"A diferencia de lo que narran los cuentos, la vida real, cuando ha pasado, no se asoma a la claridad sino a la oscuridad. Pensé: ahora que Lila se ha dejado ver así de clara, debo resignarme a no verla nunca más".
PUNTUACIÓN: ★★★★★
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