►Título original: A Start in Life
►Traducción: Catalina Martínez Muñoz
►Año: 1981
►Editorial: Libros del Asteroide
►Páginas: 232
Hoy día, las mesas de novedades parecen estar plagadas de «jóvenes promesas» que inician su carrera literaria a edades bien tempranas. Sin embargo, por muy notoria que sea su originalidad o frescura, la precocidad pocas veces puede competir contra la voz de la experiencia. El caso de Anita Brookner, prestigiosa escritora británica que en 1984 ganó el Man Booker Prize por su obra Hotel du Lac, demuestra que un debut tardío no es sinónimo de una trayectoria efímera. Al contrario, con más de una veintena de libros a sus espaldas, Anita disfrutó de un prolongado período creativo a pesar de que su primera novela, la que hoy nos ocupa, viera la luz cuando la autora tenía 53 años.
Teniendo en cuenta la enorme calidad de su obra, sorprende cuando menos el poco mimo que esta ha recibido en nuestro país. No obstante, como bien sabe la heroína de Brookner, hay cosas que solo se entienden con el paso del tiempo. «A sus cuarenta años, la doctora Weiss comprendió que la literatura le había destrozado la vida», es la rotunda y contundente afirmación con la que Anita Brookner nos presenta la historia de Ruth Weiss, una solitaria e introvertida profesora que se halla inmersa en la redacción de su tesis sobre las mujeres en la obra de Balzac. Para saber cómo puede alguien llegar a esa conclusión tan chocante habrá que esperar hasta el final de la novela, pues Brookner, tras una breve introducción, nos retrotrae hasta la infancia de Ruth en el barrio londinense de Oakwood Court.
Hija de un librero con no demasiado olfato para los negocios y de una histérica actriz cuya carrera languidece entre papeles de cada vez menor importancia, Ruth crece al amparo de los libros, educándose en los profundos dilemas morales que plantean las obras de autores como Tolstói, Dickens o Flaubert. Tras la muerte de su autoritaria abuela, Ruth es testigo de cómo el matrimonio de sus padres se desmorona, recayendo sobre ella la responsabilidad de mantener la familia unida cuando la convivencia se inclina hacia un inevitable colapso. Maggie Cutler, una incorregible e irónica viuda que los padres de Ruth contratan para que se ocupe de las tareas domésticas, y Anthea, una alocada amiga que hace las veces de consejera sentimental, se convierten en los pilares sobre los que se apoya Ruth en ausencia de otros referentes más sólidos. El egoísta infantilismo de sus padres, George y Helen, así como la negativa a resolver sus propios problemas, contrastan de forma cómica con la seriedad de Ruth, cuyo rito de paso a la madurez consiste en descubrir la abismal diferencia entre lo que ha aprendido de sus lecturas y lo que el mundo real tiene reservado para ella.
El desengaño, tanto vital como amoroso, es uno de los grandes temas que aborda Anita Brookner en esta obra, de ritmo pausado pero exquisita complejidad. Un debut en la vida es una fascinante novela de personajes que atraviesan el ojo clínico de la autora británica para revelarnos la devastadora fragilidad del romanticismo literario. Víctima de su abnegación, de su compromiso con las cargas familiares, las virtudes de Ruth terminan propiciando su declive personal, echando por tierra prometedores noviazgos y proyectos laborales de categoría. Sentirse identificado con su tragedia es casi un imperativo, una obligación inconsciente que nos hace admirar la capacidad de Brookner para intercalar el pesimismo que sobrevuela la historia con la luminosidad de su prosa. Caracterizada por su espíritu analítico, Un debut en la vida es una lectura sorprendente, enriquecedora y extrañamente divertida, como contar un chiste en un funeral. Por supuesto, no todo el mundo apreciará la retorcida satisfacción que se obtiene de soltar una carcajada en presencia de un cadáver. Para el resto, esta magnífica novela de Anita Brookner puede suponer un auténtico oasis de felicidad, un inesperado hallazgo que, lejos de destrozarte la vida, conseguirá hacerla más llevadera.
«En silencio, algunas tardes, con la cabeza apoyada en la mano, dejaba que el atardecer invadiera poco a poco su salita de estar y pensaba una vez más en la obra en la que se la había confiado un papel tan exigente».
PUNTUACIÓN: ★★★★½
Interesantísimo análisis; ya lo he apuntado como a leer y en mi lista de deseo de Amazon. Un placer leerte, como siempre, descubriéndome libros. Uns aludo desde Valencia
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