►Título original: Back to Berlin
►Traducción: Laura Salas Rodríguez
►Año: 1959
►Editorial: Periférica & Errata Naturae
►Páginas: 408
►Valoración: ★★★★
La colaboración entre Periférica y Errata Naturae es uno de los mayores ejemplos de sinergia editorial que se pueden encontrar actualmente en el mercado. Si el año pasado nos deleitaron con la asombrosa y emocionante Tú no eres como otras madres, este año repiten alianza para recuperar una joya que corría el riesgo de quedar injustamente relegada al olvido. Y es que Regreso a Berlín es una fascinante exploración de la identidad y la memoria que no merece pasar desapercibida. Ya desde la primera página, Verna B. Carleton nos inunda con una prosa tremendamente vibrante y diáfana para describir el viaje que la protagonista —una periodista estadounidense que permanece en todo momento como narradora imparcial— emprende con destino a Europa a bordo del Caribe, un buque cargado de exóticos y extravagantes pasajeros de diversas nacionalidades que conforman una peculiar masa multicultural.
Durante el trayecto, nuestra narradora conoce a un nutrido grupo de supervivientes de la Segunda Guerra Mundial y en poco tiempo logra entablar una entrañable amistad con Nora y Eric Devon, un matrimonio inglés que se muestra horrorizado cuando la periodista les revela su intención de visitar Berlín para mofarse de Hitler ante las ruinas del búnker donde se quitó la vida. Aunque ha pasado más de una década desde el final de la guerra, la simple mención de lo ocurrido en la Alemania nazi despierta en Eric una inmensa turbación que se traduce en temblores incontrolables y horribles pesadillas, síntomas inequívocos de un pasado turbulento que lucha por abrirse camino entre una marea de recuerdos enterrados.
A partir de ese momento crucial en el que los Devon, no sin reservas, deciden acompañar a la protagonista en su particular regreso a Berlín, la autora nos deleita con una sobrecogedora historia de autoreconciliación que guarda no pocas sorpresas para los implicados. Mientras los personajes de la novela (soberbiamente caracterizados sea cual sea su relevancia o peso en la trama) pasean por los enclaves más emblemáticos de una ciudad literalmente dividida en dos por un muro, Verna B. Carleton reflexiona de manera magistral sobre las consecuencias del horror y las diferentes formas que existen de afrontarlo. Algunos optan por la desvinculación absoluta, eliminando de manera fulminante cualquier vestigio de su antigua identidad en un intento de conservar algo parecido al honor. Otros, sin embargo, prefieren correr un tupido velo sobre lo que consideran sencillamente un episodio vergonzoso, sí, pero también aislado.
En cualquier caso, la ceguera voluntaria se presenta como un recurso más que apetecible para recomponerse de los traumas. Carleton, por el contrario, prefiere hurgar sin compasión en la herida. El suyo es un atentado directo contra esos instrumentos inservibles que son el tacto y la diplomacia. No es, como pudiera parecer, un rasgo de crueldad. Más bien, un empuje necesario que los personajes de la novela, en especial Eric Devon, no se atreven a dar por sí mismos. La suya es indudablemente una evolución espectacular, de hombre compungido y taciturno que vive atormentado por el rencor a alguien que logra sobreponerse a sus cicatrices, aceptándolas, dejando que formen parte de él una vez desprovistas de toxicidad. De este modo, Regreso a Berlín aborda cuestiones de profundo calado emocional sin adentrarse en una atmósfera plomiza, sino manteniendo siempre un tono luminoso y ligero, así como un ritmo dinámico, casi folletinesco, que no le resta ni una pizca de seriedad a los temas que Verna B. Carleton trata en el libro. Por eso, si tenéis la oportunidad, no dudéis en probar suerte con esta magnífica novela. Es de esas que se quedan con el lector mucho tiempo después de haber cerrado la última página.
Durante el trayecto, nuestra narradora conoce a un nutrido grupo de supervivientes de la Segunda Guerra Mundial y en poco tiempo logra entablar una entrañable amistad con Nora y Eric Devon, un matrimonio inglés que se muestra horrorizado cuando la periodista les revela su intención de visitar Berlín para mofarse de Hitler ante las ruinas del búnker donde se quitó la vida. Aunque ha pasado más de una década desde el final de la guerra, la simple mención de lo ocurrido en la Alemania nazi despierta en Eric una inmensa turbación que se traduce en temblores incontrolables y horribles pesadillas, síntomas inequívocos de un pasado turbulento que lucha por abrirse camino entre una marea de recuerdos enterrados.
A partir de ese momento crucial en el que los Devon, no sin reservas, deciden acompañar a la protagonista en su particular regreso a Berlín, la autora nos deleita con una sobrecogedora historia de autoreconciliación que guarda no pocas sorpresas para los implicados. Mientras los personajes de la novela (soberbiamente caracterizados sea cual sea su relevancia o peso en la trama) pasean por los enclaves más emblemáticos de una ciudad literalmente dividida en dos por un muro, Verna B. Carleton reflexiona de manera magistral sobre las consecuencias del horror y las diferentes formas que existen de afrontarlo. Algunos optan por la desvinculación absoluta, eliminando de manera fulminante cualquier vestigio de su antigua identidad en un intento de conservar algo parecido al honor. Otros, sin embargo, prefieren correr un tupido velo sobre lo que consideran sencillamente un episodio vergonzoso, sí, pero también aislado.
En cualquier caso, la ceguera voluntaria se presenta como un recurso más que apetecible para recomponerse de los traumas. Carleton, por el contrario, prefiere hurgar sin compasión en la herida. El suyo es un atentado directo contra esos instrumentos inservibles que son el tacto y la diplomacia. No es, como pudiera parecer, un rasgo de crueldad. Más bien, un empuje necesario que los personajes de la novela, en especial Eric Devon, no se atreven a dar por sí mismos. La suya es indudablemente una evolución espectacular, de hombre compungido y taciturno que vive atormentado por el rencor a alguien que logra sobreponerse a sus cicatrices, aceptándolas, dejando que formen parte de él una vez desprovistas de toxicidad. De este modo, Regreso a Berlín aborda cuestiones de profundo calado emocional sin adentrarse en una atmósfera plomiza, sino manteniendo siempre un tono luminoso y ligero, así como un ritmo dinámico, casi folletinesco, que no le resta ni una pizca de seriedad a los temas que Verna B. Carleton trata en el libro. Por eso, si tenéis la oportunidad, no dudéis en probar suerte con esta magnífica novela. Es de esas que se quedan con el lector mucho tiempo después de haber cerrado la última página.
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