►Título original: The Good Lord Bird
►Traducción: Miguel Sanz Jiménez
►Año: 2013
►Editorial: Hoja de Lata
►Páginas: 452
►Valoración: ★★★★
La literatura que aborda el período esclavista en los Estados Unidos acostumbra a tener un tono apesadumbrado, plomizo, que no pretende sino armonizar con los horrores que dicha institución supuso para los que vivieron aplastados por su yugo. Después de afrontar obras tan desgarradoras y emocionalmente exigentes como Beloved, Entre el mundo y yo, Volver a casa y, más recientemente, El ferrocarril subterráneo, parece casi un alivio encontrar un libro que se aleje de brutales padecimientos y sea capaz de recrear una atmósfera liviana o incluso jocosa bajo tan terribles circunstancias.
La novela de James McBride, galardonada en 2013 con el National Book Award, logra con creces su objetivo y sorprende entre otras cosas por el absoluto desparpajo de su voz narrativa. La hilarante autobiografía ficticia de Henry Cebolla Shackleford, un niño esclavo que pasó a formar parte del peculiar escuadrón comandado por el legendario abolicionista John Brown en los años previos a la Guerra de Secesión (1861 - 1865), constituye un relato vibrante y lleno de vida que intercala episodios de una terrible violencia con diálogos y escenas sencillamente descacharrantes. Cebolla cuenta en primera persona, y haciendo uso de un particular dialecto que se ha reproducido de manera excelente en su traducción al castellano, sus alocadas andanzas junto a Brown y sus compañeros, quienes lo toman de manera errónea por una chica y aseguran que la presencia de Cebolla en el grupo les garantizará la victoria en su temeraria cruzada contra la esclavitud.
Al más puro estilo Tom Sawyer y Huckleberry Finn, las aventuras de Cebolla Shackleford contenidas en El pájaro carpintero están plagadas de pillerías y malentendidos que le supondrán a nuestro protagonista más de un quebradero de cabeza. McBride crea un personaje absolutamente fascinante, un niño deslenguado, despistado y vivaz que cuestiona todo lo que ve a su alrededor sin llegar a encontrar nunca una explicación convincente para sus infortunios. Sus observaciones sobre la esclavitud se alejan mucho del habitual maniqueísmo. Cebolla, en su enternecedora ingenuidad e inexperiencia, se erige como portavoz de un pueblo que no concibe la libertad ni tampoco la desea porque no sabría qué hacer con ella. Así mismo, McBride explora con todo lujo de detalle las consecuencias de vivir bajo un disfraz de manera constante. El conflicto de Cebolla entre su identidad interna y su apariencia externa cristaliza a lo largo de la novela en un sinfín de frustraciones que no solo afectan a su relación con el sexo opuesto sino a la que mantiene con sus congéneres masculinos.
En general, El pájaro carpintero es una novela que oscila entre lo dinámico y lo vertiginoso, entre lo cómico y lo dramático. No obstante, McBride sujeta en todo momento las riendas de la narración y demuestra un prodigioso dominio de los tiempos que no se suele ver muy a menudo. También es una obra que abraza tanto lo mundano como lo espiritual, haciendo alarde de un importante simbolismo religioso que McBride no duda en caricaturizar, ya sea por medio de peroratas ininteligibles, citas bíblicas extraídas de libros que no existen o interminables sesiones de oración que Cebolla escucha de manera estoica. A pesar de su descreimiento en la capacidad del Señor para llevar a cabo Su voluntad, Cebolla no deja espacio para que brote ni el menor atisbo de desesperanza. Su carácter luchador y el convencimiento que demuestra en sus ideales resultan tiernos e inspiradores al mismo tiempo. Y aun cuando no sea posible alcanzar aquello en lo que creemos, la maravillosa historia de Henry Cebolla Shackleford nos invita a entender el fracaso como un éxito aplazado. Un proyecto en el que las generaciones futuras podrán trabajar justo desde donde nosotros lo hemos dejado.
Llevaba mucho tiempo esperando a que se publicara, de los tres grandes premios norteamericanos éste y el premio del círculo de críticos de Ben Fountain han tardado muchísimo en ser traducidos.
ResponderEliminarTambién faltan algún PEN/Faulkner (los dos últimos supongo que por ser demasiado recientes, pero lo de César Alire Saez ya es más inexplicable porque Random House sí ha publicado la colección de relatos traducida en México).
A mí me parece el complemento ideal a El ferrocarril Subterráneo, porque aquí hay mucho humor (dentro de una situación dramática).
Menos mal que han surgido muchas editoriales pequeñas en España, porque si no nos estaríamos perdiendo un montón de novelas estupendas
Creo que es un contrapunto muy interesante a El ferrocarril subterráneo. Me ha sorprendido bastante que hayan tardado tanto en publicar un libro premiado con el NBA, pero se agradece que finalmente lo tengamos en castellano. Saludos!
EliminarEs que es extraño. Los ganadores de los tres premios norteamericanos más potentes (Pulitzer, National Book Award y premio del círculo de críticos) se traducen siempre.
EliminarEs cierto que algunos tardan más en hacerlo que otros, en función de si habían sido un éxito de ventas antes del premio (así El jilguero llegó a publicarse antes de que lo hiciera El huérfano). Pero hasta el año pasado había dos excepciones, éste y El eterno intermedio de Billy Lynn.
Desconozco si la novela de McBride se vendió bien pero la de Fountain había estado en la lista de más vendidos del New York Times (y además de ganar el premio del círculo de críticos había sido finalista del National Book Award).
Los pájaros amarillos con la que compartía tema bélico se publicó casi tres años antes.
Hay unas cuantas novelas destacadas de esos años que no se han publicado, aunque no pierdo la esperanza ya que Una constelación de fenómenos vitales acabó publicándose cuando ya ni la esperaba.
A veces lo de ser traducido es un poco lotería. Mortimer y Dunne eran autores con calidad y comerciales y sin embargo en España no se publicaron hasta que Libros del asteroide lo hizo postumamente.
Christos Tsiolkas puede tener críticas dispares (en general sus novelas generan controversia) pero sus libros se suelen vender bien, sin embargo aquí La bofetada tardó siglos en publicarse y yo ya he perdido la esperanza en que Barracuda acabe siendo traducido.
Otros casos son más lógicos, puede que Ross Raisin esté en la lista granta de jóvenes escritores británicos, pero no es un autor comercial (su última novela a pesar de las buenas críticas una vez publicada tuvo problemas considerables para encontrar editorial, se ve que un protagonista gay en una novela de tema futbolero no hacía prever ventas extraordinarias) sin embargo la adaptación al cine de su primera novela God's own country (de la que se habla como posible candidata al oscar, aunque luego ya se verá que yo aun recuerdo que El nacimiento de una nación era la gran favorita cuando aun faltaban meses y luego no se comió un rosco) podría hacer que sus obras acabasen viendo la luz en España.
Porque muchos (y el caso de Fountain también parece ser uno) acaban por ver su obra publicada gracias al estreno de la adaptación cinematográfica.
Y menos mal que ahora hay un montón de editoriales pequeñas que si no nos perderíamos muchas novelas estupendas.
PD.- Perdón por el post kilométrico. Me enrrollo como una persiana