►Título original: Hamnet
►Traducción: Concha Cardeñoso
►Año: 2020
►Edición: Libros del Asteroide (2021)
►Páginas: 346
«Si estás casada y tu marido se muere, entonces eres viuda. Y si a un niño se le mueren los
padres se convierte en un huérfano. Pero ¿cómo se dice lo que me pasa a mí?». Incógnita. Incertidumbre. Ausencia. En la última
novela de Maggie O’Farrell (Coleraine, 1972), sin duda la más laureada de su carrera, el vacío
tiene nombre propio y se llama Hamnet. Aunando sensibilidad y belleza, la escritora británica realiza aquí una conmovedora
incursión en el proceso de duelo por la muerte de un hijo, una experiencia sísmica que modifica
la orografía emocional de quien lo padece y que el resto de los mortales solo podemos
atrevernos a imaginar. Y eso es precisamente lo que hace O’Farrell: suponer, fabular, rellenar
con sus «vanas especulaciones» los huecos de una biografía nunca narrada: la del hijo varón de Shakespeare, que falleció a corta edad como consecuencia de la peste y abonó así el terreno
donde florece la literatura.
La de O’Farrell es, y se nota desde la primera página, una novela muy particular. Su estilo
frondoso, metafórico, plagado de ungüentos, árboles, aves y bayas silvestres, convierten a Hamnet en una
novela fundamentalmente sensorial, de arquitectura barroca y prosa eufórica que más bien
parece poesía. Contrasta el lirismo y el tono de epopeya con su sencillez estructural: dos líneas
temporales que convergen en la muerte del hijo y que nos permiten ir conociendo a los satélites
que giran a su alrededor. De entre ellos, destaca sin duda Agnes, la madre, figura a la que
O’Farrell reivindica concediéndole los momentos más brillantes y estremecedores de la novela.
Su fascinante comunión con la naturaleza, así como una comprensión casi mística del alma
humana, despiertan tanto los recelos de quienes la rodean —en especial de su insoportable
madrastra— como las acusaciones de brujería.
Al contrario de lo que pudiera suscitar su título, Hamnet es una obra que poco o nada tiene que
ver con el imaginario Shakespeariano. Se trata, más bien, de una novela de índole universal, entre bucólica y perturbadoramente tétrica, a medio camino del romanticismo y la salvaje crudeza
del medievo. La tragedia que probablemente inspiró al bardo inglés para escribir su trabajo más
célebre cae, en manos de O’Farrell, en un cierto grado de mediocridad en tanto que transita
únicamente obviedades y lugares comunes sobre el dolor y la angustia producidos por la muerte. En este sentido, Hamnet me ha parecido muy poco impactante y sí muy sorprendente su falta de
innovación. La considero una lectura potente y bastante recomendable, pero deja, a mi entender, el
regusto amargo de ser simplemente una historia corriente narrada de un modo inusual.
«Lo que se nos da se nos puede quitar en cualquier momento. La crueldad y la devastación nos aguardan a la vuelta de cualquier esquina, dentro de un arcón, detrás de una puerta: saltan sobre una en cualquier momento como un ladrón o un bandido».
PUNTUACIÓN: ★★★☆
La leí el verano pasado y me gustó sin entusiasmarme (quizás es lo que tiene leer una novela con semejante bagaje de premios y de elogios).
ResponderEliminarAunque a mí no me molestó sí que es verdad que el personaje central es muy moderno, pero con lo que me quedé fue con el poso triste de la historia