«¿Qué soy? ¿Qué he sido? Un monstruo que ha dedicado su vida a inmortalizar todo lo que encontraba a su alrededor. Sí. Soy una máquina. Y mi corazón es una cámara».
►Título original: —
►Traducción: —
►Año: 2018►Editorial: Lumen
►Páginas: 216
Aún recuerdo cuando saltó a los medios el extraño caso de Vivian Maier. Mientras se documentaba para escribir un libro sobre la historia de Chicago, el artista y productor de cine John Maloof adquirió un archivo de fotografías que ocultaban el extraordinario talento de Maier, una mujer de mirada insólita que por falta de recursos no llegó a revelar casi ninguno de los 100.000 negativos encontrados en el lote. El crítico e historiador Allan Sekulla advirtió rápidamente el valor artístico de las fotografías y en un breve lapso de tiempo Vivian Maier pasó a convertirse en una figura de culto que, como tantas otras, recibió de manera póstuma el reconocimiento que sin duda merecía en vida.
Pocos detalles se conocen acerca de la biografía de Vivian Maier, salvo que fue hija de judíos exiliados y que trabajó de niñera para familias acomodadas durante la mayor parte de su itinerante estancia en los Estados Unidos. En Una vida prestada, la escritora Berta Vias Mahou (Madrid, 1961) trata de ahondar en esos misteriosos abismos adonde los historiadores no llegan, rellenando los espacios de una existencia relegada al anonimato de la que solo quedan sombras y reflejos furtivos.
¿Puede alguien darse a conocer enteramente mediante su arte? ¿Qué parte de la auténtica Vivian Maier queda plasmada en sus enigmáticos autorretratos? El número de incógnitas desperdigadas en el relato de Maier es solo comparable al deseo de despejarlas. En esta obra de apenas extensión, Berta Vias Mahou acomete dicha tarea con resultados francamente desconcertantes. A pesar de la libertad que proporciona el lienzo en blanco, Una vida prestada parece carecer de elemento especulativo. La reconstrucción de sus andanzas callejeras, cámara en mano, en busca de una escena digna de ser inmortalizada queda ensombrecida por una serie de decisiones narrativas que han entorpecido mi inmersión en la historia.
La alternancia entre primera, segunda y tercera persona no es la más incómoda de ellas. Más bien, el principal escollo que he encontrado durante la lectura de Una vida prestada es su estilo atropellado, fragmentario, plagado de oraciones disparadas como una ráfaga de instantáneas que no dejan espacio a la construcción de un hilo narrativo. Puede que Una vida prestada no sea nada despreciable como homenaje, pero como novela adolece de una flagrante falta de ritmo, de conflicto, de tensión narrativa y de personajes vívidos.
De las incendiarias reflexiones puestas en boca de Maier sobre la sociedad norteamericana y la corrupción incrustada en el mundo del arte, se desprende un espíritu inconformista que no quiso medrar en la escena neoyorquina a costa de sacrificar su inconfundible personalidad. Maier, movida quizá por un sentimiento de desarraigo y desapego por las posesiones materiales, poseía una fe inquebrantable en el atractivo de los bajos fondos. Sus fotografías capturan a menudo la sordidez y el desencanto de los márgenes. Se dedicó a recorrer medio mundo en busca de almas solitarias y despojadas como ella, atrapadas hoy día en forma de 100.000 recuerdos donde caben todo tipo de hipótesis y fabulaciones. En ese sentido, Una vida prestada desprende el regusto amargo de la oportunidad perdida.
PUNTUACIÓN: ★☆
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