►Título original: La frantumaglia
►Traducción: Celia Filipetto
►Año: 2017►Editorial: Lumen
►Páginas: 448
«Mi madre me ha dejado un término de su dialecto que usaba para decir cómo se sentía cuando era arrastrada en direcciones opuestas por impresiones contradictorias que la herían. Decía que tenía dentro una frantumaglia». Quien haya leído cualquier libro de Elena Ferrante puede entender perfectamente el alcance de esta definición, pues es un sentimiento que recorre las páginas de la escritora italiana con bastante frecuencia. Frantumaglia es todo cuanto Elena Ferrante representa, el rasgo más característico de su escritura y el que ha hecho que miles de lectores por todo el mundo, entre los que me incluyo, se enamoren sin concesiones de la arrebatadora violencia emocional con la que impregna sus historias.
El otro, su anonimato, no forma parte de su escritura, sino de su identidad. El deseo morboso de la prensa internacional de desenmascarar a quien «se esconde» tras el seudónimo más popular de la actualidad continúa imponiéndose al interés por analizar la magistral complejidad de sus narraciones. El misterio que rodea la figura de Ferrante es un tema recurrente en las numerosas entrevistas concedidas por la autora, quien no duda en lamentar dicha circunstancia señalando el mercantilismo hipócrita y el desmedido culto a la imagen que imperan en el mundo editorial, desde donde especulan sobre ella sin reparo. «Creo que, una vez escritos, los libros no necesitan en absoluto a sus autores. Si tienen algo que contar, tarde o temprano encontrarán lectores; si no, no».
Así de tajante, de rotunda, se muestra Elena Ferrante en este volumen de cartas y entrevistas que abarcan toda su producción literaria y que nos permiten curiosear, entre otras cosas, en la problemática relación de Ferrante con su ciudad natal o en sus dificultades para conciliar la vida personal con la laboral. Los textos recogidos en La frantumaglia muestran a una persona extremadamente celosa de su intimidad que no duda en defender sus firmes convicciones de manera vehemente, pero que nunca cierra las puertas al diálogo ni a la reinterpretación de su obra. Ferrante huye de la concreción, de la simplicidad. Incapaz de articular explicaciones someras a la corriente que bulle bajo sus novelas, las respuestas de Elena Ferrante a las preguntas que le formulan suelen extenderse hasta adoptar forma de ensayo. Sin embargo, el tono que prevalece a lo largo de La frantumaglia es distendido, conversacional, cercano, crudo, auténtico, real.
Ferrante disecciona mitos clásicos y convulsas relaciones materno-filiales con la misma familiaridad con la que dos vecinas se ponen al día sobre los cotilleos del barrio. A veces, leyendo La frantumaglia, uno tiene la sensación de verse sobrepasado por la capacidad intelectual de Elena Ferrante, pero lo cierto es que su prosa llana, sin artificios, ayuda en gran medida a esclarecer el laberíntico entramado psicológico en el que se hallan inmersas las protagonistas de El amor molesto, La hija oscura o Los días del abandono. Ferrante discute, además, sobre las adaptaciones cinematográficas de sus novelas y su participación (o no) en el proceso. No obstante, el plato fuerte de La frantumaglia es quizá el espacio dedicado a la saga Dos amigas, su obra más épica y monumental hasta la fecha.
Es aquí donde se encuentra la Ferrante más polarizada y combativa, la que no cede ni un milímetro ante las insidiosas cuestiones sobre su vida privada, la que contesta con contundencia a los periodistas pero se deshace en disculpas con sus editores, sabedora de las molestias que les causa su elección de vivir en el anonimato. Ferrante mantiene un pulso candente con quienes apuntan el foco hacia su rostro, cuando lo que deberían estar alumbrando son sus magníficas novelas, imbuidas con una rabiosa vitalidad. Por suerte, la ficción de Elena Ferrante, comparada a menudo con la de Elsa Morante, brilla con una luz tan intensa que no necesita de contribuciones ajenas. Gracias a La frantumaglia, los lectores de la escurridiza dama italiana tenemos permitido el acceso a una porción de terreno que nos permite indagar un poco más en las insondables profundidades de su obra. El viaje, no hace falta decirlo, merece mucho la pena.
«Yo no invento mi biografía, no me oculto, no creo misterios. Estoy sistemáticamente en mis novelas y en estas respuestas a sus preguntas. La escritura es el único espacio en el que el lector debería buscar y encontrar al autor».
PUNTUACIÓN: ★★★★☆
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