►Título original: Transit
►Traducción: Marta Alcaraz
►Año: 2017
►Editorial: Libros del Asteroide
►Páginas: 224
►Valoración: ★★★★½
En la primera página de Tránsito, la protagonista de la novela de Rachel Cusk —a la que ya conocimos en A contraluz— recibe un esotérico correo electrónico que promete advertirle sobre importantes acontecimientos que le aguardan en el futuro. Aunque evidentemente se trata de un mensaje automatizado y, casi con toda seguridad, de carácter fraudulento, la casual destinataria no puede evitar preguntarse con un asomo de duda hasta qué punto influirán los astros en su vida. Las mejores historias de ficción atentan contra nuestras creencias más arraigadas y suelen plantear dilemas de difícil resolución: ¿cómo es posible que la literatura, un artefacto, por definición, fabricado a base de falsedades e imposturas, de acontecimientos imaginados por una mente febril y alejado de toda ciencia, sirva para labrar el camino directo hacia la verdad más pura?
"Lo más reconfortante, sostenía él, era que ese coro oceánico no estuviera ligado a persona alguna, que pareciera venir de todas partes y, a la vez, de ninguna. A mucha gente esa idea podía parecerle desquiciante, lo sabía, pero para él, la erosión de la individualidad era también la erosión de la capacidad de hacer daño".
Aunque la propia autora reconoce haber extraído de sus propias experiencias la inspiración necesaria para escribir este libro, cada vez me siento más inclinado a pensar que las historias basadas en hechos reales se ajustan a todo menos a la realidad. Al fin y al cabo, las personas de carne y hueso también somos construcciones literarias. Encadenados para siempre a los límites de nuestra perspectiva, la identidad, la memoria y la personalidad se convierten en narraciones subjetivas que carecen de sentido sin un contexto que les dé significado. ¿Quién soy yo, sino el resto de dividirme entre todas las personas que han pasado por mi vida?
Rachel Cusk expone esta idea de manera sobresaliente a lo largo de Tránsito. En lugar de emplear la introspección y el monólogo interior para desarrollar al personaje principal, Cusk deja caer el peso de la narración sobre elementos externos que nos permiten desentrañar la biografía de nuestra protagonista con mucho más tino del que ella misma, aun siendo escritora, se podría permitir. Ni siquiera su nombre se menciona hasta bien entrado el final de la novela, apenas una breve exhalación que constituye el clímax de una escena cargada de tensión e intensidad sexual. Los pocos detalles que se conocen de su vida sentimental tampoco es que sean muy halagüeños: divorciada, sin blanca, y con dos hijos en edad problemática de los que cuidar, la protagonista de Tránsito regresa a su Londres natal con el objetivo de construirse una existencia nueva y más prometedora.
Allí se encontrará, entre otros, con una antigua pareja que parece irle mucho mejor que a ella, una vecina ostensiblemente hostil y un equipo de albañiles extranjeros que trabajarán arduamente para reformar su casa hasta los cimientos. Cada uno de estos personajes esconden tras de sí una particular historia que la protagonista de Tránsito analiza de manera brillante por medio de concienzudas, agudas y mordaces reflexiones.
"Repuse que, en mi opinión, la mayoría de los matrimonios funcionaban como dicen que funcionan los relatos, gracias a la suspensión de la incredulidad".
El estilo literario de Rachel Cusk, en la línea de la erudición y la intelectualidad académica, combinadas de manera inimitable con una elevada carga emocional, no era en absoluto desconocido para mí. Ya me dejé deslumbrar bastante con su anterior obra. Aún así, la contundente cadencia de su prosa y la demoledora fuerza de su discurso se mantienen en mejor forma que nunca y, como consecuencia, se han llevado por delante cualquier resistencia que pudiera ofrecer. Cusk habla de temas grandilocuentes con la misma soltura y conocimiento de causa que de asuntos cotidianos, no menos dolorosos ni preocupantes. La suya es una narrativa que se adapta igual de bien a ambos contornos, permitiéndonos al resto de simples mortales indagar en espacios de la orografía sentimental que no son de fácil acceso. Leyendo Tránsito he sentido cosas que no sabía que existían. He cruzado un umbral hacia un mundo de experiencias estimulantes y enriquecedoras. En manos de Cusk, temas como el amor, la soledad, la falta de comunicación, la pervivencia del pasado o la extenuante complejidad de las relaciones humanas alcanzan un esplendor nuevo. Una maravillosa revelación del poder que ejerce la literatura en nuestra formación como individuos.
Reconozco que A Contraluz es una buena novela y está muy bien escrita, pero al igual que me pasó con Departamento de especulaciones de Jenny Ofhill, no conseguí conectar en ningún momento con la historia.
ResponderEliminarAsí que estoy un poquito en la misma situación con respecto a éste con con respecto al nuevo de Nicholas Butler, que me siento tentado pero las posibilidades están en contra