►Título: Autumn
►Autora: Ali Smith
►Año: 2016
►Editorial: Hamish Hamilton
►Páginas: 272
►Valoración: ★★★★
Durante el verano de 2016, Reino Unido realizó un referéndum sobe su permanencia en la Unión Europea envuelto en polémica y agitación política. Tras la victoria del voto en contra, millones de ciudadanos británicos quedaron sumidos en un estado de estupor e incertidumbre del que aún no se han recuperado completamente. «All across the country, there was misery and rejoicing. [...] All across the country, people felt it was the wrong thing. All across the country, people felt it was the right thing». Así describe Ali Smith la atmósfera reinante en los días posteriores al brexit. Un país dividido por conflictos internos, resquebrajado por los prejuicios, donde la hostilidad hacia la población inmigrante no hace más que aumentar y la gente intercambia palabras sin llegar a establecer nunca un diálogo.
Así las cosas, la última novela de Ali Smith se presenta como una necesaria y muy relevante observación sobre el clima actual de la sociedad británica. No obstante, lo que verdaderamente reside en el núcleo de la narración es una conmovedora historia de amistad que trasciende todo tipo de precedentes. Elisabeth Demand es una joven historiadora de arte que «vive su sueño», como su madre asegura, si el sueño significa carecer de seguridad laboral, no tener dinero para hacer prácticamente nada y vivir en el mismo piso alquilado que tenía cuando era estudiante, hace ya más de una década. Algunas tardes se dedica a cuidar de Daniel, un anciano de ciento un años con quien entabló amistad de pequeña y que actualmente se encuentra en una residencia, sumido en un coma. A pesar de ello, Elisabeth no deja de leerle pasajes extraídos de Un mundo feliz o La tempestad, rememorando algunos de los episodios de su relación con Daniel que más le marcaron durante su niñez. Daniel, por su parte, se haya inmerso en una realidad onírica poblada por versos de Keats, versiones rejuvenecidas de sí mismo, naturalezas que cobran vida propia y visiones espeluznantes de cadáveres que se amontonan en una playa ante la indiferente mirada de los bañistas.
Quisiéramos creer que se trata de una mera ficción, pero las escenas narradas por Ali Smith nos resultan demasiado familiares como para ignorar su origen en nuestra realidad cotidiana. No en vano, Autumn ciertamente presume de ser una obra contemporánea. Sin embargo, a medida que la historia se desarrolla adquirimos una notoria sensación de circularidad. El tiempo, para Smith, no tiene tanto de lineal como de cíclico. Esta circunstancia se pone de manifiesto en el propio título de la novela, Autumn —concebida como parte de un cuarteto que pretende representar las cuatro estaciones—, pero sobre todo a través de las brillantes, agudas y siempre estimulantes reflexiones que surgen del diálogo entre Elisabeth y Daniel, un hombre que bajo su apariencia desvalida esconde perlas de sabiduría y vivencias tan fascinantes como inesperadas. De su apasionada afición por el arte y la cultura pop aprenderemos la historia de figuras como Christine Keeler (cuyos amoríos con altos cargos políticos desató un verdadero escándalo en la década de los 60) o Pauline Boty, cuyos icónicos collages (única representación femenina del British Pop Art) parecen estar atrapados en una constante espiral de declive y redescubrimiento. Por otro lado, de los pensamientos dedicados a su hermana, desaparecida tiempo atrás, descubriremos un desolador relato de nostalgia y angustia por la pérdida.
La exuberante y melodiosa creatividad literaria de Ali Smith contrasta sin duda alguna con los sentimientos de alienación que en ocasiones sufren los personajes. Su prosa, impregnada de un desbordante lirismo, juega con los ritmos, estructuras y musicalidad de cada frase hasta exprimir sus posibilidades comunicativas. Esta característica, sumada a la ausencia de un argumento tradicional, hace que la lectura de Autumn deba abordarse desde un enfoque al que cuesta habituarse. No obstante, entre los trazos de demencia estilísitca que pueblan las páginas de la novela se perciben destellos de una genialidad arrolladora, dotada de un inclasificable humor con cierta tendencia al absurdo y un entendimiento casi sobrehumano de los complejos mecanismos que nos entrelazan como especie.
En efecto, puede que nos cueste encontrar sentido en muchas de las cosas que suceden a nuestro alrededor. Puede que los vertiginosos vientos de cambio nos dejen aturdidos. No obstante, Ali Smith apuesta por la literatura y el arte como refugios a los que acudir cuando otro tipo de conversación fracasa estrepitosamente. Su hilarante crítica al sistema burocrático, que redefine con sus laberínticas y exigentes formalidades el concepto de ciudadano legítimo, es sucinta y a la vez lacerante. A pesar de todo, el tono de la novela dista mucho de ser pesimista. Aun cuando el futuro parece sombrío, Smith deja la puerta abierta a la esperanza. Nada es permanente ni definitivo. Las hojas muertas volverán a crecer en primavera. La tierra cumplirá con su habitual ciclo de regeneración. Mientras tanto, sentémonos a contemplar el invierno.
Una de mis autoras pendientes. Este desde luego tiene muy buena pinta
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