Salamandra Black - 256 páginas - ★★½
Frío, soledad, pequeñas comunidades rurales y cadáveres enterrados en la nieve. Enarbolando dichos elementos como carta de presentación, es imposible no remitirse a esa época en la que el género noir parecía ser patrimonio única y exclusivamente de las regiones nórdicas. Sin embargo, la primera novela de Antonio Manzini que se publica en nuestro país poco o nada tiene que ver con parajes helados y apellidos impronunciables. En Pista negra, la acción se desarrolla alrededor de una remota localidad de los Alpes italianos donde el subjefe de policía Rocco Schiavone investiga un caso de presunto asesinato al que ha sido asignado como penitencia por su mala conducta. Aunque quizá 'mala conducta' no sea la expresión más apropiada para definir el carácter agrio, cenizo y despectivo que identifica al siempre deslenguado Schiavone, un hombre atormentado por una gran pérdida que trata de minimizar su pesada carga emocional embistiendo verbalmente a diestro y siniestro, solicitando los servicios de incontables prostitutas e incluso traicionando los valores de su propia profesión mediante el tráfico de drogas. Sin duda, Rocco Shiavone es un personaje interesante, profundo y carismático, pero estas virtudes se convierten rápidamente en problemas cuando eclipsan por completo el desarrollo de una trama policial bastante rudimentaria que no logra despertar suficiente interés como para desear su pronta resolución. Por esa misma razón, Pista negra me ha parecido una lectura amena y correcta, un inicio de saga prometedor, pero nada brillante ni innovador. Espero que la próxima entrega protagonizada por Schiavone esté más trabajada en ese sentido.
Libros del Asteroide - 224 páginas - ★★½
No sé si han sido las enormes ganas que tenía de leer esta colección de relatos o la intachable reputación que se ha labrado la editorial que la publica a base de ofrecernos libros espectacularmente bonitos (tanto por dentro como por fuera), pero lo cierto es que las historias de Jordi Nopca, a pesar de todo ese murmullo que están generando por la red, no han conseguido calarme muy hondo. El escritor catalán nos ofrece en Vente a casa la posibilidad de allanar un narrativo edificio de viviendas donde tras cada puerta se esconde una mirada genuina a las complicaciones del amor y a los intrincados designios por los que se guían las relaciones familiares o de pareja en un escenario azotado por la crisis económica. Relatos como por ejemplo el que da título a la colección o ese maravilloso 'Navaja suiza' en el que Nopca disecciona de manera sorprendente y casi macabra el declive de un matrimonio cuyos miembros comparten afición por los viajes y la literatura hacen que la lectura de Vente a casa merezca la pena. No obstante, en líneas generales me ha resultado una selección bastante irregular, impregnada de una molesta sensación de transitoriedad causada por todas esas referencias contemporáneas que escayolan la narración en torno a un momento y situación sociopolítica muy determinados. Además, algo que me ha parecido cuando menos irritante es que muchos cuentos adolecen de un final indigno que no se corresponde con el notable talento literario manifestado por el autor a lo largo de todo el relato. Definitivamente, Vente a casa no ha estado a la altura de mis expectativas, pero aun así la encuentro una obra dotada de cierto encanto y plagada de momentos muy emotivos que podría encontrar en cualquiera de vosotros a un admirador mucho más efusivo que yo.
Valdemar - 368 páginas - ★★★½
Sí, lo admito. Soy de esas personas que ven un libro mínimamente relacionado con Japón y se lanzan a por él sin contemplación ninguna. A estas alturas no creo haber sorprendido a nadie, pero el que aún no me conozca ha de saber que siento una irreprimible y a veces preocupante filiación nipona. Y si a esto le añades un elemento de tipo terrorífico, la salivación se multiplica de manera exponencial. Pero a pesar de mis elevadas exigencias, he tenido la suerte de encontrar en el interior de este magnífico volumen que recopila la obra completa de Lafcadio Hearn (figura de vital importancia en la difusión internacional del folclore, mitos y cuentos populares japoneses) todo lo que buscaba. Aunque hay ciertos aspectos estéticos que no me han terminado de convencer, interpretaciones libres que hace el propio Hearn sobre la cultura oriental y el hecho de que algunos cuentos estén a medio terminar, el conjunto de la obra me ha parecido de una calidad y relevancia indudables. Entre las páginas de Kwaidan hallaremos infinidad de historias de carácter trágico o aleccionador protagonizadas por demonios, fantasmas, divinidades sintoístas, espíritus vengativos y otras criaturas sobrenaturales que pudieran pillar desprevenido a todo aquel que esté familiarizado con la visión occidentalizada del terror japonés que hoy día ofrece la industria del entretenimiento. Plagada de notas, referencias, explicaciones aclaratorias y rematada por una excelente introducción que resume la biografía del autor y contextualiza su obra, esta edición de los cuentos escritos por Lafcadio Hearn es una auténtica pieza de coleccionista que ningún amante del género de terror (no digamos ya de lo japonés) debería pasar por alto. Avisados estáis.
Literatura Random House - 304 páginas - ★★★
No me gustan los libros que se autodenominan 'humorísticos'. Principalmente porque no me suelen hacer ni pizca de gracia; los encuentro artificiosos, absurdos, forzados y casi siempre ridículos. Preguntadle a un tal Safier. Casi puedo oír desde aquí las risas enlatadas. Sin embargo, gracias a Cuando te envuelvan las llamas he conseguido dar con una excepción milagrosa. Y es que David Sedaris resulta más divertido y natural cuanto más trata de ocultar las pretensiones cómicas de sus relatos. Lo que hace que estas pequeñas historias de corte autobiográfico que se hallan reunidas en Cuando te envuelven las llamas resultan tan exitosas es el genial enmascaramiento narrativo efectuado por su autor -aquel que ha estado sujeto a las mismas-, ese esfuerzo por vestir de cotidianidad una serie de experiencias a medio camino entre lo trágico y lo absurdo que bien podrían estar hiperbolizadas hasta la náusea, pero sin embargo alcanzan un grado idóneo de comicidad, contención e ironía. De esta manera, leyendo el libro de Sedaris uno puede bucear en sus recuerdos de juventud en el seno de una familia numerosa, en la exploración de su homosexualidad o en los desternillantes encontronazos con gente de todo tipo que ha sufrido a lo largo de su vida sin tener que pararse en todo momento a pensar dónde está el chiste o cuál es la anécdota más estúpida. Es entonces cuando uno descubre la dimensión humana de la obra, al hombre parapetado tras la fachada de humorista. Y se ríe. Porque si, porque es imposible no sentirse en cierto modo identificado con las historias de Sedaris, porque uno, en perspectiva, descubre que la carcajada es la mejor forma de afrontar el lado agridulce de la vida y porque, al fin y al cabo, no existe a día de hoy criatura más apropiada para la sátira que el mismísimo ser humano.
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