Reseña "Lila"

miércoles, 26 de agosto de 2015

Aunque comencé este reto con tremendas ganas e ilusión, mi primer acercamiento a la longlist del Man Booker Prize 2015 no fue todo lo exitoso ni remunerador que cabría esperar. Creedme, he dejado constancia de ello. Sin embargo, teniendo a mano otros doce libros dispuestos a disipar el sabor agridulce que me dejaron McCarthy y su extraño experimento narrativo, decidí lanzarme rápidamente a por el siguiente candidato de la lista como quien espera sacar un clavo con otro clavo. Lo que no me imaginaba bajo ningún concepto es que Marilynne Robinson, una escritora de naturaleza más bien sosegada, que se toma tanto tiempo como ella estima oportuno para pulir sus historias, fuera capaz de anticiparse a mis movimientos con tanta agilidad y presteza, recibiéndome con los brazos abiertos desde el primer párrafo de su novela para explicarme con la paciencia de una abuela todo lo que aún no he aprendido sobre cicatrices y heridas.

Aunque esta obra supone la culminación de una aclamada trilogía que dio comienzo en Gilead y tiene su continuación en En casa (ambas publicadas en nuestro país por Galaxia Gutenberg), cada uno de los miembros que la componen funcionan perfectamente como órganos independientes. Es cierto que las tres comparten escenarios y personajes que podrían hacer aconsejable su lectura de forma ordenada, pero no creo que sea un factor determinante (definitivamente, no lo es en el caso de Lila) para sacarle el máximo partido a las historias que presentan por sí solas. Y la que Marilynne Robinson desarrolla a lo largo de las casi 300 páginas que tiene esta novela es de una belleza sobrecogedora. Una belleza que aquí no se entiende en el sentido clásico de la palabra, como algo relacionado con la bondad, la virtud o la pureza, sino como una poderosa fuerza vital que nace de las entrañas de la tierra e impregna hasta el más mínimo resquicio de la narración. La hermosura de este libro reside precisamente en su crueldad, en el tono descarnado y árido con que Robinson relata la dura infancia de su protagonista, una niña huérfana, desposeída, condenada a vagar por los rincones de ese páramo yermo y sin límites que era la Norteamérica de los primeros años posteriores a la Gran Depresión, con la única compañía de una mujer llamada Doll -que ejerce para con Lila el papel de mentora- y la acechante sombra del desempleo, la pobreza y el hambre persiguiéndoles en todo momento los talones.

A pesar de que la niñez de Lila y sus recuerdos fragmentados de aquella época constituyen una parte importante de la novela y nos ayudan a entender cómo sus diversas (en algún caso, extremas) vivencias han ido forjando su carácter, el tema fundamental de la obra comienza a esbozarse cuando Lila, huyendo de una tormenta que ha caído sobre ella, acude a refugiarse en la iglesia de una pequeña localidad del Medio Oeste llamada Gilead. Allí conocerá al taciturno pastor John Ames, un hombre atribulado por la pérdida de su mujer e hija que encontrará en Lila una fuente constante de fascinación e intriga capaz de vigorizar su fe deslustrada. Por su parte, casándose con un individuo al que todos los habitantes de Gilead parecen admirar, un señor que es más una autoridad que un simple ciudadano -pero al que nadie parece comprender del todo-, Lila estará convencida de haber dado con su refugio definitivo, un lugar donde reponerse de las inclemencias sufridas a lo largo de su vida y en el que obtener en compañía de su marido una dignidad que nunca antes había estado a su alcance.

A este respecto, Robert Louis Stevenson decía que el matrimonio no era más que una larga conversación. Pero en el caso de Lila y el reverendo Ames, esta sentencia es particularmente verídica. Desprendidos de cualquier atisbo de romanticismo, sus breves pero intensos diálogos son el perfecto engranaje que hace girar los mecanismos narrativos de la novela, disparando en Lila los más inesperados e imprevisibles impulsos, destapando recuerdos enterrados por puro instinto de supervivencia o sacando a relucir profundas reflexiones de índole religiosa, social, política o incluso existencial en un ámbito de lo más cotidiano. No me suelen agradar los libros con abundante contenido teológico porque los encuentro sumamente moralizantes y doctrinarios. No obstante, Marilynne Robinson integra dicha temática de manera sublime y consigue que nos sumerjamos en la lectura de diversos pasajes bíblicos con la misma curiosidad y conmovedora inquietud que invade a Lila cada vez que medita en ellos. Sin duda, la exquisita prosa de Robinson, marcada por un poderoso contraste entre sobriedad y calidez humana, es uno de los muchos puntos fuertes de los que goza la novela, siendo otro muy importante la enorme complejidad y riqueza de sus personajes, aventados por una laberíntica red de emociones que ninguno sabe muy bien cómo domeñar.

Por supuesto, no se trata de una novela perfecta. La trama de Lila presenta ciertos escollos (fundamentalmente, visiones deshilvanadas sobre la infancia y juventud de su protagonista que al principio cuesta descubrir hacia dónde conducen) que ralentizan el ritmo de la novela o que dan la sensación de extenderse un poco más de lo necesario. A pesar de ello, Lila me ha parecido en líneas generales una novela fantástica, violenta y visceral en ocasiones, pero tierna y acogedora en muchas otras; un duro rival a batir en el duelo por alzarse con el premio Man Booker de este año. Puede que Marilynne Robinson haya decidido cerrar indefinidamente la puerta que conduce a Gilead y sus inolvidables habitantes, pero lo cierto es que hay tres ventanas que todavía permanecen abiertas para todo aquel que quiera aventurarse en ellas y descubrir así la innegable calidad literaria de una autora tan recomendable como poco convencional. Yo, desde luego, no veo el momento de cruzar las otras dos que me quedan.




3 comentarios :

  1. Me parece un libro interesante
    así que lo tendré en cuenta
    un beesito

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  2. Ay, qué ganas tengo de leerlo. En cuanto vi que entró en la longlist del Booker ya sabía con quien iba este año. Lila es mi personaje favorito de Gilead, y mira que John Ames le parte el corazón a cualquiera. La Robinson es increíble, tiene una sensibilidad única y una forma de escribir atemporal, preciosa e incorporando un montón de cosas de la tradición americana. Un gustazo (como tu entrada, me has vendido a la señora de maravilla, ¡bien hecho!).

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  3. No lo conocía!
    Me lo llevo apuntado!

    Besotes

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