«Pero los hombres que duermen en la calle son alcohólicos, las chicas que te paran para pedirte dinero son alcohólicas; esa es la plaga de Cork, piensa Ryan, y eso no lo ha hecho él. La gente se queda sin trabajo, la gente no puede pagar el alquiler; eso tampoco lo ha hecho él. Y, aún así, cuando sus compatriotas ven resquebrajarse la fachada de la ciudad y echan un vistazo a través de las grietas, al único al que identifican como culpable es a él».
►Título original: The Blood Miracles
►Traducción: Javier Calvo Perales
►Año: 2017►Editorial: Alianza de Novelas
►Páginas: 368
Gracias a Los pecados gloriosos, galardonada en 2016 con el Women's Prize por Fiction, Lisa McInerney (Galway, 1981) se convirtió rápidamente en una de las novelistas más destacadas del momento. El debut de McInerney, espoleado por un impetuoso ritmo narrativo, dibujaba las vidas de un grupo de personajes pertenecientes al hampa irlandés, entremezclando diversos hilos argumentales en una sobresaliente obra coral que destacaba por su rabioso desparpajo y un irreverente humor negro. Dos años después, Lisa McInerney regresa en Los milagros de la sangre al desolador escenario de su primer trabajo, dando nuevamente vida a unos personajes atrapados en la decadente espiral de excesos que corroe la ciudad de Cork.
Al contrario que su predecesora, Los milagros de la sangre es una novela mucho menos dispersa y ambiciosa. McInerney deja a un lado la multiplicidad de tramas para centrarse casi exclusivamente en los turbios tejemanejes de Ryan Cusack, un trapichero de veintiún años cuya ascendencia napolitana le permitirá jugar un papel importante en el nuevo proyecto profesional de su jefe, a saber, abrir una jugosa ruta de narcotráfico entre Irlanda e Italia. A pesar de las súplicas de su novia Karine, con la que mantiene una tormentosa relación desde hace seis años, Ryan acepta servir como enlace entre ambas bandas, exponiéndose a una serie de riesgos que podrían poner en peligro tanto su vida como la de su familia.
Sin embargo, Ryan pertenece a una generación desamparada a la que no le importa perder lo poco que tiene. Huérfano de madre y con un padre alcohólico que demuestra su afecto a base de palizas, Ryan busca medrar en una de las pocas esferas donde no se oye hablar ni del futuro ni de la tasa de desempleo. Con abrumadora mordacidad, McInerney ofrece una perspectiva poco halagüeña de la realidad socioeconómica de su país, Irlanda, azotado por una desconfianza ciega en las instituciones y el ruidoso desmoronamiento de los valores tradicionales. Sin duda, un caldo de cultivo idóneo para que florezca el escapismo sintético al que se entregan sin concesiones los protagonistas de la novela.
Desprovisto de referentes sólidos, Ryan deambula por la vida sin mayor motivación que la de ahogar la culpabilidad en un cocktail de alcohol y estupefacientes. Cuando Karine decide abandonarlo definitivamente —en parte para centrarse en sus estudios y en parte por temor a sus cada vez más violentas reacciones— Ryan descubre una nueva forma de tocar fondo junto a Natalie, una chica tan explosiva como desenfrenada que siente predilección por las juergas nocturnas y el sexo sucio. Gracias a Maureen, una misteriosa mujer que acoge a Ryan en su casa después de encontrarlo semiinconsciente en plena calle, el protagonista de Los milagros de la sangre redescubrirá su talento por la música, una disciplina que le inculcó su madre de pequeño y que parece estar dispuesto a retomar.
Aunque el estilo vibrante y frenético de McInerney —plagado de coloquialismos y diálogos enmarcados en la más pura desesperación— se mantiene intacto en su segunda obra, Los milagros de la sangre me ha parecido que no sobrepasa a Los pecados gloriosos en ningún momento. Es más, diría que incluso le cuesta estar a la altura. A pesar del carácter intrigante y adictivo de la historia, planea sobre las páginas de Los milagros de la sangre cierta falta de profundidad, de lucidez, que se hace especialmente evidente en el tratamiento de los personajes secundarios (casi nulo) y la (en ocasiones) cándida exploración de los bajos fondos de la ciudad de Cork. Con todo, Los milagros de la sangre constituye un complemento interesante (y, lo que es mejor, independiente) al despiadado pero sugerente universo narrativo de Lisa McInerney.
PUNTUACIÓN: ★★★☆
Probablmente la juzgaré con menos dureza cuando pase algún tiempo porque lo cierto es que no está mal, pero para mí ha sido un chasco.
ResponderEliminarLos pecados gloriosos me encantó, pero aquí no hay esa multiplicidad de voces ni tampoco ese humor negrísimo con el que tanto me reí en la anterior (aunque haya destellos).
El estilo está, la historia no está mal, pero cuando partes de arriba es difícil aceptar la bajada (y eso que ya estaba avisado, porque cuando se estaban haciendo predicciones para el Women's prize pregunté por esta novela a un conocido booktuber, por aquello de que McInerney había ganado el premio con la primera, y dijo que le veía pocas opciones de ser nominada, que no estaba mal pero que Los pecados gloriosos era mucho mejor, y acertó de pleno)