►Título original: Bravoure
►Traducción: Jaime Zulaika
►Año: 1984
►Editorial: Anagrama
►Páginas: 360
►Valoración: ★☆
El año 1816 está investido de cierta cualidad legendaria en la historia de la literatura. Fue entonces cuando se concibieron, casi a modo de juego, algunas de las figuras más importantes del terror gótico. Así es, una noche de 1816 en la que estaban reunidos en la villa suiza de Diodati, entre otros, Lord Byron, Mary Shelley y John William Polidori, nacieron nada más y nada menos que Frankenstein y El vampiro en calidad de maniobra contra el aburrimiento. La novela de Emmanuel Carrère narra en su parte final una crónica ficticia de dicha velada, mucho después de hacer pasar al lector por un auténtico laberinto narrativo que te deja completamente mareado y exhausto.
Bravura, segunda novela de Emmanuel Carrère (París, 1957), comienza su andadura en el barrio londinense del Soho, donde un moribundo y resentido Polidori languidece en compañía de una joven prostituta tras contemplar cómo su prometedora carrera literaria se desvanece injustamente tras haber sido víctima de sendos plagios. Lo que en principio parece una reconstrucción imaginada —y algo deprimente— de los últimos días de esta figura olvidada por la historia, se convierte en manos de Carrère en un literal juego de espejos donde se acaricia la idea de unos universos paralelos que son reflejo del nuestro. Así, antes de dar por zanjado el destino aciago de Polidori, Carrère imprime a la narración una vuelta de tuerca que cambia por completo nuestra percepción de la obra. Ahora aparecen nuevos personajes, en un nuevo escenario, y sin darte tiempo a recuperarte del shock, la novela avanza imparable y a toda mecha hacia un destino incierto que no deja de sorprender, extrañar y confundir en iguales proporciones.
«La estrella que lo guiaba, que le infundía la confianza de que los caminos angostos donde se hería llevaban, sin embargo, a la gloria y a la felicidad, esta estrella se apagaba después de unos pestañeos patéticos y se llevaba a su zona de sombra una de las dos metáforas a las que Polidori recurría para explicarse a sí mismo su historia».
Siempre girando en torno al fascinante origen de Frankenstein y la existencia de manuscritos inéditos que podrían revelar una versión extraoficial de la historia, Carrère indaga en los mecanismos de la creación literaria y en la relación del escritor (y, a un nivel más alto, la del lector) con sus personajes. Mejor o peor resueltas —o no resueltas en absoluto—, Bravura es un imparable torrente de ideas, un desbordante derroche de imaginación e improvisación que parece concebido para desafiar al lector, mucho más que para hacerle disfrutar del recorrido. Y ese es, precisamente, uno de los principales problemas que he tenido a la hora de enfrentar la lectura de esta novela, que es, en realidad, una sucesión anidada de distintas historias relacionadas entre sí. Este recurso, que en manos inexpertas puede resultar extremadamente volátil, ya lo he visto llevado a cabo con mucho más brío e inteligencia, por ejemplo, en las novelas de David Mitchell.
«Los dos hombres la miran y en el momento de cerrar la puerta, así como un director diría «acción» antes de una toma, el capitán, guiñando un ojo, cuchichea:
—¡Ahora, bravura!»
En el caso de Bravura, lo que falla son los engranajes. Bravura contiene un componente biográfico, un toque de suspense y misterio, algo de novela rosa y sí, cumpliendo vuestros peores presagios, hasta una invasión extraterrestre metida con calzador. Todo ello formando parte de un entramado autorreferencial en el que la novela cobra conciencia de sí misma. De manera independiente, las distintas partes de la obra parecen sostenerse con bastante más lustre. Pero a la hora de ensamblar componentes tan variopintos, Emmanuel Carrère acaba construyendo una obra tremendamente enrevesada y amorfa, un tambaleante edificio narrativo donde no se perciben claras las intenciones del autor ni el sentido de tantas acrobacias circenses.
El estilo del autor es, de lejos, uno de los mejores aspectos de la novela, llegando a convertirse en ciertos pasajes en el único aliciente para proseguir con su lectura. Y aunque valoro el alarde de originalidad y virtuosismo del que hace gala Carrère, así como los riesgos que asume durante el proceso, no ha sido Bravura una novela que haya disfrutado. No obstante, al ser uno de sus primeros trabajos, mantengo la esperanza de encontrar en novelas posteriores ese extraordinario talento del que hablan tantas personas. De momento, continúo con la búsqueda.
Con razón al propio Carrere no le gusta nada esta novela, pero dado que ahora es una autor de éxito tiene su lógica que se rescaten sus primeras novelas (por poco que le guste a él)
ResponderEliminarGracias, la verdad releí y releí pasajes de la obra para entenderla, me costó mucho. Sigamos la trayectoria de Carrere para entenderlo mejor.
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