►Título original: Shiosai
►Traducción: Keiko Takahashi y Jordi Fibla
►Año: 1954
►Editorial: Alianza Editorial
►Páginas: 216
►Valoración: ★★★☆
Tras Confesiones de una máscara, prosigo mi incursión en la obra de Yukio Mishima con la que es una de sus obras más conocidas, El rumor del oleaje. Elegante y atmosférica, la novela de Mishima es una entrañable historia de amor primerizo, pero también un hermoso lienzo donde se dibujan las vidas de una pequeña comunidad de pescadores en el Japón inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Con su envolvente y característica prosa, el escritor nipón demuestra una habilidad pasmosa para trasladarte a la remota isla de Utajima y que puedas percibir sus paisajes, costumbres, supersticiones, aromas o incluso el embate de la marea. El mar, de hecho, es una presencia constante en la novela, no solo como medio para ganarse el sustento, sino como entidad de orden divino al que los habitantes de Utajima rinden culto y le dirigen sus peticiones de buena fortuna.
«El mar era el lugar donde se ganaba la vida, un campo ondulante en el que, en lugar de espigas de trigo mecidas por la brisa, la blanca y amorfa cosecha de olas ondeaba eternamente por encima del azul uniforme de un suelo delicado y productivo».
El romance que surge entre Shinji, un joven curtido en las lides de alta mar que se encarga de proveer para su familia tras la muerte de su padre, y Hatsue, la hija del naviero más rico del pueblo, transmite un enternecedor candor juvenil capaz de sobreponerse a los diferentes obstáculos que les salen al paso. Los breves, intensos y casi siempre clandestinos encuentros que mantienen ambos jóvenes están cargados de un erotismo sutil y ardorosos cruces tanto de palabras como de miradas. Quizá por el pudor propio de la edad, el descubrimiento de nuevas sensaciones o, como el propio Mishima recalca en varias ocasiones a lo largo de la novela, la condición de aislamiento cultural en que se encuentra la isla respecto a otras grandes ciudades expuestas a la ocupación norteamericana, Shinji expresa su desconocimiento en materia de interacción con el sexo opuesto por medio de movimientos tímidos, titubeantes y cohibidos, o incluso de una frustrante inacción que produce desasosiego.
«Los jóvenes de la ciudad aprenden pronto las peculiaridades del amor gracias a las novelas, el cine y otros medios de información, pero en Utajima prácticamente no había modelos que seguir. Así pues, por mucho que meditara al respecto, Shinji no tenía la menor idea de lo que debería haber hecho durante los preciosos minutos transcurridos durante el trayecto entre la torre de observación y el faro, cuando estuvo a solas con ella. No le quedó más que un profundo remordimiento, la sensación de que había dejado de hacer algo importante».
Afortunadamente, no se trata de un amor edulcorado o empalagoso; más bien, Mishima consigue retratar la pasión entre Shinji y Hatsue como una fuerza más de la naturaleza, un impulso puro, pausado pero constante, que acaba agotando la paciencia de sus contrincantes, puliendo el carácter y sacando a relucir lo mejor de cada individuo. Y es que, una vez más, amor y adversidad parecen ir unidos de la mano. Mishima explora los prejuicios de la sociedad en el ámbito matrimonial cuando existe una diferencia de poder adquisitivo entre ambas partes o cuando uno de los miembros se convierte en objeto de conquista por parte de varios contendientes, en este caso, Yasuo, presidente de la Asociación de Jóvenes del pueblo, persuasivo y con dotes de líder, y la ingenua Chiyoko, una chica acomplejada por su fealdad. Los dos se fijarán en Hatsue y Shinji respectivamente, convirtiéndose en los vértices restantes de un explosivo cuadrado amoroso que amenaza con acarrear consecuencias desastrosas. Por si fuera poco, en un momento de la novela Shinji se verá obligado a superar una prueba de mérito que recuerda a las gestas clásicas y que validará o no su derecho al idilio romántico.
En líneas generales, El rumor del oleaje es una obra sencilla, de ritmo pausado y conciencia lírica que seguramente no destaque por ser una de las más brillantes del autor, pero que reporta una lectura reconfortante y placentera donde se apela fervientemente a los valores tradicionales, así como al espíritu de superación (ese «empuje» del que hace gala Shinji) tan característico del pueblo japonés. Me ha gustado sobre todo el trabajo de ambientación, perfecto para familiarizarse con los pormenores de la vida marítima, y la tierna historia de amor que surge entre los protagonistas, que si bien se aleja mucho de ser extraordinaria, goza de un arrebatador encanto que, eso sí, no es tan fácil de encontrar.
«Los jóvenes de la ciudad aprenden pronto las peculiaridades del amor gracias a las novelas, el cine y otros medios de información, pero en Utajima prácticamente no había modelos que seguir. Así pues, por mucho que meditara al respecto, Shinji no tenía la menor idea de lo que debería haber hecho durante los preciosos minutos transcurridos durante el trayecto entre la torre de observación y el faro, cuando estuvo a solas con ella. No le quedó más que un profundo remordimiento, la sensación de que había dejado de hacer algo importante».
Afortunadamente, no se trata de un amor edulcorado o empalagoso; más bien, Mishima consigue retratar la pasión entre Shinji y Hatsue como una fuerza más de la naturaleza, un impulso puro, pausado pero constante, que acaba agotando la paciencia de sus contrincantes, puliendo el carácter y sacando a relucir lo mejor de cada individuo. Y es que, una vez más, amor y adversidad parecen ir unidos de la mano. Mishima explora los prejuicios de la sociedad en el ámbito matrimonial cuando existe una diferencia de poder adquisitivo entre ambas partes o cuando uno de los miembros se convierte en objeto de conquista por parte de varios contendientes, en este caso, Yasuo, presidente de la Asociación de Jóvenes del pueblo, persuasivo y con dotes de líder, y la ingenua Chiyoko, una chica acomplejada por su fealdad. Los dos se fijarán en Hatsue y Shinji respectivamente, convirtiéndose en los vértices restantes de un explosivo cuadrado amoroso que amenaza con acarrear consecuencias desastrosas. Por si fuera poco, en un momento de la novela Shinji se verá obligado a superar una prueba de mérito que recuerda a las gestas clásicas y que validará o no su derecho al idilio romántico.
En líneas generales, El rumor del oleaje es una obra sencilla, de ritmo pausado y conciencia lírica que seguramente no destaque por ser una de las más brillantes del autor, pero que reporta una lectura reconfortante y placentera donde se apela fervientemente a los valores tradicionales, así como al espíritu de superación (ese «empuje» del que hace gala Shinji) tan característico del pueblo japonés. Me ha gustado sobre todo el trabajo de ambientación, perfecto para familiarizarse con los pormenores de la vida marítima, y la tierna historia de amor que surge entre los protagonistas, que si bien se aleja mucho de ser extraordinaria, goza de un arrebatador encanto que, eso sí, no es tan fácil de encontrar.
Yo no acabé de conectar ni con la prosa ni con los personajes, así que soy incapaz de recomendarla. También es cierto que me cuesta empatizar con las novelas que llegan de Japón, seguramente sea mi culpa.
ResponderEliminarUn besito.
Hola, me gustó bastante esta novela, aunque realmente es una historia de lo más sencilla. Su lectura me pareció muy agradable de un modo que no consigo explicar :)
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