► Título original: Brooklyn
► Traducción: Ana Andrés Lleó
► Año de publicación: 2009
► Editorial: Lumen
► Páginas: 320
Si algo bueno tienen las adaptaciones cinematográficas es que de vez en cuando sacan a relucir obras que de cualquier otro modo nos hubieran pasado totalmente desapercibidas. Al menos, ese ha sido mi caso con la aclamada novela del escritor irlandés Colm Tóibín que tanta popularidad ha ido cosechando en los últimos meses, un excelente y delicioso periplo personal que recrea de manera fascinante unas circunstancias históricas muy determinadas, las de miles de trabajadores europeos que tras la Segunda Guerra Mundial se aventuraron a intentar labrarse un futuro en Norteamérica, esa idílica tierra de las oportunidades que los acogería uno tras otro con los brazos abiertos.
Por supuesto, abandonar a su hermana y su madre viuda en una casa que pende económicamente de un hilo tras la marcha de los dos hijos varones no es algo que figure en los planes más inmediatos de Eilis Lacey, una dulce joven irlandesa que se ve obligada a trabajar bajo unas condiciones más bien precarias en un establecimiento de su pequeña localidad, regentada por una mujer autoritaria y con mucha inquina acumulada. Sin embargo, la vida de Eilis da un inesperado vuelco cuando se le ofrece la oportunidad de viajar a Estados Unidos con la promesa de un empleo digno y la posibilidad de prosperar mucho más de lo que nunca sería capaz en su tierra natal. Así pues, cargada con un equipaje repleto de miedos, inseguridades y muchas incertidumbres, Lacey finalmente decide emprender dicho viaje con la esperanza de ayudar a su familia, sin ser ni por asomo consciente de todo lo que Nueva York tiene preparado para ella.
Y, mientras el tren cruzaba Macmine Bridge en dirección a Wexford, Eilis imaginó los años venideros, cuando aquellas palabras significaran cada vez menos para el hombre que las había escuchado y cada vez más para ella.
Así pues, la novela de Tóibín se centra principalmente en el dificultoso proceso de adaptación de Eilis a su nuevo entorno, una ciudad —al contrario que el apacible y casi bucólico pueblo del que procede— bulliciosa, despiadada y glacial, muy alejada del terreno fértil que Eilis necesita para echar raíces. Aunque la estancia de Eilis en Estados Unidos no está marcada por ningún acontecimiento trágico ni obstáculos imposibles de superar (más allá del típico choque cultural que deviene en un extrañamiento crónico hacia todo lo que encuentra a su paso), la añoranza por su patria y por sus seres queridos es una espina clavada muy hondo en el corazón de Eilis. Sin embargo, el ajetreo de la vida cosmopolita, las pequeñas vicisitudes de su puesto como vendedora de medias, la concentración que requieren sus estudios de contabilidad y el contacto con nuevas gentes y situaciones acaban desdibujando, de manera muy sutil, primero la nostalgia y más tarde su estrecho vínculo emocional con el pasado.
Toda esta evolución aparece perfectamente plasmada en la novela y adquiere una importancia crucial cuando Eilis recibe noticias desde Irlanda que la obligan a regresar. Allí, atrapada entre un montón de recuerdos y compromisos familiares, Eilis debe hacer frente a un duro dilema: sopesar los dos platos de la balanza entre los que se divide su vida y decidir cuál importa más. Es en esta parte de la novela cuando uno se da cuenta de lo bien orquestada que están todas las anteriores, cómo Tóibín va construyendo una historia profunda, significativa y cargada de dramatismo con una prosa que no requiere de grandes alardes estilísticos ni drásticas soluciones narrativas, sino que se caracteriza en todo momento por su elegancia, sobriedad y contención. Que Tóibín consiga con tan pocas palabras transmitir de forma íntegra los pensamientos, emociones y debates internos de la protagonista es algo sencillamente maravilloso y que contribuye en gran medida a que percibamos el cariz trágico de su situación.
Cierto es que a lo largo de Brooklyn hay muy pocos momentos de intensidad emocional. No obstante, su disposición estratégica eleva la contundencia del resultado global. Pensando fríamente, no se trata la de Tóibín de una novela excepcional ni rompedora en ningún sentido concebible. Pero el eco que produce resuena con una fuerza increíble y te deja con una devastadora reflexión sobre el destino, el amor, la familia y la fuerza con la que tira de nosotros aquello que decidimos llamar hogar. No sé hasta qué punto los que ya hayan visto la película disfrutaran con la historia original, pero si aún no habéis tenido la ocasión de sumergiros en esta apasionante obra en cualquiera de sus variantes, no perdáis más el tiempo. Estáis ante una opción sumamente recomendable, tierna y conmovedora, capaz de dejar una profunda huella.
Lo descubrí gracias a la adaptación cinematográfica y espero poder leerlo pronto.
ResponderEliminarMe encantó tu reseña :) ¡Un beso!
La peli está bastante bien la verdad. No quería verla antes de leer el libro, pero me pudo el ansia xD Aún así caerá en breves que la historia me recuerda mucho a Las chicas de campo de Edna O'Brien y me gustó bastante.
ResponderEliminar¿En el libro también sale el fontanero italiano? Pregunta seria xD
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTiene todo para ser una historia preciosa, según leí, y la verdad me gustaría mucho leerlo. Quizá en la próxima feria de aquí de mi ciudad pueda hacerme con un ejemplar.
ResponderEliminarSaludos.
Tengo unas ganas terribles de leer esta novela. No he visto la película lo típico de "leer el libro antes de ver la peli". Me apetece leer una historia cercana sobre el tema de la inmigración a los Estados Unidos y creo que no puede haber mejor opción que la historia de Colm Tóibín. :)
ResponderEliminarUn saludo.