► Título original: Purple Hibiscus
► Traducción: Laura Rins Calahorra
► Año de publicación: 2003
► Editorial: Literatura Random House
► Páginas: 304
Chimamanda Ngozi Adichie es, probablemente, la escritora africana más mediática y relevante de la actualidad. Conocida sobre todo por la sobresaliente Americanah o el discurso titulado Todos deberíamos ser feministas que se convirtió en viral, su prometedora carrera literaria está, sin embargo, cimentada sobre una novela mucho más concisa y de humildes pretensiones, un primer peldaño que el paso del tiempo y la excelente factura de obras posteriores quizá hayan podido deslustrar, pero en cuyo interior permanece intacto el espíritu provocador y reivindicativo de su joven autora.
A lo largo de La flor púrpura, Chimamanda Ngozi Adichie vierte sus preocupaciones e inquietudes sobre su Nigeria natal a través de un relato doméstico ambientado en una época convulsa, turbulenta y de inestabilidad política. No obstante, la familia de Kambili, la protagonista y narradora de la novela, parece vivir ajena a este clima de expectación e incertidumbre que mantiene al país al borde del golpe militar. Hija de un rico empresario local que además colabora en un periódico de carácter sedicioso, Kambili no necesita buscar fuera del hogar motivos para tener miedo. Su propio padre, que ha abrazado los preceptos del catolicismo más intransigente tras renegar por completo de sus raíces, costumbres e incluso de su idioma, se ha convertido en un auténtico subyugador que arremete contra cualquier miembro de la familia indispuesto a acatar sus estrictas normas.
A pesar de la eventual brutalidad y violencia que dispensa, el padre de Kambili encuentra poca oposición a su comportamiento. La familia, acomodada en todos los sentidos de la palabra y sin duda muy influenciada por el adoctrinamiento religioso, acepta los malos tratos sin apenas sopesar las alternativas. En casa de Kambili, contravenirse al horario impuesto —y detallado al milímetro—, cuestionar el modo en que funciona su mundo o entrar en contacto con las viejas y pecaminosas costumbres igbo está penado con dureza. Ahora bien, cuando Kambili y su hermano Jaja viajan hasta casa de su cariñosa y siempre sonriente tía Ifeoma, ambos descubren un ambiente de tranquilidad, respeto y tolerancia en contacto con la naturaleza que los afectará profundamente.
El desafío de Jaja me parecía ahora igual que el experimento con los hibiscos púrpura de tía Ifeoma: raro, con un trasfondo fragante de libertad, pero de una libertad distinta a la que la multitud había clamado, agitando hojas verdes en Government Square, tras el golpe. Libertad para ser, para hacer.
Sin duda, esta marcada evolución, que acapara gran parte de la novela, es uno de los aspectos más interesantes y mejor llevados de la misma. La dominación, ya sea física, mental o ideológica, es uno de los grandes temas en torno a los que gira La flor púrpura. El otro es el gran conflicto entre modernidad y tradicionalismo en el que se ven atrapados los protagonistas de la novela, controvertido pulso ante el cual cada personaje toma diferentes posiciones, con diferentes consecuencias. En casa de su tía Ifeome, Kambili aprende con la inocencia e ingenuidad que la caracterizan reveladoras lecciones sobre el amor, la amistad y los lazos familiares. Mientras, su hermano Jaja irá cobrando las fuerzas y convicción necesarias para romper de forma definitiva con el opresivo y dictatorial mandato de su padre.
En términos generales, La flor púrpura me ha parecido una buena novela, una historia entre tierna y desoladora, imbuida de cierto dramatismo subterráneo que aflora en los momentos más inesperados, multiplicando su efecto. No tengo pegas ni grandes errores que achacarle, pero lo cierto es que, a la luz de mi experiencia previa con la autora, he echado en falta en La flor púrpura algo más de esa incorrección y rabiosa intensidad que sí tenía Americanah, así como profundidad en algunas cuestiones que explora. La primera novela de Chimamanda Ngozi Adichie está lejos de ser una obra extraordinaria: más bien se percibe en ella el constante esfuerzo de la escritora nigeriana por encontrar una voz propia e inconfundible a través de la cual se pueda dar a conocer la situación de épocas y escenarios que no son tan habituales de ver en la literatura. Teniendo en cuenta que con el paso del tiempo lo ha conseguido de manera rotunda, bien vale la pena echar un vistazo a este interesante debut, tanto si ya has probado otros libros de Chimamanda como si aún no te has decidido por ninguno o ni siquiera la conocías.
Creo que lo dejo pasar porque no me van muchas estas historias, me enfadan mucho. Besos
ResponderEliminarÚltimamente veo mucho a esta autora por los blogs pero no termina de llamarme la atención.
ResponderEliminarBesotes.
Es una autora que tengo muchas ganas de leer, aunque quizá empiece por Americanah, que por lo que veo es algo mejor.
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