"Si por ese desdichado embrujo te ha de herir el huso de una rueca un dedo, que haya un rayo de esperanza, el don que te concedo. Y no con la muerte, solo en profundo sueño la fatal profecía se cumplirá y de ese sueño hechicero despertarás, al calor del primer beso de amor." Todo aquel que haya tenido la oportunidad de crecer en compañía del colosal universo perpetrado por la factoría Disney sabrá reconocer de inmediato estas palabras con las que el irrefrenable hada Primavera intentaba remediar la maldición que, provocada por los celos de Maléfica, recayó sobre la princesa Aurora. Imposible de evitar dicho accidente, Primavera consiguió de manera sencillamente brillante minimizar los daños, transformando la condena a muerte en un indefinido letargo que convertiría a la radiante Aurora en la primera Bella Durmiente de la historia. Años más tarde, el escritor japonés Yasunari Kawabata, primero de su país en alzarse con el premio Nobel de literatura, se sirvió de este maravilloso cuento popular para componer un relato igualmente fascinante sobre amor, nostalgia y princesas dormidas que no te puedes perder.
Título: La casa de las bellas durmientes
Autor: Yasunari Kawabata
Año de publicación: 1961 (2012)
Género: Novela, drama
Editorial: Emecé
Páginas: 128
PVP: 18.00
ISBN: 9788496580794
Sinopsis
Al llegar a la posada, noche cerrada, el silencio y la clandestinidad, la mujer sólo hace una advertencia al viejo Eguchi: no debe hacer nada de mal gusto. Después, le franquea la puerta de la habitación donde la joven, sumida en un sueño lisérgico, descansa tendida sobre la cama. No puede despertarla. Sólo dormir con ella. Noche tras noche, Eguchi deshojará el secreto de la belleza y la soledad, acostado junto a hermosas jóvenes que ignoran su presencia.
Opinión
La primera impresión que te viene a la cabeza cuando llevas un par de páginas de este libro es que se trata de una novela atípica, por no decir rara. El planteamiento de la misma es cuando menos sugerente, si bien a medida que avanzas en su lectura las expectativas generadas por la sinopsis se van distanciando un poco de lo que realmente encontramos tras las paredes de esta casa poblada de bellezas orientales. El libro además cuenta con la ventaja de ocupar la irrisoria cifra de 128 páginas, dividas a su vez en cinco pequeños capítulos a través de los cuales el viejo Eguchi, expresión con la que se alude al protagonista de la novela a lo largo de toda su longitud, va desgranando con pulso narrativo firme pero delicado algunos de los episodios más trascendentales de su vida.
Todo comienza cuando el viejo Eguchi, impulsado por la ferviente recomendación de un conocido, acude a la misteriosa casa que sirve de título a la novela, un lugar regentado por una mujer de aspecto imponente que enseguida se encargará de comunicar a Eguchi las estrictas normas que rigen su morada. El viejo tendrá la oportunidad de pasar la noche en compañía de una chica joven y guapa que lo está esperando en su habitación sumida en un sueño profundo, tanto, que nada de lo que el viejo Eguchi tenga la libertad de hacer podrá despertarla ni siquiera por un segundo. A medio camino entre hospedería y prostíbulo, La casa de las bellas durmientes destila el erotismo y la sugestión de lo prohibido, es un local destinado a satisfacer los deseos que van más allá de lo puramente carnal. El sexo no está permitido. Es hora de esos anhelos, pasiones y sueños que en la mayoría de ocasiones arraigan mucho más fuerte en nuestro corazón y que los clientes de esa casa se ven obligados a saciar en compañía de muchachas vírgenes que no son conscientes de su presencia.
El viejo Eguchi queda tan impactado tras su primera visita a la casa de las bellas durmientes que se verá arrastrado por su insaciable curiosidad a repetir la experiencia hasta en cuatro ocasiones más. En ellas, Kawabata se detiene de forma minuciosa en describir los rasgos físicos de estas soñadoras compulsivas con detalles que a menudo rozan la precisión clínica. El ganador del Nobel es un escritor que se deleita en el instante, en lo imperceptible, un artista capaz de recrear toda una vida a partir de un conjunto de sensaciones efímeras. Un olor, un sonido, el simple roce con el cuerpo desnudo de una joven provoca en el viejo Eguchi una auténtica reacción en cadena que, al igual que el beso de amor mencionado al principio, sacará a la superficie recuerdos hace mucho tiempo dormidos.
Me ha encantado la forma en que el viejo Eguchi va rememorando antiguos episodios de su vida y también las breves lecciones que se pueden extraer de ellos. En el presente, Eguchi reflexiona sobre los momentos ya vividos con una profundidad sobrecogedora, diseccionando de forma un tanto trágica aspectos esenciales del ser humano como son el amor, la nostalgia o la senilidad inherente a la vejez. El estilo de Kawabata es igualmente impecable, propio de alguien que ha sido remunerado con un premio tan prestigioso. Aunque en ocasiones peca de repetitivo, la narración del japonés es en casi todo momento prodigiosa, evocadora y dulce, un aliciente más para un lectura que ya de por sí es bastante agradable. Ahora bien, en La casa de las bellas durmientes no es todo miel del panal. Después de haberlo leído me quedó un regusto bastante amargo principalmente causado por esa sensación de no estar entendiendo del todo lo que el autor quiere transmitir. La forma de escribir es excelente, cierto, pero el mensaje final se difumina bajo una capa que, en palabras del ilustre Vargas Llosa, es como "una metáfora cuyos términos no son fáciles de desentrañar".
Creo que lo que Kawabata quería comunicar en lo relativo al amor y al sexo me ha quedado bien claro, pero la otra cara de la moneda, la que habla sobre la cercanía de la muerte, la añoranza y la senectud se ha quedado por el camino, quizás porque aún me encuentro en el extremo opuesto de la vida. Por otro lado, no esperéis gran cosa del argumento más allá de lo que promete la contraportada. Historia, lo que se dice historia, no hay. Personajes, aparte del viejo Eguchi y la dueña de la casa donde el protagonista pasa las noches, tampoco muchos, teniendo en cuenta que esas jóvenes hermosas de las que tanto se habla en el libro no pronuncian ni una sola palabra porque están todo el rato sobando. Salvando las distancias, La casa de las bellas durmientes es como un gran poema escrito en prosa, por lo que esta novela pudiera no ser del agrado de todo el mundo, aunque bien pensado, ¿qué lectura no conlleva ese riesgo? En cuanto a mí, el poco rato que me ha durado entre las manos La casa de las bellas durmientes, lo he disfrutado mucho. Si quieres adentrarte en un extraño a la vez que inolvidable viaje a través de los más recónditos parajes del ser humano, adelante, has venido al lugar apropiado. O si lo prefieres, puedes seguir durmiendo.
Sinopsis
Al llegar a la posada, noche cerrada, el silencio y la clandestinidad, la mujer sólo hace una advertencia al viejo Eguchi: no debe hacer nada de mal gusto. Después, le franquea la puerta de la habitación donde la joven, sumida en un sueño lisérgico, descansa tendida sobre la cama. No puede despertarla. Sólo dormir con ella. Noche tras noche, Eguchi deshojará el secreto de la belleza y la soledad, acostado junto a hermosas jóvenes que ignoran su presencia.
Opinión
La primera impresión que te viene a la cabeza cuando llevas un par de páginas de este libro es que se trata de una novela atípica, por no decir rara. El planteamiento de la misma es cuando menos sugerente, si bien a medida que avanzas en su lectura las expectativas generadas por la sinopsis se van distanciando un poco de lo que realmente encontramos tras las paredes de esta casa poblada de bellezas orientales. El libro además cuenta con la ventaja de ocupar la irrisoria cifra de 128 páginas, dividas a su vez en cinco pequeños capítulos a través de los cuales el viejo Eguchi, expresión con la que se alude al protagonista de la novela a lo largo de toda su longitud, va desgranando con pulso narrativo firme pero delicado algunos de los episodios más trascendentales de su vida.
Todo comienza cuando el viejo Eguchi, impulsado por la ferviente recomendación de un conocido, acude a la misteriosa casa que sirve de título a la novela, un lugar regentado por una mujer de aspecto imponente que enseguida se encargará de comunicar a Eguchi las estrictas normas que rigen su morada. El viejo tendrá la oportunidad de pasar la noche en compañía de una chica joven y guapa que lo está esperando en su habitación sumida en un sueño profundo, tanto, que nada de lo que el viejo Eguchi tenga la libertad de hacer podrá despertarla ni siquiera por un segundo. A medio camino entre hospedería y prostíbulo, La casa de las bellas durmientes destila el erotismo y la sugestión de lo prohibido, es un local destinado a satisfacer los deseos que van más allá de lo puramente carnal. El sexo no está permitido. Es hora de esos anhelos, pasiones y sueños que en la mayoría de ocasiones arraigan mucho más fuerte en nuestro corazón y que los clientes de esa casa se ven obligados a saciar en compañía de muchachas vírgenes que no son conscientes de su presencia.
"Cuando llegó a esta casa, para Eguchi no había nada más hermoso que un rostro joven dormido y sin sueños. Ninguna mujer, por hermosa que fuera, podía ocultar su edad cuando dormía. Y cuando una mujer no era hermosa, su mejor aspecto lo ofrecía dormida."
El viejo Eguchi queda tan impactado tras su primera visita a la casa de las bellas durmientes que se verá arrastrado por su insaciable curiosidad a repetir la experiencia hasta en cuatro ocasiones más. En ellas, Kawabata se detiene de forma minuciosa en describir los rasgos físicos de estas soñadoras compulsivas con detalles que a menudo rozan la precisión clínica. El ganador del Nobel es un escritor que se deleita en el instante, en lo imperceptible, un artista capaz de recrear toda una vida a partir de un conjunto de sensaciones efímeras. Un olor, un sonido, el simple roce con el cuerpo desnudo de una joven provoca en el viejo Eguchi una auténtica reacción en cadena que, al igual que el beso de amor mencionado al principio, sacará a la superficie recuerdos hace mucho tiempo dormidos.
Me ha encantado la forma en que el viejo Eguchi va rememorando antiguos episodios de su vida y también las breves lecciones que se pueden extraer de ellos. En el presente, Eguchi reflexiona sobre los momentos ya vividos con una profundidad sobrecogedora, diseccionando de forma un tanto trágica aspectos esenciales del ser humano como son el amor, la nostalgia o la senilidad inherente a la vejez. El estilo de Kawabata es igualmente impecable, propio de alguien que ha sido remunerado con un premio tan prestigioso. Aunque en ocasiones peca de repetitivo, la narración del japonés es en casi todo momento prodigiosa, evocadora y dulce, un aliciente más para un lectura que ya de por sí es bastante agradable. Ahora bien, en La casa de las bellas durmientes no es todo miel del panal. Después de haberlo leído me quedó un regusto bastante amargo principalmente causado por esa sensación de no estar entendiendo del todo lo que el autor quiere transmitir. La forma de escribir es excelente, cierto, pero el mensaje final se difumina bajo una capa que, en palabras del ilustre Vargas Llosa, es como "una metáfora cuyos términos no son fáciles de desentrañar".
"-Antes de dormirme cierro los ojos y cuento los hombres por quienes no me importaría ser besada. Los cuento con los dedos. Es muy agradable. Pero me entristece no poder pensar en más de diez."
Creo que lo que Kawabata quería comunicar en lo relativo al amor y al sexo me ha quedado bien claro, pero la otra cara de la moneda, la que habla sobre la cercanía de la muerte, la añoranza y la senectud se ha quedado por el camino, quizás porque aún me encuentro en el extremo opuesto de la vida. Por otro lado, no esperéis gran cosa del argumento más allá de lo que promete la contraportada. Historia, lo que se dice historia, no hay. Personajes, aparte del viejo Eguchi y la dueña de la casa donde el protagonista pasa las noches, tampoco muchos, teniendo en cuenta que esas jóvenes hermosas de las que tanto se habla en el libro no pronuncian ni una sola palabra porque están todo el rato sobando. Salvando las distancias, La casa de las bellas durmientes es como un gran poema escrito en prosa, por lo que esta novela pudiera no ser del agrado de todo el mundo, aunque bien pensado, ¿qué lectura no conlleva ese riesgo? En cuanto a mí, el poco rato que me ha durado entre las manos La casa de las bellas durmientes, lo he disfrutado mucho. Si quieres adentrarte en un extraño a la vez que inolvidable viaje a través de los más recónditos parajes del ser humano, adelante, has venido al lugar apropiado. O si lo prefieres, puedes seguir durmiendo.
Puntuación
Estoy de acuerdo, pero creo que es un libro más complejo de lo que parece, y hay que encontrar el momento para dedicarte completamente a él. Sino, estarás perdido.
ResponderEliminarSorprendente reseña. Yo sólo he leído "País de nieve" y me gustó mucho así que he entrado inmediatamente a ver qué nos decías de este. Es cierto que a mí también me pareció pausado, incluso lento pero me gustó mucho leerlo. Un saludo.
ResponderEliminarEstoy convencido de que probaré algo más del autor, quizá "Mil grullas" o "Lo bello y lo triste", aunque "País de nieve" también entra dentro de las posibilidades.
EliminarMe encantaria leer a este señor, definiticvamente tengo que leerlo ;)
ResponderEliminarDe literatura asiática sólo he leído a Murakami, autor que me gusta mucho, así que tengo curiosidad por leer otra novela de este tipo. Me la apunto, gracias por la reseña.
ResponderEliminarLo siento, y de igual modo te justificas, tu reseña me pareció falta de experiencia en varios aspectos en tu vida personal; me parece acertado que pienses en la posibilidad de entender a esta lectura un poco más hasta dentro un de tiempo... pero para asegurar ese conocimiento... debes ir a lo que en el marco de la lectura se adecua a lo que se llamaré "La casa de las bellas durmientes"... en pocas palabras, debes comer mujeres.
ResponderEliminarTodas las opiniones que he encontrado en la red son de jóvenes, creo yo que si encontrara alguna de un hombre mayor y que si pudiese expresar un término relativo a la lectura, sería culpa; la virginidad representa rasgos (situaciones) de lo que uno pudo pero no hubo con o quien uno estuvo que se relacionan directamente con las mujeres que has lastimado; mientra se crece el sexo no se es necesario, aunque sea dentro del deseo macerado en el recuerdo que se evoca en cada cuerpo nuevo que se conoce donde la memoria te traiciona y a pesar de que las mujeres estén dispuestas, desnudas y en silencio (bellas durmientes, la mujer vive en su mundo y uno sólo les visita) uno llena los huecos con sus presiones, miedos, ansiedades y necesidades propias. No es la muerte (la dueña de la casa) a lo que se teme sino un poco más al olvido (al lugar donde dejan a los cuerpos). Este libro es un juego de memoria, es precioso y posiblemente pueda hacer referencia directa junto a la película de Alfie (tanto la de 1966 como la del 2004, son una maravilla), las cuales tratan de desenmascarar esa frialdad al que nos vemos empujados a pesar de que se quiere mantener viva esa esperanza de algo nuevo y que evoque a nuestra subjetividad y experiencia, sin importar la edad de la persona.
Más allá de la belleza de este relato desde el punto de vista formal, Kawabata podría haber encontrado otro modo de conseguir una atmósfera onírica y sensual para hablar de la senectud y la proximidad de la muerte sin recurrir al cuerpo de la mujer como un objeto de la voluntad del hombre, expuesto a su mirada, vulnerable, que incita a la violencia, que no protesta, etc... hasta que su príncipe la despierte de un beso o, por el contrario, decida asesinarla. Es un cuento de la fantasía masculina de voyeur o del depredador, imagino que por eso le dieron el Nobel todos esos señores de la Academia. ¿Cuándo las mujeres hacemos algo así? ¡Estamos hartas!
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