Especial Clásicos #1: Oscar Wilde

viernes, 13 de abril de 2012

El 16 de octubre de 1854 nació en Dublín, en el seno de una familia protestante irlandesa, un niño que aún no era consciente del impacto que causarían sus escritos entre el público de su época, un niño que a pesar de no haber aprendido ni siquiera a hablar, lograría que su nombre perdurara en los anales de la Historia: un niño llamado Oscar Wilde. Fue el segundo de los tres hijos que tuvieron el médico Sir Williams Robert Wills Wilde y su esposa Jane Francesca Elgee. Ella era una escritora de éxito y una nacionalista de la causa irlandesa, mientras que su padre era un destacado cirujano en las especialidades de nariz y oído, además de un renombrado filántropo que escribió libros sobre arqueología y folclore. Además, su madre era la anfitriona de un salón literario que se celebraba los sábados por la tarde con invitados como Sheridan le Fanu, Samuel Lever, George Petrie, Isaac Butt y Samuel Ferguson, así que el joven Oscar estuvo rodeado desde su más temprana niñez por un ambiente que sin duda alguna ayudaría a cultivar su pasión por las letras.

Más tarde, siendo estudiante de la Universidad de Oxford, destacó en el estudio de los clásicos y escribió poesía, llegando a ganar en 1878 con su poema Ravenna el prestigioso premio Newdigate. Wilde convirtió el estilo bohemio de su juventud en una filosofía de vida: de carácter excéntrico, llevaba el pelo largo, vestía pantalones de montar de terciopelo y su habitación estaba repleta de objetos de arte, como girasoles, plumas de pavo real y porcelanas de china. Aunque sus actitudes y modales fueron ridiculizados en numerosas ocasiones por ciertos sectores de la sociedad inglesa, su ingenio y su talento le hicieron ganar innumerables admiradoresGran parte de su obra se sitúa dentro del movimiento esteticista, basado en la doctrina de que el arte existe para beneficio de su exclusiva belleza y que ésta debe ser elevada por encima de la moral y de los temas sociales. 

Oscar Wilde junto a
 Alfed Douglas
      En 1895, cuando estaba en la cima de su carrera, Oscar Wilde se convirtió en la figura central del más sonado proceso judicial del siglo, que consiguió escandalizar a toda la mojigata clase media de la Inglaterra victoriana. Wilde, que había mantenido una íntima amistad con lord Alfred Douglas, fue acusado por el padre de éste, el marqués de Queensberry, de sodomía. Se le declaró culpable en el juicio y fue condenado a dos años de trabajos forzados, un hecho que supuso tato la ruina material como espiritual del escritor y que venía precedido por una de las más controvertidas obras de su carrera: El retrato de Dorian Gray (1890), una novela brillante y oscura en la que el autor describe perfectamente el proceso de corrupción del protagonista, pero que no sirvió para apaciguar los ánimos de sus críticos más feroces, quienes continuaron acusándolo de inmoral y perverso.

    Wilde finalmente optó por marcharse a París, donde vivió como indigente los últimos momentos de su vida bajo el nombre de Sebastián Melmoth. Allí se convirtió al catolicismo y acabó muriendo en el año 1900, no sin antes habernos dejado atrás un amplio legado literario que se extiende sobre casi todos los géneros posibles y que aún hoy, más de 100 años después, millones de personas por todo el mundo seguimos disfrutando. Entre otras cosas, escribió numerosos cuentos (El príncipe feliz, El fantasma de Canterville), se dedicó también al ensayo (La decadencia de las mentiras, La verdad sobre las máscaras) y recibió multitud de aplausos por su importante aportación al teatro (Salomé, La importancia de llamarse Ernesto), obras que siguieron representándose durante mucho tiempo, que han servido de inspiración para muchas otras personas y que incluso han tenido el privilegio de haber sido adaptadas al cine.
     Está claro que Oscar Wilde tuvo una vida ardua, convulsa y repleta de escándalos, pero quizá sea ese el precio a pagar por llegar a convertirse en uno de los más importantes, influyentes y aclamados escritores del siglo XIX, una conclusión a la que el propio Wilde también pareció llegar cuando formuló hace ya muchos años las siguientes palabras:

"Escribí cuando no conocía la vida. Ahora que entiendo su significado, ya no tengo que escribir. La vida no puede escribirse; sólo puede vivirse."   

Escena de la película El retrato de Dorian Gray (2009)

3 comentarios :

  1. Una entrada muy interesante. Es muy curiosos ver cómo consideraron la obra El retrato de DG xD
    beeeeeeeesos

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  2. MI autor favorito *_________________*

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  3. La quinta montaña me encantó te lo recomiendo tiene una forma de escribir que te absorbe, de este me llama la historia pero por lo que dices no se si me gustaría.
    Tienes un premio en mi blog:D
    Besos

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