«Jamás en sus quince años de vida había pasado Wan doce horas tan excitantes, atemorizantes y sorprendentes hasta rozar el infarto, como aquéllas. ¡Tantas preguntas! ¡Tanto que decir y escuchar!»
Pórtico es sin duda una de las lecturas que más me impresionaron de todas las que leí el año pasado; el acceso a un universo narrativo absolutamente fascinante que proyecta un futuro para la humanidad sombrío, catastrófico y, en definitiva, nada prometedor. Sin embargo, su continuación se atreve a dar un paso más allá (como debe corresponder, por supuesto, a una buena novela de género) y ha logrado que la de los Heechee vaya camino de convertirse en una de mis sagas de ciencia ficción mejor valoradas de todos los tiempos. Palabrita del niño Jesús.
Ahora bien, ¿por qué tanta euforia y tanto halago gratuito?
Veamos.
En Pórtico, descubrimos que la humanidad ha dado un salto tecnológico tan espectacular como fortuito gracias a los artefactos que una antigua y ya desaparecida civilización alienígena —los Heechee— ha dejado a su paso por nuestro sistema solar. El único inconveniente es que la utilidad de estos hallazgos escapa por completo a nuestra comprensión y su empleo conlleva una serie de riesgos que resultan letales en la mayoría de casos. No obstante, empujadas por las precarias condiciones en que se halla la Tierra (superpoblación, hambrunas, contaminación, inestabilidad económica, etc.), cada vez más personas se embarcan en misiones suicidas a bordo de estas naves alienígenas con la remota esperanza de realizar nuevos descubrimientos y llevarse un exorbitante botín por ello.
Por haber sido el único superviviente de una expedición cuyos miembros (entre ellos, su mujer) permanecen aislados del tiempo en el interior de un agujero negro, Robinette Broadhead ahora disfruta de una incontable fortuna. Gracias a ella decide financiar un proyecto que se dirige a la Fábrica Alimentaria, una nave Heechee que vaga perdida por el espacio y es capaz de transformar elementos sencillos en alimentos para el consumo, todo ello con la intención de erradicar para siempre el hambre en la Tierra. Sin embargo, al llegar allí los tripulantes de la nave enviada por Broadhead se topan con que la Fábrica Alimentaria se encuentra habitada por un adolescente delirante que asegura mantener contacto con otras formas de vida y que de vez en cuando provoca una especie de locura colectiva a través de sus sueños.
No es esta la única, pero sí quizá la más potente idea que sobrevuela las páginas de Tras el incierto horizonte. Frederik Pohl reflexiona de manera magistral sobre los límites del conocimiento y de cómo este, bajo manos inexpertas o inadecuadas, en realidad se convierte en una monumental fuente de (literales) quebraderos de cabeza. En su insaciable y desesperada búsqueda de la verdad, de los secretos que esconde el universo, el ser humano no concibe la posibilidad de causar más estragos que beneficios con sus acciones, y por eso ejecuta empresas tan ambiciosas como kamikazes sin calibrar correctamente las potenciales secuelas. El resultado, y de ello es buen ejemplo el protagonista, es un lastre de titánicas proporciones que acarreamos bajo la apariencia de arrepentimiento y culpa. Por otra parte, los personajes de Frederik Pohl suelen manifestar sin motivo aparente una sexualidad sin ambages que puede incluso llegar a niveles retorcidos. El resto de la novela, hilvanada de manera sobresaliente a través de diversos puntos de vista, es pura especulación y sentido de la maravilla que empuja hasta sus últimas consecuencias los postulados del autor en materia de astrofísica, ingeniería o inteligencia artificial, sin perder nunca el tono divulgativo.
En líneas generales, Tras el incierto horizonte me ha parecido una novela igual de adictiva que su predecesora, una historia marcada por un ritmo trepidante y un aumento constante de la tensión que ningún aficionado a la ciencia ficción debería perderse. Los personajes, aunque no son el foco de la obra, poseen una carga emocional bastante importante y rebosan el carisma propio de quien despacha a diestro y siniestro líneas memorables. Después del brillante y apoteósico final que remata la obra, no puedo contener las ganas de hincarle el diente al siguiente volumen de la saga y averiguar por fin qué más sorprendentes descubrimientos sobre los Heechee nos tiene preparados el gran Frederik Pohl.
Título original: Beyond the Blue Event Horizon
Traducción: Francisco Amella
Año: 1980
Editorial: Ediciones B
Páginas: 368
Valoración: ★★★★
Conclusión de la reseña: Debo leerme Pórtico de una vez. Un abrazo^^
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