«Hannah era una generadora de sueños. La oscuridad que la rodeaba avivaba la imaginación de los demás».
Iris Murdoch es una de esas escritoras a las que uno no sabe por dónde acercarse. Con una dilatada trayectoria profesional, esto es, un reguero de libros a sus espaldas, elegir la puerta de entrada a su particular universo narrativo se me antojaba tarea de una importancia crucial y dificultad abrumadora. Después de finalizar la lectura intensiva (casi compulsiva, diría yo) de El unicornio, no me cabe duda de que estamos ante una de las novelas más enigmáticas, seductoras y divisivas de cuantas firmó la autora irlandesa.
En clara imitación u homenaje a la estética literaria gótica, Iris Murdoch elabora una apasionante trama de misterio e intriga mezclando en ella, aún no tengo claro si con acierto o desatino, distintos elementos sobrenaturales o fabulescos que giran en torno a una escalofriante mansión victoriana y sus indescriptibles inquilinos. A dicha propiedad, enclavada en un desolador paisaje repleto de rocas escarpadas, acantilados, ciénagas cubiertas de mortífera vegetación y monumentos megalíticos de aspecto sombrío, llega Marian Taylor, una mujer a punto de cumplir la treintena y recién salida de un descalabro sentimental que, atendiendo a un anuncio en el periódico, espera servir allí como institutriz. Sin embargo, al llegar descubre que sus expectativas no se ajustan del todo a la realidad y, en lugar de niños, a quien se encargará de instruir en diversas disciplinas es a la dueña del castillo, Hannah, mujer de aspecto atormentado y un tanto esotérico sobre la cual pesa un inquietante clima de fatalidad.
A medida que Marian se familiariza con el entorno opresivo y amenazante del castillo iremos conociendo también a los distintos miembros del servicio, seres tan fascinantes como caricaturescos que irán desvelando de manera progresiva la terrible historia del lugar (infidelidades y tentativas de asesinato incluidas), así como sus consecuencias devastadoras. Dominada por la palpitante fascinación que ejerce sobre ella la dueña de la casa, Marian pronto se verá empujada a trazar un plan descabellado para liberar a Hannah de su confinamiento y descargarla de los pesares que la atenazan por sus errores cometidos en el pasado. A partir de ese momento, la novela desemboca en una espiral de acontecimientos marcados por violentas pasiones y arrebatos de una fiereza inusitada.
Sin perder nunca el control de los hilos que entretejen la trama, Iris Murdoch transforma a sus personajes en elementos de una epopeya moral y filosófica donde conceptos como el amor, el bien y el mal, el deseo, la culpa, el arrepentimiento y la expiación son sometidos al juicioso examen de diversas interpretaciones, fundamentalmente la cristiana y la platónica. Lejos de inducir al tedio (su manejo de la tensión narrativa es poco menos que envidiable), Murdoch incita tanto a la reflexión como a la perplejidad, conduciendo a sus personajes por un camino descendente hacia la rendición absoluta del raciocinio en el que Hannah, ese unicornio luminoso y aterrador que carga con los pecados de toda la humanidad, ejerce el papel de figura central.
La prosa atmosférica, envolvente y por momentos mística de Murdoch contribuye de manera esencial al éxito de una historia que en manos de un escritor menos experimentado se derrumbaría sin ninguna duda por sus excesos, inverosimilitudes y paroxismos narrativos. Afortunadamente, no es el caso de El unicornio, novela que sobresale por su arrebatadora aunque peculiar personalidad. No es ni mucho menos una novela cómoda, ordinaria o sujeta a una lectura unívoca, sino todo lo contrario: una obra excepcional que debe ser entendida como lo que su propio nombre indica. La rara, hipnótica y radiante criatura legendaria de Iris Murdoch.
Traducción: Jon Bilbao
Año: 1963
Editorial: Impedimenta
Páginas: 352
Valoración: ★★★★
Esta vez dudo un poco, la verdad. No termino de conectar con la editorial (aunque la estética de sus cubiertas me parece maravillosa) y no estoy seguro de que este libro sea para mí.
ResponderEliminarUn besito.