Robert Plunket - Los papeles de Harding

lunes, 10 de noviembre de 2025



► Título original: My Search for Warren Harding
► Traducción: Regina López Muñoz
► Año: 1983
► Edición:  Impedimenta (2025)
► Páginas: 336


Breve pero accidentado, el mandato del republicano Warren G. Harding fue un período de la democracia estadounidense marcado por varios escándalos de corrupción y una tumultuosa vida sentimental cuya versión biografiada se convirtió en un bestseller distribuido de puerta en puerta de forma clandestina. Publicada por primera vez en 1983, Los papeles de Harding, del norteamericano Robert Plunket (Greenville 1945), se adentra de lleno en este infame capítulo de la historia yankee para regalarnos una novela inclasificable, a medio camino entre la comedia de enredo y el reportaje periodístico, sobre un aspirante a escritor que investiga el paradero de la amante de Harding con el objetivo de conseguir el testimonio definitivo del romance más jugoso del siglo.

Así, tras tirar de contactos en el corazón de la industria cinematográfica a través de su amiga Eve Biersdorf, el joven académico Elliot Weiner se instala en la decadente mansión de Rebekah Kinney con la esperanza de engatusar a la vieja y echarle el guante a la colección de fotografías, cartas eróticas y demás memorabilia que documentarían su apasionado idilio con el presidente Harding, así como la existencia de una hija no reconocida, Jonica, cuyas colosales dimensiones físicas y particular sentido de la moda constituyen una fuente inagotable de chascarrillos más bien deplorables por parte de Weiner.

Y es que el personaje central de la novela de Plunket, arquetipo del egocentrismo patoso y la ambición sin escrúpulos, supone el encanto más deliciosamente repulsivo de una novela delirante que sorprende en su absoluto desprecio por la cortesía y las normas del decoro. Elliot Weiner es un protagonista patético, obsesivo y movido por un arribismo supino que no dudará en recurrir a las artimañas más rocambolescas —aunque implique ligarse a individuos que parecen descartes de First Dates— para tratar de lograr un objetivo que se le escurre de las manos de formas absolutamente hilarantes.

Sulfúrica, trepidante y ofensiva a unos niveles que te obligan de vez en cuando echarte las manos a la cabeza, Los papeles de Harding es una histriónica comedia anclada profundamente en el esplendor de la era dorada de Hollywood que, en la novela de Plunket, muestra su cara más vacua y decrépita. Viejas glorias de la pantalla, aspirantes a rutilante estrella y actrices de éxito reconvertidas en locutoras del cotilleo más miserable se dan cita en una obra heterodoxa y muy divertida que, desde la más fehaciente falta de censura, nos recuerda lo refrescante y aliviador que puede llegar a ser indignarse por las patochadas irreverentes de un personaje ficticio.

Alternando una fascinante reconstrucción historiográfica de la vida de Warren Harding —que, francamente, ojalá hubiera ocupado más espacio en la novela— con las andanzas de Elliot Weiner recorriendo yates de lujo, fiestas estrepitosas, salas de urgencias y los antros más nauseabundos de la costa oeste estadounidense, Los papeles de Harding entreteje una historia de amor y estupor que parece una competición a contrarreloj por ver cuál de sus participantes da más vergüenza ajena. Crónica del declive de la sociedad norteamericana y manifestación de su hipocresía moral, Los papeles de Harding puede leerse también como una aproximación insinuante a los vericuetos del deseo homosexual, más sugerente que explícita, donde la atracción descarrila poco después de ponerse en marcha. Con un desarrollo imprevisible y un final sencillamente descacharrante, la novela más emblemática de Robert Plunket supone una interesante reivindicación del desenfreno narrativo más corrosivo, una apología del trasnocheo etílico y la incorreción política capaz de dejarte, como quien se despierta junto a un desconocido tras una buena juerga, totalmente traspuesto.


«Su mujer y su amante fueron su presidencia. Ellas la crearon, ellas le dieron forma, ellas le otorgaron su textura y su dimensión. Y ellas le pusieron fin.»


★★★

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