► Título: El marciano
► Autor: Andy Weir
► Año: 2014
► Editorial: Ediciones B
► Páginas: 408
► Precio: 21.00 €
Seis días atrás el astronauta Mark Watney se convirtió en uno de los primeros hombres en caminar por la superficie de Marte. Ahora está seguro de que será el primer hombre en morir allí. La tripulación de la nave en que viajaba se ve obligada a evacuar el planeta a causa de una tormenta de polvo, dejando atrás a Mark tras darlo por muerto. Pero él está vivo, y atrapado a millones de kilómetros de cualquier ser humano, sin posibilidad de enviar señales a la Tierra. De todos modos, si lograra establecer conexión, moriría mucho antes de que el rescate llegara.
Sin embargo, Mark no se da por vencido; armado con su ingenio, sus habilidades y sus conocimientos sobre botánica, se enfrentará a obstáculos aparentemente insuperables.
Por suerte, el sentido del humor resultará ser su mayor fuente de fuerza. Obstinado en seguir con vida, incubará un plan absolutamente demencial para ponerse en contacto con la NASA.
Tengo la sensación de haber leído esta novela bajo los azotes de una huracanada tormenta de polvo. De haber sufrido interferencias, oleadas de ruido blanco, un error fatal en la transmisión. Algo debe de andar funcionando muy mal en mis mecanismos receptivos cuando casi todo el mundo dice ver en esta novela una de las mayores aportaciones que se han hecho al género de la ciencia ficción en los últimos años y yo, por más empeño que le pongo, solo logro divisar los borrosos contornos de su supuesta grandeza. ¿Qué lugar en la historia puede ocupar una obra que aparta a un lado cualquier atisbo de espíritu especulativo, que se deja arrastrar por un esquema narrativo previsible y formulario, que pierde la complicidad emocional con el lector a pasos agigantados tal y como pierde combustible inútilmente una nave sin rumbo? Uno no muy distinguido, me imagino. No obstante, no hay por qué abortar misión antes de tiempo. No apretéis el botón rojo demasiado pronto. El marciano errante de Andy Weir guarda un par de trucos en la manga de su traje aeroespacial, unos cuantos movimientos inesperados que hacen del debut novelístico del escritor norteamericano un producto de entretenimiento bastante respetable, aun cuando falla en su propósito de hacerse destacar.
En primer lugar, El marciano se trata de una novela tremendamente adictiva. Y no en el sentido de ligera, rápida o vertiginosa. Al contrario, Andy Weir nos sorprende nada más empezar con un imponente mazacote de datos técnicos sobre campos como la ingeniería, botánica o el siempre interesante universo de las reacciones químicas que, si bien sorprende y estimula a un lector familiarizado con dichas materias, pudiera resultar demasiado agobiante para alguien primerizo por su exhaustiva minuciosidad. Abandonado en la superficie del planeta rojo por su compañeros de misión y dado en consecuencia por muerto, el protagonista de El marciano va anotando en distintas entradas de diario sus intentos desesperados de sobrevivir en un entorno tan extremo y hostil mientras trata de hallar un modo con el que ponerse en contacto de nuevo con la Tierra. Y es sobre todo esa componente de máximo riesgo que nunca nos abandona y ese ritmo -casi taquicárdico- propio de una novela de aventuras lo que hace de El marciano una lectura indudablemente absorbente y entretenida (en su mayor parte). Sin embargo, esta característica, en principio positiva, acaba convirtiéndose en una espada de doble filo al no saber el autor dosificar las consecuencias de cada nuevo giro y de cada nuevo imprevisto, dando al final la sensación de que el náufrago intergaláctico de Weir nunca llega a estar en verdadero peligro. Hablando por cierto del protagonista, es este momento de confesar que pocas veces he tenido el placer de sufrir el incesante martilleo de una voz narrativa tan irritante y sobreactuada. Para ser un personaje que aguanta tanto peso dentro de la trama, Mark Watney es un tipo de lo más cargante y ni siquiera goza de una caracterización profunda (parece que solo le gusta contar chistes fáciles y poco más), sino que se limita a resolver con una desapasionada frialdad los problemas de índole logística que se le van presentando. Y el final... dios mío, qué final tan apresurado y anticlimático. Una conclusión buenrollista, tan esperanzadora como inverosímil, que viene a ensalzar... ¿qué? ¿La bondad ontológica del ser humano? ¿La necesidad de crear un programa espacial cooperativo que involucre a todas las naciones del mundo? No lo sé, en realidad. Supongo que será otra de las cosas que se me han quedado colgadas de esta novela, de este Robinson Crusoe made in NASA que sin duda alguna podría haber dado mucho más de sí.
En primer lugar, El marciano se trata de una novela tremendamente adictiva. Y no en el sentido de ligera, rápida o vertiginosa. Al contrario, Andy Weir nos sorprende nada más empezar con un imponente mazacote de datos técnicos sobre campos como la ingeniería, botánica o el siempre interesante universo de las reacciones químicas que, si bien sorprende y estimula a un lector familiarizado con dichas materias, pudiera resultar demasiado agobiante para alguien primerizo por su exhaustiva minuciosidad. Abandonado en la superficie del planeta rojo por su compañeros de misión y dado en consecuencia por muerto, el protagonista de El marciano va anotando en distintas entradas de diario sus intentos desesperados de sobrevivir en un entorno tan extremo y hostil mientras trata de hallar un modo con el que ponerse en contacto de nuevo con la Tierra. Y es sobre todo esa componente de máximo riesgo que nunca nos abandona y ese ritmo -casi taquicárdico- propio de una novela de aventuras lo que hace de El marciano una lectura indudablemente absorbente y entretenida (en su mayor parte). Sin embargo, esta característica, en principio positiva, acaba convirtiéndose en una espada de doble filo al no saber el autor dosificar las consecuencias de cada nuevo giro y de cada nuevo imprevisto, dando al final la sensación de que el náufrago intergaláctico de Weir nunca llega a estar en verdadero peligro. Hablando por cierto del protagonista, es este momento de confesar que pocas veces he tenido el placer de sufrir el incesante martilleo de una voz narrativa tan irritante y sobreactuada. Para ser un personaje que aguanta tanto peso dentro de la trama, Mark Watney es un tipo de lo más cargante y ni siquiera goza de una caracterización profunda (parece que solo le gusta contar chistes fáciles y poco más), sino que se limita a resolver con una desapasionada frialdad los problemas de índole logística que se le van presentando. Y el final... dios mío, qué final tan apresurado y anticlimático. Una conclusión buenrollista, tan esperanzadora como inverosímil, que viene a ensalzar... ¿qué? ¿La bondad ontológica del ser humano? ¿La necesidad de crear un programa espacial cooperativo que involucre a todas las naciones del mundo? No lo sé, en realidad. Supongo que será otra de las cosas que se me han quedado colgadas de esta novela, de este Robinson Crusoe made in NASA que sin duda alguna podría haber dado mucho más de sí.
El protagonista es un ídolo nato y sus puntazos cómicos son de lo mejor de la obra.
ResponderEliminarLa tengo en pendientes. Espero poder leerla pronto (se ha anunciado una película, a ver qué tal).
ResponderEliminarHola.
ResponderEliminarMe han recomendado esta obra porque me gusta mucho la ciencia ficción, es bueno ver una opinión no tan eufórica e idealista sobre el libro, muchas gracias por compartirla :)
Besos!
Creo que es la primera reseña negativa que veo de este libro y me suelo fiar bastante de tu criterio. Puede que finalmente me anime porque la verdad es que le tengo bastante curiosidad, pero está bien bajar un poco las expectativas.
ResponderEliminaryo lo leeria, pero nada supera a mega super cool robinson crusoe xD
ResponderEliminarTengo ganitas de leerlo pero no me daba muy buena espina desde nunca. Me daba la sensación de que todo me sonaba aunque no lo hubiese leído antes... y aunque sigo queriendo echarle mano (algún día) no creo que sea pronto. Me dejas bastante claro que no, vamos.
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarMe llama toda la parte científica del libro y la verdad es que tengo ganas de leerlo aunque sea para descubrirlo yo misma, pero por otro lado, todas las reseñas que he leído me han dado la sensación de que hablaban, más que de un libro, de una película. Será por la portada, por el aire cinematográfico que se gasta o yo que sé. Supongo que tendré que criticar mejor cuando lo haya leído.
¡Un beso!