► Título: El accidente del teletransporte
► Autor: Ned Beauman
► Saga: -
► Año: 2013
► Editorial: Alba Editorial
► Páginas: 416
► Precio: 22.95 €
La historia es «algo que sucede mientras estás colgado». Por eso, a pesar de que El accidente del teletransporte empieza en Berlín y en pleno auge del nazismo, no es una novela sobre los nazis. La novela trata de las dos obsesiones del escenógrafo Egon Loeser: volver a hacer el amor con una mujer y montar un escenario que reproduzca un artilugio inventado en el Renacimiento capaz de mover a los actores en el espacio y en el tiempo. Una novela de aventuras llena de guiños históricos donde, como telón de fondo, se reconstruye el ambiente de las fiestas del Berlín de la década de 1930 y donde aparecen Brecht, Sartre, el París de Hemingway y Picasso y el Los Ángeles de los judíos exilados, los millonarios y los excomunistas. Un homenaje a la imaginación.
Opinión
Ni siquiera sé por dónde empezar. Sería imprudente dejarme llevar por ese entusiasmo que invade mi torrente sanguíneo cada vez que trato de juntar más de tres palabras para hablar de esta novela, pero es que Ned Beauman desobedece de manera flagrante cualquier tentativa de restricción. Este joven, brillante y prometedor escritor británico da rienda suelta en El accidente del teletransporte a su faceta más gamberra, excesiva y desmesurada, obteniendo como resultado una polifacética combinación de géneros que abarca la novela histórica, de aventuras, el noir, cierto toque de romance desesperado y una subyacente trama de ciencia-ficción que solo se me ocurre definir como rocambolesca. Pero no pasa nada. Tomaremos las medidas de precaución pertinentes. Nos abrocharemos el cinturón de seguridad. Y subiremos al vertiginoso carro narrativo de Beauman con la esperanza de no acabar estrellados en la primera curva complicada.
Egon Loeser es el protagonista de esta inclasificable historia ambientada en el Berlín de los años 30 y la demostración palpable de que Beauman no escatima en mala leche a la hora de bautizar a sus personajes. Porque Loeser es un perdedor memorable. Su mayor aspiración como escenógrafo es recrear un artefacto inventado hace siglos que permitía a los actores desafiar las leyes de la física al moverse por el decorado. Mientras que su mayor obsesión como amante es cepillarse a la chica de sus sueños. Sin embargo, las circunstancias cambiantes de la vida (que no los nazis, a quienes Beauman adjudica un papel secundario) obligarán a Egon Loeser a posponer una y otra vez sus objetivos primarios, a transformar sus más fervientes esperanzas en deseos frustrados. Y quizá sea este desesperante desequilibrio kármico el motivo principal por el que Egon, a pesar de su carácter antiheroico, malicioso y sexualmente perverso, consiga despertar las más extrañas simpatías del lector hasta el punto de convertirse en un narrador inolvidable, de agudas, impertinentes e hilarantes observaciones.
Así pues, a lo largo de El accidente del teletransporte, Ned Beauman nos llevará a recorrer lugares tan variopintos como París, Venecia o Los Ángeles en un disparatado tour internacional donde realizan breves -pero intensos- cameos algunas figuras importantes de la literatura, el arte o la política y en los que conoceremos a una tremenda galería de personajes (el escritor Stent Mutton, una tal Adele Hitler que no tiene nada que ver con Adolf y un viejo coronel que padece agnosia visual -ya sabréis lo que es esto, y os moriréis de risa-), cada cual más sorprendente y extraordinario que el anterior. Pero eso no es todo. Pasado, presente y futuro de la trama llegan a confundirse de manera intuitiva en una especie de mezcolanza literaria plagada de recovecos realmente inauditos. Resultaría bastante factible perder el norte en tales condiciones, pero lo cierto es que Ned Beuman tiene atados bien fuerte los filamentos estructurales de la novela y no deja que los intersticios estratégicamente colocados de la historia acaben engullendo esta impresionante y ambiciosa obra a la que, por encima de todo, encuentro la mar de divertida.
Ahora bien, si por algo El accidente del teletransporte ha conseguido trascender la barrera entre una lectura muy notable y otra de adquisición absolutamente necesaria se debe sin duda al magnífico, glorioso e inconfundible estilo de Beauman. El escritor británico (nombrado por Granta como uno de los mejores novelistas contemporáneos) complementa una historia emocionante y arriesgada con una pluma retorcida pero estimulante, enrevesada como una enorme madeja de palabras que se va deshaciendo lentamente a través de la costumbre. Una vez que te haces a ella, a sus frecuentes digresiones y extravagancias sintácticas, una vez que la conquistas, que la domesticas, El accidente del teletransporte empieza a cobrar una profundidad renovada y de infinitas dimensiones. Inteligente, apasionante, adictiva, cargada de referencias culturales y diálogos absolutamente brillantes, la segunda novela de Beauman es una de las lecturas más satisfactorias que he tenido el placer de terminar este año (puede que esta frase la repita demasiado), un fantástico derroche de creatividad y potencial narrativo que recomiendo de forma encarecida a todo el que esté preparado para tomar los mandos de una aventura explosiva, brutalmente dinámica. Alguien que no le tema a las consecuencias de arrancar la impredecible maquinaria de Beauman. Alguien que no le tema a las curvas, por muy rápido que se vaya.
Egon Loeser es el protagonista de esta inclasificable historia ambientada en el Berlín de los años 30 y la demostración palpable de que Beauman no escatima en mala leche a la hora de bautizar a sus personajes. Porque Loeser es un perdedor memorable. Su mayor aspiración como escenógrafo es recrear un artefacto inventado hace siglos que permitía a los actores desafiar las leyes de la física al moverse por el decorado. Mientras que su mayor obsesión como amante es cepillarse a la chica de sus sueños. Sin embargo, las circunstancias cambiantes de la vida (que no los nazis, a quienes Beauman adjudica un papel secundario) obligarán a Egon Loeser a posponer una y otra vez sus objetivos primarios, a transformar sus más fervientes esperanzas en deseos frustrados. Y quizá sea este desesperante desequilibrio kármico el motivo principal por el que Egon, a pesar de su carácter antiheroico, malicioso y sexualmente perverso, consiga despertar las más extrañas simpatías del lector hasta el punto de convertirse en un narrador inolvidable, de agudas, impertinentes e hilarantes observaciones.
O eso es, por lo menos, lo que le parecía a Egon Loeser. Y es que, a sus ojos, los dos asuntos más hostiles a los que debía enfrentarse todo hombre en la vida de modo constante, consciente y con newtoniano proceder eran los accidentes y las mujeres.
Así pues, a lo largo de El accidente del teletransporte, Ned Beauman nos llevará a recorrer lugares tan variopintos como París, Venecia o Los Ángeles en un disparatado tour internacional donde realizan breves -pero intensos- cameos algunas figuras importantes de la literatura, el arte o la política y en los que conoceremos a una tremenda galería de personajes (el escritor Stent Mutton, una tal Adele Hitler que no tiene nada que ver con Adolf y un viejo coronel que padece agnosia visual -ya sabréis lo que es esto, y os moriréis de risa-), cada cual más sorprendente y extraordinario que el anterior. Pero eso no es todo. Pasado, presente y futuro de la trama llegan a confundirse de manera intuitiva en una especie de mezcolanza literaria plagada de recovecos realmente inauditos. Resultaría bastante factible perder el norte en tales condiciones, pero lo cierto es que Ned Beuman tiene atados bien fuerte los filamentos estructurales de la novela y no deja que los intersticios estratégicamente colocados de la historia acaben engullendo esta impresionante y ambiciosa obra a la que, por encima de todo, encuentro la mar de divertida.
Ahora bien, si por algo El accidente del teletransporte ha conseguido trascender la barrera entre una lectura muy notable y otra de adquisición absolutamente necesaria se debe sin duda al magnífico, glorioso e inconfundible estilo de Beauman. El escritor británico (nombrado por Granta como uno de los mejores novelistas contemporáneos) complementa una historia emocionante y arriesgada con una pluma retorcida pero estimulante, enrevesada como una enorme madeja de palabras que se va deshaciendo lentamente a través de la costumbre. Una vez que te haces a ella, a sus frecuentes digresiones y extravagancias sintácticas, una vez que la conquistas, que la domesticas, El accidente del teletransporte empieza a cobrar una profundidad renovada y de infinitas dimensiones. Inteligente, apasionante, adictiva, cargada de referencias culturales y diálogos absolutamente brillantes, la segunda novela de Beauman es una de las lecturas más satisfactorias que he tenido el placer de terminar este año (puede que esta frase la repita demasiado), un fantástico derroche de creatividad y potencial narrativo que recomiendo de forma encarecida a todo el que esté preparado para tomar los mandos de una aventura explosiva, brutalmente dinámica. Alguien que no le tema a las consecuencias de arrancar la impredecible maquinaria de Beauman. Alguien que no le tema a las curvas, por muy rápido que se vaya.
Puntuación
El accidente del teletransporte, Ned Beauman
Me declaro completa ignorante y desconocedora del autor y su novela. Pero me la apunto de cabeza porque me ha llamado poderosamente, quizás mas por tu reseña que por la propia novela en si. Ahora me pasaré todo el dia pensando en como era que no conocia historia. Besos
ResponderEliminarNo tenia idea de el pero claro que lo anoto!
ResponderEliminarSe realmente genial, así que me la anoto de cabeza para leerla.
ResponderEliminarBesos.
Ni conozco al autor ni conocía la novela. Pero me has picado la curiosidad con la reseña.
ResponderEliminarLa verdad que parece curioso y entretenido de leer. Apuntado en la lista de pendientes.
Un saludo.