Michel Houellebecq - Serotonina

miércoles, 6 de febrero de 2019



Título original: Sérotonine
Traducción: Jaime Zulaika
Año: 2019
Edición: Anagrama
Páginas: 288


Escribir sobre Michel Houellebecq es, cada vez más, como sumergirse en una soporífera redundancia donde todo lo que cabe decir ha sido dicho ya por alguien. El carácter polémico y provocativo de las declaraciones que suele dar el francés se ha convertido en un infalible reclamo para un número creciente de lectores que, lejos de espantarse, aplauden su escandalosa falta de escrúpulos. Otros tantos, por el contrario, se horrorizan ante su visión misántropa y pesimista de la especie humana. En cualquier caso, Houellebecq es un tipo capaz de generar opiniones a mansalva y de todo signo, lo que garantiza siempre un debate intenso alrededor de sus obras.

En Serotonina, publicada en España con una inmediatez inusual respecto a su edición francesa, Houellebecq demuestra que mantiene el pleno control de sus habilidades para escarbar en conciencias ajenas. Para los habituales del escritor galo no parece haber nada nuevo en la historia de Serotonina, narrada en primera persona por un cuarentón desencantado con la sociedad y con el rumbo que ha tomado su vida. Sin embargo, es imposible no recomendar a un autor cuya posible carencia de originalidad parece una nimiedad al lado de su vena castigadora con los vicios de las clases acomodadas. Sumido en una depresión profunda que le empuja a tomar una posición derrotista frente a la continuidad de su existencia vacía y banal, el protagonista de Serotonina emprende un recorrido laberíntico por los momentos más destacados de su biografía amorosa.

Así, el abatido e impotente Florent-Claude reflexiona sobre temas tan dispares como la precariedad del sector agrícola en Francia o la pornográfica decadencia burguesa mientras se lamenta de su disfunción eréctil y llora amargamente su inclinación a sabotear sus propias oportunidades de alcanzar la felicidad. El personaje de Florent-Claude, cuya extrema misoginia, irreverencia y comportamiento autodestructivo esconden, en el fondo, una voluntad de ridiculizar dichas actitudes empleando una brillante vía humorística, se erige como un incómodo recordatorio del hastío vital que predomina entre los miembros de una generación desorientada y, en apariencia, irremisible.

La narrativa de Houellebecq, más fresca y perturbadora que nunca en Serotonina, cumple con creces su objetivo de impresionar, inquirir, molestar e importunar. La suya es una literatura del asco, del desengaño y la pesadumbre, una literatura en pie de guerra que no deja títere con cabeza ni lector impasible y que se pregunta, buscando donde haga falta para encontrar la respuesta, cómo es posible sobrevivir en un mundo donde suceden las cosas que suceden en el nuestro. A pesar del tono lúgubre y lapidario que predomina en su obra, Houellebecq no se abandona por completo a la desesperanza. Ya sea a base de fármacos lobotomizantes o de un demoledor nihilismo, el protagonista de Serotonina se aferra al hilo del que pende su vida en un esfuerzo continuo por satisfacer su necesidad de pertenencia, aun cuando el cuerpo lo que realmente le pide es abrazar la muerte y descansar. Hilarante, impúdica y corrosiva como ella sola, Serotonina es, sin ninguna duda, una lectura altamente recomendable.


«[...] y es así como muere una civilización, sin trastornos, sin peligros y sin dramas y con muy escasa carnicería, una civilización muere simplemente por hastío, por asco de sí misma [...]».


PUNTUACIÓN: ★

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