►Título original: My Year of Rest and Relaxation
►Traducción: Inmaculada C. Pérez Parra
►Año: 2018►Edición: Alfaguara (2019)
►Páginas: 256
Ottessa Moshfegh, escritora norteamericana de ascendencia croata e iraní, irrumpió en el panorama editorial gracias a Mi nombre era Eileen (Alfaguara, 2017), una obra deslumbrante y subversiva que alcanzó cierta notoriedad tras quedar finalista del Man Booker Prize en 2016. En Mi año de descanso y relajación, su tercera novela hasta la fecha, Ottessa Moshfegh firma un trabajo —otra vez— absolutamente brillante con el que confirma los buenos presagios sobre su trayectoria literaria; una carrera que está resultando ser, de momento, tan sólida como prometedora.
No sé cuál es el secreto de Moshfegh, pero su narrativa existencialista irradia una autenticidad electrizante que se manifiesta en su máxima expresión a la hora de diseccionar el atípico universo femenino de sus protagonistas. Moshfegh apuesta una vez más por mujeres que se salen de la norma y que no tienen reparo en abrazar su lado más perverso. En el caso de Mi año de descanso y relajación, este papel recae sobre una joven neoyorquina que, abrumada por un permanente estado de apatía, decide emprender un radical proceso de hibernación consistente en atrincherarse en su exclusivo apartamento del Upper East Side y atiborrarse de pastillas para dormir.
A través de este inusual tratamiento contra la realidad, la protagonista y narradora de Mi año de descanso y relajación pretende alcanzar una regeneración tanto física como espiritual que le permita seguir adelante en un mundo que cada vez tiene menos sentido para ella. Sin embargo, lejos de la ansiada purificación, lo que encuentra es un aparatoso declive higiénico. Dotada de un irreverente sentido del humor en el que no cabe lugar para la corrección ni la compostura, la novela de Moshfegh funciona como una especie de diario en el que la protagonista relata todo tipo de experiencias: hilarantes episodios de sonambulismo, surrealistas sesiones de terapia con una doctora que le administra fármacos de forma indiscriminada y breves encontronazos dialécticos con su amiga Reva, quien, desde un pedestal de superioridad moral, se opone firmemente a la decisión de la protagonista de huir de los problemas aunque ella misma se halle inmersa en una humillante relación con su jefe y se meta los dedos hasta la campanilla después de cada comida.
Sin perder ni un ápice de carisma a pesar de pasarse media novela narcotizada, la protagonista de Mi año de descanso y relajación se transforma a sí misma en un experimento antropológico del que merece la pena estudiar todas las conclusiones. Bella durmiente trasnochada, precursora de la abulia y la indolencia emocional de la era millennial, la joven protagonista se erige como una voz disidente que parece, con su rechazo a la vigilia, vaticinar el mundo catastrófico que aguardaba tras el horizonte del año 2000. Sucia, emotiva, descarada, imprevisible y perturbadora... Ottessa Moshfegh entrega en Mi año de descanso y relajación una divertida y muy recomendable novela cuyo mayor defecto es, quizás, pecar de repetitiva, pero que nunca induce a la somnolencia.
«Y eso era justo lo que quería, que mis sentimientos pasaran como luces que brillan delicadas a través de la ventana, que me sobrepasaran, que iluminasen algo vagamente familiar, luego se desvanecieran y me volvieran a dejar en la oscuridad».
PUNTUACIÓN: ★★★☆
Hola!
ResponderEliminarNo me termina de llamar la atención, por el momento lo dejo pasar
Sin embargo, muy buena reseña :)
Nos leemos :D
Yo lo estoy leyendo ahora mismo. Moshfegh es muy bruta (lo que me gusta bastante todo sea dicho), ya veremos como remata la jugada, porque Eileen no me entusiasmó
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ResponderEliminarLo estoy leyendo y me parece que la vivencia relatada es tan auténtica que no puedo creer que no dea algo vivida en realidad. La experiencia habla por mi impresión. Me cautiva el proceso de hibernación y espero la resolución del conflicto interno un poco temerosa en realidad. Muy recomendable hasta ahora
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