N. K. Jemisin - La quinta estación

lunes, 4 de septiembre de 2017



Título original: The Fifth Season
Traducción: David Tejera Expósito
Año: 2015
Editorial: Nova
Páginas: 448
Valoración: ★★


Libros como La quinta estación hacen que me pregunte qué es lo que anda mal en el mundo. Hay algo dentro de esta novela lo suficientemente atractivo como para que miles de lectores, suponemos que con un mínimo de criterio, le concedieran su voto para alzarse con un premio tan relevante como es el Hugo. Desconozco los extraños procesos mentales que podrían intervenir en dicha decisión. A no ser que... aaaah. ¡El worldbuilding! Esa exótica palabreja de resonancias teutonas que hace temblar de gusto a los más acérrimos amantes del género fantástico. El worldbuilding, también conocido como el opio del pueblo. Dales un buen worldbuilding y no les importará que todo lo demás se vaya al carajo. Sin embargo, la autora de La quinta estación ni siquiera ha tenido la decencia de meter dragones en su novela. No, ella nos presenta un mundo donde cierta clase de personas denominadas «orogenes» poseen la capacidad de manipular las fuerzas geológicas de la Tierra para cosas tan útiles como sellar volcanes o desviar terremotos. 

Eso si la magia no se les va de las manos, claro. En tal caso, resulta que los orogenes podrían acabar provocando eso mismo que intentan evitar y el resto de mortales estaríamos sencillamente jodidos durante un par de siglos. Y es que la Quietud, lugar donde transcurre la acción de la novela, es un vasto continente azotado por continuas oleadas de incontinencia sísmica que cada cierto tiempo sumergen a la humanidad en un período de calamidad conocido como «Quinta estación». En un concurso de topónimos desafortunados, la Quietud se llevaría matrícula de honor. Pero la cuestión es que, a pesar de su gran poder, o quizá precisamente por eso, los orogenes son una raza perseguida, y en algunos casos, incluso esclavizada. 

Las tres narradoras de la novela experimentan en sus propias carnes las consecuencias de dicha opresión a una escala que varía desde el simple prejuicio hasta directamente el genocidio. Essun, una mujer que vive a las afueras de una pequeña comunidad tribal, ni siquiera tiene tiempo de llorar el asesinato de su hijo cuando se ve obligada a abandonar su casa para salvar la vida. Durante su viaje en busca de refugio conocerá a un par de personajes muy singulares: un niño salvaje que puede transformar seres vivos en rocas y una vagabunda transgénero que oculta cualquier detalle sobre su pasado de manera férrea. Damaya, por otro lado, es una niña ingenua e inexperta que es entregada por sus padres a una institución conocida como el Fulcro, lugar donde los agraciados con la orogenia entrenan sus habilidades para convertirse en sirvientes del Imperio. Sienita, por su parte, es una «tetranillada», una orogén de cuarto rango que es asignada a su primera misión en compañía de un supervisor con el que debe concebir un hijo. Pronto Sienita descubrirá que su encargo es de mucho mayor categoría del que le corresponde, lo que acarreará consecuencias imprevistas y hallazgos reveladores sobre unas misteriosas y ancestrales estructuras llamadas «obeliscos». Estas tres protagonistas, si bien muy diferentes entre sí, están estrechamente relacionadas por algo que no se descubre hacia el final de la novela, pero que se intuye mucho antes por las pistas que va diseminando la autora.

Dicho así parece todo muy prometedor, pero lo cierto es que la novela de N. K. Jemisin tarda cientos de páginas en arrancar. De hecho, no arranca hasta el final, cuando todos los conflictos que plantea la novela, más que resolverse, terminan de eclosionar en una sucesión atropellada de revelaciones más o menos impactantes que se discutirán en el siguiente volumen de la trilogía. Más allá de una sucinta conciencia social, La quinta estación carece de alicientes narrativos que justifiquen su extensión. A lo largo de la obra, Jemisin destapa y denuncia la opresión racial en todas sus atenazantes formas, señala los mecanismos de poder que perpetúan dicha jerarquía y barniza sus conclusiones mediante un portentoso despliegue de imaginación. Aún así, la manera de engarzar todos estos elementos bajo la forma de un historia entretenida me parece absolutamente fallida.

Sin embargo, el interrogante de mayor envergadura, el que me quita el sueño por las noches, es el de por qué la autora norteamericana se empeña con tanto ahínco, fallando estrepitosamente por el camino, en sonar juvenil y desenfadada metiendo con calzador bromas y chascarrillos de índole sexual que ruborizan más por vergüenza ajena que por otra causa. Si a esto le añadimos una penosa caracterización (con personajes muy interesantes, pero absolutamente desaprovechados) y un estilo pobre que se ocupa de narrar y narrar y narrar sin contar nada, tenemos como resultado una de las mayores decepciones literarias del año. ¡Eh, pero el worldbuilding está genial! 

3 comentarios :

  1. Estoy totalmente de acuerdo contigo. En mi caso sí que me pareció una lectura entretenida y la disfruté bastante (básicamente por el worldbuilding, sí xD), pero al terminarlo me sentí estafada (y contra más tiempo pasa peor es el recuerdo que tengo de él y menos ganas de leer el siguiente). Realmente podría haber contado eso mismo en pocas páginas. O hacer lo mismo pero a la vez intentar que la historia tuviera más fuerza y los personajes no resultasen tan superficiales. No entiendo por qué gusta tanto Alabastro, y la última parte de la historia de Sienita me descolocó bastante, no me pega con el tono general del libro; demasiado drama en poco tiempo.
    Como digo, a mí me gustó bastante mientras lo leía y creo que es por el mundo creado, ya que a lo demás le encontré muchas pegas. A día de hoy le bajaría bastante la nota que le puse en su momento.

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  2. Fíjate que diferencia entre este y The Killing Moon, que tanto te gustó. No he leído nada de la autora, así que no puedo opinar, aunque tengo la bilogía en casa esperando a que mi inglés sea suficiente y creo que voy por el buen camino xD
    Leí una reseña de Los cien mil reinos que lo ponían así asá, y sobre todo por eso que comentas de los chascarrillos sexuales y que quiere darle un toque menos serio de lo que debería.
    Bueh, ya lo leeré xD

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