► Autor: Jon Robinson
► Saga: -
► Año: 2013
► Editorial: RBA
► Páginas: 288
► Precio: 16.00 €
En medio de un bosque denso, se esconde Sin Lugar, una prisión apartada donde han encerrado a cien adolescentes de todo el país. Todos ellos son criminales, aunque ninguno recuerda haber cometido ningún delito. Alyn, Jes, Ryan y Elsa no tienen contacto alguno con el mundoexterior y saben que nadie vendrá a por ellos. Ni sus familias, ni la policía. Nadie. ¿Quién los ha escondido allí? ¿Qué pretenden sus captores? ¿Por qué han sido ellos los elegidos? Necesitan respuestas& y todas las respuestas se encuentran ahí fuera.
Opinión
A pesar de que como lector trato de ser lo más selecto posible a la hora de escoger los títulos que van a pasar por mis manos, es imposible que en la inmensa riada de lanzamientos editoriales que cada mes inundan las librerías se te cuele de vez en cuando un libro en apariencia bastante prometedor, pero que por desgracia acaba siendo un truño considerable. Tal ha sido el caso de Sin Lugar, una de las últimas novedades de la editorial Molino y que ostenta el dudoso honor de haberse convertido por méritos propios en el revienta-neuronas del otoño, la peor novela con diferencia que he tenido el "placer" de degustar desde que un fatídico mes de julio (época del año en la que menos está el cerebro para tonterías) cayera en mis manos la estupenda, maravillosa, hilarante e imprescindible Tengo tu número, tremenda perlita literaria de la que ya os hablé en su momento con buena dosis de rencor y odio. En esta ocasión, la llamativa propuesta juvenil de Jon Robinson aterriza en nuestras vidas para dejar bien claro un par de cosas: que el estratosférico nivel de estupefacción al que puede inducir una novela de estas características es directamente proporcional al atractivo de su portada y que si algo puede hacerse mal, no hay nada mejor que hacerlo a lo grande.
Lo último que le pasó por la cabeza no fue tanto una idea como una imagen, la imagen fantasmal de lo que podría haber sido: él corriendo a través de los árboles hacia la libertad. Sin embargo, la imagen desapareció, como todo lo demás.
Ya en los primeros capítulos del libro, Jon Robinson nos esboza el que será el arco principal de la novela: un grupo de 100 adolescentes amnésicos se hallan confinados en una prisión de máxima seguridad en mitad de la nada donde son acusados de haber cometido crímenes atroces y expuestos a diversos métodos de sometimiento tanto físico como intelectual que acabará minando su resistencia, su confianza en los demás y su visión de la realidad. O al menos eso es lo que se desprende de un primer tercio bastante bien planteado, que goza de buen ritmo y que trata de presentarnos a un montón de personajes de forma que no resulte abrumadora. Sin embargo, el problema que tiene Sin Lugar es que no posee la más mínima capacidad de arrancar la historia más allá de su atractiva puesta en escena y de repente te encuentras con una infinidad de escenas inconexas que no aportan nada a ningún sitio, regresiones temporales totalmente arbitrarias, ridículos intentos de reconducir la trama por derroteros sobrenaturales e innecesarios romances instantáneos -marca de la casa- que solo producen una monumental sensación de espanto, horror e incertidumbre añadidos al desconcierto general.
-Voy contigo -dijo Elsa.
-¿Y tú, Julián?
-A ningún lugar -respondió él en tono amargo mientras contemplaba las paredes que lo rodeaban-. No voy a ningún lugar.
Y así, poco a poco nos vamos encaminando hacia un ¿final? realmente digno de estudio y que tras mucho pensarlo solo se me ocurre calificar como alucinatorio. O humorístico. La cutrez elevada a la enésima potencia. El caso es que, por muchas vueltas que le des, el amargo regusto que te deja Sin Lugar es el de estar ante el borrador de una novela que quizá tenga pinta de ser interesante cuando esté terminada. Estructura inexistente, personajes más planos que una tabla de planchar -que tampoco despiertan en el lector la más mínima nada- o un estilo narrativo basado en la objetividad más literal que a uno se le pueda ocurrir y que al final resulta pobre, plagado de diálogos vacíos (por no decir absurdos) y una clamorosa falta de sentido.
Lo único bueno de Sin Lugar, a parte del ya mencionado planteamiento, es que se termina bastante rápido si le echas paciencia e imaginación y que se olvida tan fácilmente como a Rafa Mora las tablas de multiplicar. Por lo demás, se trata de un libro prescindible de cabo a rabo que podría haberse quedado en algo muchísimo más decente si el autor hubiera desarrollado de otra forma sus ideas (¿manipulación mental? ¿corrupción política? ¿desobediencia civil? ¿teorías conspirativas?) iniciales. Si las hubiera desarrollado, para empezar. Una auténtica pena, pero lo cierto es que habiendo tantos peces en el río, más vale echar la vista a un lado cuando te cruces con esta novela que tan pronto se ha quedado sin lugar en mi estantería.
Sin Lugar, Jon Robinson