Haruki Murakami - Primera persona del singular

lunes, 14 de marzo de 2022



Título original: Ichininshou tansu
Traducción: Juan Francisco González Sánchez
Año: 2020
Edición:  Tusquets Editores (2021)
Páginas: 288


Al reencontrarme con Murakami después de tanto tiempo he podido comprobar que el vínculo que se establece con ciertos escritores no se deteriora con el paso de los años. Es entrar en la primera página de Primera persona del singular y reconocer de inmediato una atmósfera sumamente familiar donde lo mismo encuentras sexo raro que un profundo desconcierto vital. Aunque me gusta mucho más el Murakami de larga distancia, he disfrutado las historias que aparecen en esta nueva colección de relatos donde el autor japonés utiliza el narrador en primera persona para difuminar los límites entre realidad y ficción con el sugerente magnetismo que le caracteriza.

Así, en la evocadora y sensual «Áspera piedra, fría almohada», Murakami sienta el tono que dominará toda la colección por medio de una historia en la que el protagonista relata su desconcertante polvo con una escritora de tankas —un tipo de poesía tradicional japonesa—. Murakami aprovecha el encuentro de los cuerpos para reflexionar sobre nuestro concepto de intimidad y de la extraña pero conmovedora conexión que puede establecerse entre dos individuos que coinciden, a veces, de manera tan momentánea como fortuita. En «Flor y nata», lo que en principio parece una cruel broma se transforma en un revelador acertijo. Tirando de su vena más filosófica, Murakami entreteje un enigmático relato en el que el protagonista trata de resolver un problema de difícil solución.

«Charlie Parker Plays Bossa Nova» es una genial demostración del imaginario murakamiano que pone de manifiesto el potencial de la ficción como creador de universos alternativos. A Murakami le basta un inocente arranque de creatividad para catapultarnos al epicentro de un delirio onírico donde el mundo real y el fantástico convergen en forma de singular relato. Otra de las piezas más destacadas de la colección es «Carnaval», en la que Murakami vuelca su gusto por la música de Schumann y se regodea sin tapujos —y sin importarle lo más mínimo las carencias que se le achacan a la hora de retratar a los personajes femeninos— en la extrema fealdad de una mujer que parece ocultar un lado turbio tras una máscara de refinamiento. Cabe mencionar además la simpática «Confesiones de un mono de Shinagawa», en la que un simio parlante admite robar los nombres de las mujeres de las que se enamora, provocando que estas acaben padeciendo esporádicas lagunas mentales.

Ingeniosa, impredecible y de carácter introspectivo, aunque también algo irregular, Primera persona del singular es una buena colección de relatos que bien pudiera constituir la puerta de entrada idónea al particular universo narrativo de Haruki Murakami. Con frecuencia, los personajes de Murakami se ven zarandeados por la incertidumbre, incapaces de dar una explicación sencilla a cuestiones que para el resto de los mortales pudieran parecer más bien peregrinas. Quizá tenga algo que ver la curiosa tiranía de un lenguaje que tiene una palabra para definir la costumbre de apilar por todas partes los libros que no se leen, pero que encuentra dificultades a la hora de expresar todas las tonalidades de la emoción humana. Para llegar ahí, a ese espacio donde algunos escondemos sentimientos que somos incapaces de nombrar, siempre nos quedará Murakami.


«Quedaríamos expuestos a la intemperie de este mundo despiadado si no nos ocultásemos, en parte al menos, bajo el escudo protector de una máscara.»


PUNTUACIÓN: ★★★

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