►Título original: The Death-Mask and other Ghosts
►Traducción: María Pérez de San Román
►Año: 1920►Edición: La biblioteca de Carfax (2019)
►Páginas: 192
Para los amantes de la literatura de terror es una auténtica suerte que existan proyectos como el de La biblioteca de Carfax, editorial que desde hace ya dos años apuesta fuerte tanto por nuevos talentos y voces consagradas de la narrativa contemporánea como por autoras apenas conocidas del período victoriano. La última de estas incorporaciones a su interesante catálogo es Henrietta Dorothy Everett, escritora de aparente origen escocés (la mayoría de sus historias transcurren en dicha zona) cuyas inquietantes incursiones en el relato de corte sobrenatural conforman una antología, no extraordinaria, pero sí bastante solvente.
Las nueve piezas seleccionados por María Pérez de San Román y Shaila Correa aluden a elementos tan socorridos dentro del género que a día de hoy parecen casi trillados: casas encantadas, ruidos nocturnos, visiones maléficas y espíritus que reaparecen para saldar cuentas pendientes con los vivos. Prefigurando a grandes escritoras de género como Shirley Jackson y Daphne du Maurier (aunque sin rozar la profundidad psicológica de sus personajes), H.D. Everett recurre a lo paranormal, no tanto para inspirar temor, sino como vehículo para el suspense. Las primeras décadas de siglo XX, con el estallido de la Primera Guerra Mundial como telón de fondo, suponen un inmejorable caldo de historias inacabadas, truncadas por muertes violentas y prematuras, cuyos espacios Everett no duda en imaginar.
Así, en los relatos de Everett, sentimientos como la culpa o la añoranza son los que dan entidad al fantasma, ya sea la esposa vengativa que recuerda a su marido la promesa de no volver a casarse («La máscara de la muerte») o la inocente niña que corretea por las alcobas recordando a sus padres la tragedia de su pérdida («El pequeño fantasma de Anne»). En muchos casos, la curiosidad infantil se convierte en el letal cebo que guía a los protagonistas a su encuentro con lo desconocido («La cortina carmesí», «La pared susurrante»), mientras que en otros es la propia esfera ultraterrena quien trata de establecer contacto, bien con fines admonitorios («Los dedos de una mano»), bien como constatación de una desgracia («Los gaiteros de Mallory»).
Hay, en definitiva, una evidente diversidad temática y una exquisita nostalgia por las características más primitivas del género que dan color a la colección, convirtiéndose la ambientación y la estética victorianas de La máscara de la muerte y otras historias en sus principales bazas frente a la escasez de recursos estilísticos y la homogeneidad de las voces narrativas. En efecto, puede que los relatos aquí reunidos no hayan envejecido de la mejor manera... puede que también se eche en falta cierto grado de angustia psicológica y «mal rollo». Pero si algo demuestra H.D. Everett a lo largo de estos nueve fantasmagóricos cuentos es que su talento como narradora está fuera de toda discusión.
«Siempre sé cómo distinguir una historia de fantasmas verdadera de una falsa. La verdadera nunca tiene un sentido, y la falsa siempre se empeña en proveerte de uno».
PUNTUACIÓN: ★★★
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