«Ni confesor, ni penitente, ni pecado, ni sacramento. Solo acciones que incinerar».
Título original: The Glorious Heresies
Traducción: Federico Corriente
Año: 2015
Editorial: Alianza de Novelas
Páginas: 432
Valoración: ★★★★
Los pecados gloriosos es ese tipo de novela contra la que te advirtieron tus padres. El tipo de novela que te asalta en un callejón oscuro y te roba la cartera. La que muerde, patalea y desvalija, la que puede malograr todo tipo de buenas intenciones en apenas un suspiro. Una novela en la que alguien pierde la virginidad mientras, en el lado opuesto de la ciudad, otro hombre es asesinado con una estatuilla de la Virgen María. En efecto, en la novela de Lisa McInerney, los personajes conocen la contrición, pero no la contención. La penitencia, el arrepentimiento, la expiación. Todos esos conceptos pertenecientes al fundamento de la fe cristiana forman parte habitual del lenguaje que habla McInerney en Los pecados gloriosos.
Galardonado con el Baileys Prize en 2015, concedido a la mejor novela femenina del año, el debut de McInerney destila rabia y desparpajo a partes iguales. Se trata de un retrato nítido, pero también despiadado, de una sociedad, la irlandesa, que responde a la crisis económica posterior al año 2008 sumiéndose en una desoladora recesión económica y personal.
Los pecados gloriosos despliega ante el lector un fascinante entramado de criaturas atormentadas por sus respectivos demonios personales, ovejas descarriadas que deciden emprender el camino que los conduzca por fin hacia la redención. Así, encontramos por ejemplo a Maureen, una mujer de sesenta años y alguna que otra cuenta pendiente con la religión, que regresa a la ciudad en la que su hijo gobierna los bajos fondos solo para cometer una torpeza que pone en peligro su posición privilegiada. También está Ryan, un estudiante capaz y prometedor que sufre constantemente los arrebatos violentos de su padre y que verá arruinado su futuro por un asunto de drogas. Georgie, por otra parte, es una prostituta embarazada en fase de rehabilitación que trata de dar sentido a su vida internándose en una secta repleta de hipócritas.
A lo largo de la historia, estos y otros personajes —conectados de maneras sorprendentes— se irán pasando el testigo de la narración para conformar un tapiz oscuro y desolador que examina distintas formas de gestionar errores garrafales, así como los sentimientos de culpa que estos generan. Los pecados gloriosos es una novela cruda, visceral y que se lee de manera compulsiva, una mezcla explosiva entre Trainspotting y Una vacante imprevista que destaca tanto por la mordacidad de sus observaciones salpicadas de humor negro como por el profundo estudio de unos personajes devastados, siempre al borde del abismo, para los que la salvación parece cada vez más difícil de alcanzar. Lisa McInerney explora y retuerce hasta el extremo las relaciones familiares y sentimentales, cuestiona el papel de la religión como estandarte de la moralidad nacional y se atreve a hurgar sin contemplaciones, pero evitando terrenos pantanosos, en las heridas de un país que tiene «demasiado pasado con el que cargar».
No lo puedo negar. Me ha gustado mucho la novela de McInerney. La vivacidad de sus personajes, la desesperación que se respira en cada página, la efervescencia juvenil de sus diálogos... Los pecados gloriosos cuenta con muchas y muy buenas virtudes que resplandecen aún más si cabe gracias a la inflamable prosa de la autora. McInerney desprende a sus personajes de su fe e incluso de su Dios. Sin embargo, sustituye el vacío resultante con un fuego purificador que todo lo quema y deja la tierra preparada para el cultivo de nuevos brotes. Como su propio nombre indica, estamos ante una novela que habla sobre el pecado, el mal, la corrupción... pero también deja un resquicio para la esperanza, para la enmienda. Para subsanar el enorme fallo que sería dejar escapar esta historia.
Los pecados gloriosos es ese tipo de novela contra la que te advirtieron tus padres. El tipo de novela que te asalta en un callejón oscuro y te roba la cartera. La que muerde, patalea y desvalija, la que puede malograr todo tipo de buenas intenciones en apenas un suspiro. Una novela en la que alguien pierde la virginidad mientras, en el lado opuesto de la ciudad, otro hombre es asesinado con una estatuilla de la Virgen María. En efecto, en la novela de Lisa McInerney, los personajes conocen la contrición, pero no la contención. La penitencia, el arrepentimiento, la expiación. Todos esos conceptos pertenecientes al fundamento de la fe cristiana forman parte habitual del lenguaje que habla McInerney en Los pecados gloriosos.
Galardonado con el Baileys Prize en 2015, concedido a la mejor novela femenina del año, el debut de McInerney destila rabia y desparpajo a partes iguales. Se trata de un retrato nítido, pero también despiadado, de una sociedad, la irlandesa, que responde a la crisis económica posterior al año 2008 sumiéndose en una desoladora recesión económica y personal.
Los pecados gloriosos despliega ante el lector un fascinante entramado de criaturas atormentadas por sus respectivos demonios personales, ovejas descarriadas que deciden emprender el camino que los conduzca por fin hacia la redención. Así, encontramos por ejemplo a Maureen, una mujer de sesenta años y alguna que otra cuenta pendiente con la religión, que regresa a la ciudad en la que su hijo gobierna los bajos fondos solo para cometer una torpeza que pone en peligro su posición privilegiada. También está Ryan, un estudiante capaz y prometedor que sufre constantemente los arrebatos violentos de su padre y que verá arruinado su futuro por un asunto de drogas. Georgie, por otra parte, es una prostituta embarazada en fase de rehabilitación que trata de dar sentido a su vida internándose en una secta repleta de hipócritas.
A lo largo de la historia, estos y otros personajes —conectados de maneras sorprendentes— se irán pasando el testigo de la narración para conformar un tapiz oscuro y desolador que examina distintas formas de gestionar errores garrafales, así como los sentimientos de culpa que estos generan. Los pecados gloriosos es una novela cruda, visceral y que se lee de manera compulsiva, una mezcla explosiva entre Trainspotting y Una vacante imprevista que destaca tanto por la mordacidad de sus observaciones salpicadas de humor negro como por el profundo estudio de unos personajes devastados, siempre al borde del abismo, para los que la salvación parece cada vez más difícil de alcanzar. Lisa McInerney explora y retuerce hasta el extremo las relaciones familiares y sentimentales, cuestiona el papel de la religión como estandarte de la moralidad nacional y se atreve a hurgar sin contemplaciones, pero evitando terrenos pantanosos, en las heridas de un país que tiene «demasiado pasado con el que cargar».
No lo puedo negar. Me ha gustado mucho la novela de McInerney. La vivacidad de sus personajes, la desesperación que se respira en cada página, la efervescencia juvenil de sus diálogos... Los pecados gloriosos cuenta con muchas y muy buenas virtudes que resplandecen aún más si cabe gracias a la inflamable prosa de la autora. McInerney desprende a sus personajes de su fe e incluso de su Dios. Sin embargo, sustituye el vacío resultante con un fuego purificador que todo lo quema y deja la tierra preparada para el cultivo de nuevos brotes. Como su propio nombre indica, estamos ante una novela que habla sobre el pecado, el mal, la corrupción... pero también deja un resquicio para la esperanza, para la enmienda. Para subsanar el enorme fallo que sería dejar escapar esta historia.
Llevo poquito leído todavía, que lo empecé ayer, y lo primero que me llamó la antención es que la autora no se anda con miramientos a la hora de escribir. No intenta maquillar las cosas para caer en la corrección política, y todo porque la sociedad actual... bueno, la parte de la sociedad que está como medio anestesiada, es hipersensible y no quiere ver las cosas como son realmente, porque duele. (esta es una reflexión mía).
ResponderEliminarLe has dado cuando lo has comparado con Trainspotting, libro que leí poco después de que se estrenara la película (no ha llovido ni nada). Porque es que es el mismo tipo de narración, te cuento la cruda realidad y te la cuento cruda porque la realidad es cruda. Imagino que muchos comentarios que vengan detrás de mi dirán cosas del tipo: ay pues no sé si seré capaz o no sé si será demasiado fuerte. Y me da pena, porque en los 80 y los 90 ya de críos y de adolescentes éramos capaces de hablar de estas cosas y no pasaba nada, no crecimos traumatizados. Y ahora no, porque la gente lo pasa mal. Y pobrecitos...
Y esto lo digo porque he leído muy poco y tampoco tengo base para comentar más de esta novela. Pero por otras novelas crudas que he leido y comentado este año sé que la reacción va a ser esa.
En fin, yo que se, no me gusta todo esto. Hay gente para quien la vida es una mierda absoluta, pero en plan grave y los demás miramos para otro lado. Pero eso no hace que esa gente deje de tener una mierda de vida. No se si divago o si tiene sentido.
Un abrazo
Trainspotting es quizá más transgresor, más bestia, pero creo que tiene muchas similitudes con este libro. A mí me gusta leer sobre este tipo de personajes porque, como tú dices, me hace plantearme cómo es la vida desde otras perspectivas y cómo muchas personas (casi nadie, en realidad) no eligen el tipo de vida que quieren tener. Además, plasma muy bien el tipo de conflictos que sacuden a los personajes y el papel que juegan en ellos la moral, la religión o los lazos familiares.
EliminarGracias por pasarte :)
¡Hola! No lo conocía pero me ha gustado lo que has contado en la reseña! Apuntada queda la novela.
ResponderEliminarGracias y besos^^
Espero que te guste si le das una oportunidad :)
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