Don DeLillo - Cero K

miércoles, 29 de junio de 2016


► Título originalZero K
► Traducción: Javier Calvo 
► Año de publicación: 2016
► Editorial: Seix Barral
 Páginas: 320



Se dice, se comenta, que Don DeLillo es uno de los mejores y más influyentes escritores de la actualidad. Submundo, Punto Omega, Americana, Mao II, Ruido de fondo... sus grandes hitos literarios no han sido para mí más que nombres agolpados en la cabeza, ecos de voces que lo catapultaban hasta la cima de una montaña que no me atrevía a escalar. Fin de campo supuso mi respuesta a una necesidad elemental de iniciarme en su obra, de romper definitivamente el hielo. Sin embargo, Cero K, con la que DeLillo vuelve a estar en boca de casi todo el mundo tras seis años de silencio, nos muestra de manera absolutamente magistral los beneficios de mantener ciertas cosas en un imperturbable estado de congelación. 

En el futuro inmediato propuesto por DeLillo, una especie de compañía clandestina denominada la Convergencia ofrece la posibilidad a sus miembros, la mayoría de ellos enfermos terminales, de luchar contra la muerte reduciendo la temperatura de sus cuerpos hasta límites extremos. Ross Lockhart es el principal inversor de esta escalofriante e innovadora iniciativa, un multimillonario hecho a sí mismo que repudió a su familia con el fin de perseguir sus ambiciones empresariales. Ahora, su hijo Jeffrey viaja hasta las recónditas instalaciones de la Convergencia para consolar a su padre mientras la joven esposa de este se prepara para iniciar un procedimiento incierto y plagado de perturbadoras cuestiones éticas. Sin embargo, cuando Ross, en perfecto estado de salud, le comunica a su hijo su decisión de acompañar a su esposa en este viaje, las convicciones y creencias de Jeffrey empezarán a tambalearse. 

Son los momentos ordinarios los que componen la vida. Esto es lo que ella sabía a ciencia cierta y esto es lo que yo aprendí, finalmente, de todos los años que pasamos juntos. Ni los saltos ni las caídas. Inhalo la llovizna de detalles del pasado y así sé quién soy. Ahora tengo más claro lo que antes no sabía, gracias al filtro del tiempo, de una experiencia que no pertenece a nadie más, ni de lejos, a nadie, jamás.

Aunque tiene algo de eso, Cero K está mucho más allá de ser una maniquea confrontación entre ciencia y fe, entre los postulados tecnocráticos de la era digital y el fervor religioso que normalmente se confunde con la credulidad. Entre las paredes de la Convergencia, Jeffrey observa numerosos estímulos que disparan recuerdos del pasado y ponen a prueba su capacidad para otorgar nombres a las cosas. La muerte ha formado parte de nuestro ADN desde el principio de los tiempos. Por eso, la posibilidad de extirparla para siempre abre el camino a una nueva era repleta de perplejidad e incertidumbre en la que se precisa un lenguaje evolucionado capaz de dar forma a un modo imperecedero de mirar el mundo.

Así pues, el lenguaje, la comunicación y el arte son los principales motores que impulsan la historia de esta novela y que sirven de base al escritor norteamericano para elaborar asombrosas reflexiones sobre la identidad y lo que significa estar vivo en una época que cada vez otorga menos razones para ello. DeLillo es un gran maestro de la palabra y así lo demuestra en Cero K haciendo uso de un estilo sugerente y persuasivo, imbuido de una inconfundible personalidad tan estimulante como las meditaciones que se desprenden de la novela sobre el fin —o en este caso la postergación— de la existencia. Jeffrey me ha parecido una voz protagonista contundente y repleta de matices, una revisión minimalista y algo desorientada del héroe clásico que, rodeado aquí de monjes, pasillos interminables, habitaciones oscuras e imágenes proyectadas de destrucción y barbarie, emprende la consabida gesta en busca del crecimiento y la iluminación interior. 

El resultado final es una obra brutal, gélida y desconcertante, falsamente aséptica, que lejos de provocar entumecimiento lo único que hace es despertar los sentidos a golpe de revelaciones. Puede que Cero K se halle entre las obras más interesantes y accesibles de DeLillo, pero eso no implica que esté hecha para todos los públicos. Sin duda, se trata de un autor muy peculiar al que uno debe aproximarse con calma y prudencia, deteniéndose a contemplar cada instantánea, trazando líneas entre los distintos puntos que forman la historia. El resultado merece mucho la pena. Porque una cosa os digo: si el resto de sus obras son la mitad de buenas que Cero K, bien podría ser cierta la afirmación con la que empecé escribiendo esta reseña.  



1 comentarios :

  1. Empecé a leer Jugadores hace como un año y no sé porque no seguí pero me estaba gustando. Ayer estaba leyendo la sinopsis de este y me llamó mucho. Ahora, con pedazo reseña tengo muchas más ganas de leerlo.
    Tú siempre descubriéndome libros geniales ❤.
    Saludos.

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