20. Marian Engel - Oso
A lo largo de Oso, la escritora canadiense Marian Engel demuestra poseer una infrecuente habilidad para transformar los aspectos más pérfidos de su novela en un acto de hermosa y arrebatadora naturalidad. Así pues, afirmar que esta estupenda obra trata sobre una mujer que mantiene encuentros carnales con un espécimen animal resulta tan superficial como inexacto. Más bien, Marian Engel elabora en torno a la figura de su protagonista (una mujer entristecida, solitaria, frustrada por sus decepcionantes relaciones con los hombres y por el rumbo errante que ha tomado su vida) un emocionante y cautivador relato sobre la feminidad, la necesidad de afecto y la importancia de recuperar las formas más elementales de comunicación. Leer más.
19. David Mitchell - Mil otoños
Me cuesta ser objetivo al hablar de David Mitchell, un autor que solo me ha regalado experiencias extraordinarias gracias a su exquisito estilo y el constante espíritu de innovación que imprime a sus novelas. Una ingeniosa revolución narrativa que no siempre persigue el progreso ni la evolución formal, sino la simple búsqueda de perspectivas más amplias. Y en ese sentido, cada nuevo proyecto en el que se embarca el autor británico se acaba convirtiendo en un éxito triunfal. Mil otoños es prueba evidente de ello, una novela emotiva, rotunda y sincera que tira de mecanismos bastante convencionales para contar una historia que sin duda ya nos suena. Sin embargo, Mitchell consigue desplegar aquí los distintos hilos argumentales de un modo que cautiva por su arrebatadora belleza y un poliédrico mejunje de voces narrativas. El resultado, un libro sencillamente asombroso.
18. Peter Cameron - Aquella tarde dorada
Los libros de Peter Cameron se leen como el discurso tambaleante de un adolescente con problemas de autoestima. A veces no sabes muy bien lo que quiere decir. A veces cuesta arrancarle las palabras adecuadas. Sus historias están labradas en el incómodo silencio de quien precisa andarse un buen rato por las ramas antes de soltar una revelación brutal. Sin embargo, todos esos escollos presentes en el canal comunicativo derivan en un magistral estudio de campo sobre las relaciones interpersonales que solo un escritor como Cameron podría llevar a cabo. Pocos autores son capaces de emocionar tanto haciendo empleo de tan pocos recursos narrativos, pero el estadounidense nos deleita una vez más con una novela que nos hará viajar hasta los confines del continente sudamericano para conocer de primera mano los entresijos de una peculiar familia lastrada por la pérdida.
17. John Berendt - Medianoche en el jardín del bien y del mal
A lo largo de este libro, John Berendt elabora un minucioso y radiográfico retrato de Savannah, ciudad de Estados Unidos que se convirtió en el centro de todas las miradas al verse salpicada por un auténtico desfile de escándalos relacionados con un caso de asesinato. Sin perder en ningún momento su elevada capacidad de observación, la deliciosa, elocuente y exuberante exposición de los hechos ni la habilidad para ahondar en la laberíntica personalidad de los involucrados, Berendt consigue encandilarte con su novela desde prácticamente el primer brochazo, ese que habla de sibaritas amantes del arte, viejas damas ricachonas, individuos que pasean a perros invisibles, estafadores que se libran de cualquier responsabilidad judicial gracias a su desmesurado carisma, abogados sin escrúpulos, drag queens de sofocante labia, chaperos, prostitutas, drogadictos, exclusivas fiestas de etiqueta y rencillas de apariencia inofensiva que, no obstante, permanecen apaciblemente en la sombra, incubándose hasta que llegue el momento idóneo de eclosionar. Leer más.
16. Jennifer Egan - El tiempo es un canalla
La ganadora del Premio Pulitzer Jennifer Egan construye en El tiempo es un canalla una magnífica composición de historias cortas (ambientadas mayoritariamente en los cercados de la industria musical) que supera en todos los sentidos a la suma de sus partes. Cada capítulo constituye en sí mismo un núcleo argumental autosuficiente, pero que además juega un papel solapado en el propósito de contemplar el grueso de la obra como un ente sólido, compacto y al mismo tiempo amalgamado. Personajes que en cierto punto de la novela son protagonistas indiscutibles aparecen más tarde como meros secundarios bajo apariencia, motivos y circunstancias completamente inesperadas, proponiendo un juego narrativo muy seductor que Jennifer Egan lleva a cabo de manera inteligente, sagaz y con sobrado desparpajo.
15. Mo Yan - Sorgo rojo
Existen novelas que no logran satisfacer tus expectativas y existen otras que consiguen sobrepasarlas por completo. Tal es el caso de Sorgo rojo, novela del Nobel chino Mo Yan que a través de varias generaciones de una misma familia nos sumerge en las profundidades de la China rural y su turbulenta historia reciente. Empleado como símbolo, ideología y estandarte político, el sorgo domina cada rincón de esta historia con su presencia intemporal, manchando las páginas de sangre, vino y entrañas en un espectáculo tan cruel como hermoso donde se mezclan tradición, modernidad y mitología de un modo sencillamente sublime.
14. Frederik Pohl - Pórtico
Considerada todo un clásico de la ciencia ficción, Pórtico narra el descubrimiento de una base de operaciones extraterrestre horadada en el interior de un remoto asteroide, acontecimiento que supondrá el empuje definitivo para que la humanidad se inicie en una serie de misteriosos e inescrutables viajes espaciales. A través del escalofriante testimonio de su protagonista conoceremos la atmósfera asfixiante y fatídica que reinaba en las instalaciones de dicha base, los asombrosos (pero escasos) hallazgos que a tan alto coste realizaban sus tripulantes y seremos espectadores de un lento pero firme proceso de degeneración sexual que acabará condicionando el carácter de no pocos personajes. Su trepidante ritmo narrativo, la inteligencia con que están hiladas todas las tramas y el certero perfil psicológico que hace Frederik Pohl de su narrador principal convierten a Pórtico en una sobresaliente novela. Leer más.
13. Haruki Murakami - Hombres sin mujeres
Ningún cambio radical ni revolucionario hay por descubrir en esta última tanda de relatos que nos trae el escritor japonés: sus personajes transitan los mismos y solitarios flujos narrativos, dejando a su paso un perturbador rastro de tristeza, melancolía y alienación especialmente contraindicado para individuos en bajo estado de ánimo. Ahora bien, tal y como indica su título, existe en Hombres sin mujeres la intención de entrelazar el conjunto de historias bajo un mismo leit motiv ; una omnipresente ausencia femenina que ejerce como aparato detonador de todos esos sentimientos que afloran sin cesar a lo largo de la antología. Emociones raras, complejas, incomprensibles y desconocidas se van acumulando a lo largo de Hombres sin mujeres en una especie de marea que lentamente se desborda y te ahoga.
12. Brian K. Vaughan & Fiona Staples - Saga. Volume Five
Capítulo a capítulo, Saga continúa haciendo méritos para ganarse el título de mejor novela gráfica que actualmente te puedes echar a la cara. Impactante, rocambolesco, impredecible, alocado y desmedido, este quinto volumen -al igual que sus antecesores- ofrece una auténtica (y literal) orgía de sensaciones y personajes conceptualmente hilarantes. El sueño húmedo de cualquier aficionado a las space opera no presume ni mucho menos de tener un argumento revolucionario, pero su fascinante imaginería visual y la exquisita anarquía temática que reina entre sus páginas convierten el proyecto de Brian K. Vaughan y Fiona Staples en un producto de adquisición obligatoria para cualquiera que ya crea haberlo leído todo.
11. Karen Russell - Vampiros y limones
Los numerosos cuentos de corte fantástico y sobrenatural que componen esta colección son tan diferentes unos de otros que a priori pudieran parecer el enloquecido producto de ocho mentes disociadas. No obstante, se percibe en todos ellos la indiscutible firma de una misma voluntad creadora, el leve rastro de un elemento común que dirige y coordina semejante batiburrillo de fórmulas anormales con la pericia propia de un director de orquesta. Karen Russell no solo cuenta con un indescriptible repertorio de ideas poco convencionales, sino que además dispone de los medios necesarios para llevarlos a buen término con una apabullante tasa de éxito. Leer más.
10. Robert Coover - Ciudad fantasma
No resulta fácil averiguar si la historia que nos propone aquí Robert Coover se mueve entre los límites de la genialidad o de la locura. Si todos esos pistoleros, sheriffs, sanguinarios forajidos y libidinosas damas de salón que campan a sus anchas por las desérticas calles de la población que da título al relato no son en realidad producto de alguien al que se le ha ido la mano con los psicotrópicos. Ciudad fantasma es, por decirlo de algún modo, un potente western alucinógeno en el que su protagonista (un forastero errante que acaba siendo engullido por un espejismo en forma de ciudad) es víctima de las más estupefacientes aventuras. Un particular homenaje a las historias del salvaje oeste americano en el que Coover, haciendo alarde de una espectacular y desviada imaginación, dispara imparables ráfagas de humor negro, casquería e indudable mala leche.
9. Nathaniel Hawthorne - La letra escarlata
La célebre novela de Hawthorne se postula casi de inmediato como un emocionante y extraordinario estudio sobre la conciencia, el pecado y la culpabilidad, tan completo y certero que quita el hipo. No es de extrañar que Hester Prynne sea considerada una de las principales heroínas de la literatura contemporánea: su entereza, valor y honestidad a la hora de afrontar la acusación de adulterio que lleva marcada sobre el pecho no hacen sino revelar las entrañas podridas de una sociedad injusta e hipócrita. Y si a un argumento potente le sumamos la excepcional maestría narrativa de su autor, palpable en todas y cada una de las páginas de La letra escarlata, obtenemos como resultado una obra sublime que se disfruta en cada línea, en cada giro inesperado de la trama y en cada vibrante alegato de unos personajes realmente inolvidables.
8. Philip Roth - Pastoral americana
En Pastoral americana, lo que comienza siendo un sentido homenaje a la figura de un hombre al que Nathan Zuckerman -narrador recurrente en muchas novelas de Roth- admiraba de pequeño, acaba degenerando poco a poco en un retrato visceral y poco halagüeño sobre un individuo decrépito y repleto de imperfecciones. Y aunque dicha biografía constituye por sí sola un estupendo aliciente para disfrutar de esta magnífica novela, repleta de pasajes, escenas y personajes fascinantes, lo que hace de Pastoral americana un libro realmente significativo es su amplio campo de dobles lecturas, siendo quizá la más importante de ellas la que habla de Estados Unidos como ese ser desmitificado que todo el mundo se empeña en alabar, pero que en realidad solo proyecta sombras turbias y siniestras.
7. John Kennedy Toole - La conjura de los necios
Basándome en lo mucho que me ha gustado este libro, me atrevería a decir que la muerte prematura de John Kennedy Toole nos ha privado de la que podría haber sido una de las mejores producciones literarias del siglo XX. Con sus constantes impertinencias, broncas, fanfarronadas y salidas de tono, Ignatius Reilly está considerado por muchos (y a partir de ahora, también por mí) como uno de esos personajes absolutamente memorables que se convierten en referente inmediato de toda la literatura posterior. La acidez de la que hace gala mediante sus constantes invectivas es solo comparable a la de los reflujos gástricos que tanto le molestan, mientras que el desdén con el que no tiene reparos en dirigirse incluso a su propia madre es solo una porción del que él mismo recibe cuando afirma estar escribiendo la obra literaria definitiva. Divertida, socarrona y sin ocultar nunca su cara satírica, La conjura de los necios es una novela que no debería faltar en ninguna estantería.
6. Hanya Yanagihara - A Little Life
Lo de Hanya Yanagihara es de una crueldad sin límites. Ella no conoce la compasión ni la misericordia. Sostiene cuidadosamente el corazón de sus personajes solo hasta que tiene la oportunidad de espachurrarlo entre sus dedos y depositar los restos en el fondo de un sumidero. Pocas veces a lo largo de mi trayectoria como lector he sentido de manera tan intensa, tan íntima, tan real, los acontecimientos que se desarrollaban ante mí. Pocas veces había tenido la oportunidad de cuestionar con tanta crudeza cuáles son los límites razonables de la amistad y el amor, o en qué punto se convierten en propios los dolores ajenos. Y A Little Life, novela controvertida donde las haya, ofrece la maravillosa posibilidad de experimentar todo eso. Leer más.
5. Eleanor Catton - Las luminarias
Las luminarias reúne todas las características narrativas que estimulan mis centros de placer. Es ambiciosa, detallista, sofisticada e hipnótica. Onírica, pero solo de una forma sugerente, sin llegar a levantar del todo los pies del suelo. Posee una estructura laberíntica en la que resulta tan fácil como placentero perderse. Parte de un planteamiento convencional (imitando la tradición estilística de la novela victoriana) al que la autora después le infunde una vibrante e innovadora perspectiva. Además, por ella deambulan infinidad de personajes absolutamente carismáticos e inolvidables, de esos marcados y que dejan marca, solapando en su camino multitud de tramas (cada cual más enrevesada que la anterior) que consiguen mantener siempre alto el nivel de tensión narrativa. Leer más.
4. David Foster Wallace - Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer
En realidad, cualquiera de los libros de David Foster Wallace que han pasado por mis manos este año posee cualidades suficientes como para figurar en esta lista. Pero si he de escoger solo uno, sin duda me decanto por esta hilarante crónica en la que el genio estadounidense, a bordo de un crucero en apariencia inofensivo, destripa sin contemplaciones la cara más amarga de la industria recreativa. En manos de Foster Wallace, lo familiar se transforma en hostil, lo asombroso en terrorífico y algo que a primera vista solo tiene la finalidad de entretenerte acaba poblando tus peores pesadillas. Impregnado de esa corrosiva sátira con la que suele amenizar sus escritos, Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer supone una inapelable prueba más del superdotado instinto analítico que hizo del fallecido escritor norteamericano todo un icono de su generación.
3. Herman Melville - Moby Dick
La travesía del Pequod en busca de la legendaria ballena blanca es mucho más que una simple novela de aventuras salpicada de infumables circunloquios enciclopédicos sobre la anatomía de los cetáceos. Es un bombardeo constante de maestría narrativa y virtuosismo estilístico que resuena con la contundencia de las epopeyas clásicas, ofreciendo al lector un incomparable estudio de la naturaleza humana a través de sus más profundos miedos, deseos y obsesiones. Sin duda, hay que estar muy mentalizado para leerla, pero Moby Dick supone un titánico esfuerzo que te enriquece como lector de una forma desmesurada y tras el cual difícilmente volverás a aproximarte a una novela de la misma manera.
2. Tom Spanbauer - Yo te quise más
Sin apenas proponérselo, Yo te quise más se ha erigido como el epicentro de mis furores más íntimos. Desvelar demasiados detalles de la trama supondría arruinar gran parte de su encanto. Por lo tanto, me limitaré a decir que el solo recuerdo de sus recovecos argumentales basta para hacer saltar chispas a mi alrededor. No, no estoy exagerando. Enfrentarse a la narrativa de Spanbauer es un arriesgado acto de sumisión en el que tú te entregas a la historia que está ocurriendo delante de tus ojos y rezas con todas tus fuerzas para no salir escaldado. Pero ¡oh!, amigos, rezar sirve de poco. Una vez que empiezas a leer, no existe escapatoria posible: ya te has convertido en otra víctima más de Spanbauer y su triángulo de amor bizarro.
1. Thomas Pynchon - El arco iris de gravedad
Pues sí. Thomas Pynchon escribió en 1973 el mejor libro de 2015. El enigmático autor norteamericano derrama sobre las páginas de El arco iris de gravedad un inconmensurable torrente de luz que poco a poco se va descomponiendo en todos los colores del espectro. Sin embargo, la intensidad del reflejo provoca en gran cantidad de curiosos una ceguera que vuelve inapreciable la absoluta genialidad de esta obra maestra. Es cierto, nuestro ojo es un mecanismo vulnerable ante los destellos de una novela que demuestra en todo momento su flagrante desprecio por las pautas convencionales que rigen la construcción de una historia. Pero tampoco se puede alterar el orden natural de lo que aquí ha escrito Pynchon (una irreductible e hilarante amalgama de paranoias alucinógenas, teorías desquiciadas y conspiraciones políticas de carácter global) y seguir conservando ni siquiera un leve rastro de su magnífica complejidad. Tal y como escribió William H. Gass en su prólogo a Los reconocimientos, "Los grandes libros no pueden explicarse. Una explicación -en realidad, cualquier explicación- lo profanaría, ya que a lo que una obra de arte se opone es precisamente a la reducción". Y la de Pynchon es sin duda una novela que escapa a todo tipo de definiciones y mecanismos que traten de imponerle disciplina. Por eso, lo que considero más recomendable es lanzarse a la lectura de este libro sin pensar en los efectos nocivos de esa fuerza primordial que tira de nuestro cuerpo hacia el suelo. Sin echar siempre mano de guías, intérpretes ni aclaraciones vanas de algo que carece por completo de sentido. Sin andar buscando constantemente asideros cuando lo realmente divertido es saltar y dejarse arrastrar por el vacío.
Hola! caray cuantas buenas lecturas, me alegro mucho! Hay algunos que me han llamado la atención así que apuntados quedan! A por otro año igual o mejor en cuanto a lecturas, un beso!
ResponderEliminarVenga, empezando por lo que no coincidimos, a mí se me atragantó Sorgo Rojo. Es muy potente y brutal, pero la trama estaba demasiado desorganizada para mí y me perdió entre tanto salto temporal.
ResponderEliminarCon Moby Dick, nada más que decir y Mil Otoños, quedándome 100 páginas para acabar El Bosque del Cisne Negro, me parece lo mejor que he leído de Mitchell. Aún no me he recuperado del tercio final.
Empezaré pronto Aquella tarde dorada y el de Saga, que ya los tengo. Y los que más me apetecen son Yo te quise más, La letra escarlata, Ciudad fantasma y Pórtico. El arcoiris de la gravedad no me puede dar más pereza, de los Pynchon que me quedan solo me llama Mason y Dixon. Pero si de la lista crees que hay alguno que me va especialmente, estoy abierta a sugerencias :)
yo no lei nada de aquí, me haces sentir petarda xDDDDDDDDDDDDD
ResponderEliminarLa letra escarlata la leí hace un montón de años y todavía tengo un grato recuerdo de ella. Me encantó.
ResponderEliminarLos demás no los he leído pero tengo pendiente La conjura de los necios.
Besos.
Por Dios. La gran mayoría de los libros que mencionas los he querido leer hace un tiempo, pero ni siquiera los he conseguido XD. También me has antojado de otros cuantos, así que muchas gracias.
ResponderEliminarSaludos.
Menuda lista, muy interesante la verdad, y todo un cambio respecto a las docenas de entradas donde solo veo juvenil y más juvenil xD
ResponderEliminarMoby Dick voy a intentar leerlo en plan bien este año, que ya van varios intentos y casi me da vergüenza. Sorgo rojo lo leí ya hace unos años y me gustó, pero no tanto como para ponerlo en una lista así. Del resto quiero leer Pórtico también, a ver si al final cae.
Vaya giro final inesperado...
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