Además de una célebre escritora, poeta y activista norteamericana, Maya Angelou es referida en multitud de ocasiones como una de las voces más importantes e influyentes de su generación. Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado es la primera de las siete autobiografías noveladas que Angelou escribió antes de morir en 2014 y que nos permiten asomarnos a los recovecos de su tormentosa infancia con una autenticidad y entereza desgarradoras. El libro, narrado con una sorprendente luminosidad a pesar de su carácter plomizo y deprimente, comienza relatando cómo con tan solo tres años fue enviada junto a su hermano Bailey, de cuatro, a vivir con su abuela en un pequeño pueblo de Arkansas donde la población negra sufría constantes humillaciones y desprecios.
No hace falta explicar que, en una época previa a la revolución que supusieron los movimientos por los derechos civiles (Maya Angelou nació en 1928), ser negro era sinónimo de exclusión, maltrato y escasez de oportunidades, por no decir de esclavitud. Los prejuicios y la desigualdad anidaron pronto en el maleable corazón de Angelou, quien llegó a interiorizar las numerosas injusticias que observaba día a día como algo, no solo aceptable, sino merecido. Aún así, estos primeros compases del libro no se caracterizan precisamente por su carácter reivindicativo, sino que muestran de forma sobrecogedora la profunda influencia de dichas ideas nocivas en el carácter de la escritora, que en más de una ocasión se describe a sí misma como una niña apocada, encerrada en sí misma, algo más contestataria e indisciplinada en compañía de su hermano Bailey, por quien desarrolla una devoción absoluta, además de una relación entrañable de comprensión y entendimiento fraternal basada en el ejercicio continuado de diversas fechorías.
Sin embargo, poco imaginaba la pequeña Marguerite Johnson por aquel entonces que la etapa más oscura de su corta vida no había pasado, sino que estaba a punto de llegar. Tras ser reclamados de nuevo por dos completos desconocidos que aseguraban ser sus padres, los dos hermanos se mudaron a San Luis para experimentar el episodio más triste y demoledor que se recoge en la obra. Y es ahí, precisamente en el clímax emocional del libro, cuando Maya Angelou se muestra más sobria y contenida que nunca, sobrevolando el desastre sin regodearse en las víctimas ni reparar en las catastróficas consecuencias. Y es también en ese mismo punto cuando uno percibe la grandeza de Maya Angelou como narradora, cómo construye las escenas y entreteje los diálogos de manera que todo queda perfectamente compacto y cohesionado, transformando las profundas grietas de los personajes en simples cicatrices que son mucho más fáciles de observar.
El resto del libro no es menos admirable: y es que, sea cual sea el tema que trate, ya sea cuestionando su propia sexualidad incipiente, describiendo la retorcida complejidad de las relaciones familiares, refugiándose en la lectura como vía de curación o clavándole las garras al racismo más arraigado, Maya Angelou posee una voz cálida y reconfortante, ingenua a veces, que te transporta inmediatamente a donde ella quiere, como ella quiere. En líneas generales, Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado me ha parecido una lectura agradable, apasionante por momentos, y que encierra gran cantidad de lecciones sobre cómo afrontar el mundo desde la perspectiva de una auténtica superviviente. Además, puede ser una opción más que provechosa ahora que las tensiones raciales en un país como Estados Unidos parecen estar más candentes que nunca desde hace más de medio siglo. Quizá algún día alcancemos ese ansiado estado de libertad, justicia e igualdad para todos los ciudadanos. De momento, no obstante, el pájaro sigue cantando en su jaula.
No hace falta explicar que, en una época previa a la revolución que supusieron los movimientos por los derechos civiles (Maya Angelou nació en 1928), ser negro era sinónimo de exclusión, maltrato y escasez de oportunidades, por no decir de esclavitud. Los prejuicios y la desigualdad anidaron pronto en el maleable corazón de Angelou, quien llegó a interiorizar las numerosas injusticias que observaba día a día como algo, no solo aceptable, sino merecido. Aún así, estos primeros compases del libro no se caracterizan precisamente por su carácter reivindicativo, sino que muestran de forma sobrecogedora la profunda influencia de dichas ideas nocivas en el carácter de la escritora, que en más de una ocasión se describe a sí misma como una niña apocada, encerrada en sí misma, algo más contestataria e indisciplinada en compañía de su hermano Bailey, por quien desarrolla una devoción absoluta, además de una relación entrañable de comprensión y entendimiento fraternal basada en el ejercicio continuado de diversas fechorías.
Si bien el proceso de desarrollo de una muchacha sureña negra es doloroso, la sensación de estar fuera de lugar es como el óxido de la navaja que amenaza con cortarte el cuello.
Es un insulto innecesario.
Sin embargo, poco imaginaba la pequeña Marguerite Johnson por aquel entonces que la etapa más oscura de su corta vida no había pasado, sino que estaba a punto de llegar. Tras ser reclamados de nuevo por dos completos desconocidos que aseguraban ser sus padres, los dos hermanos se mudaron a San Luis para experimentar el episodio más triste y demoledor que se recoge en la obra. Y es ahí, precisamente en el clímax emocional del libro, cuando Maya Angelou se muestra más sobria y contenida que nunca, sobrevolando el desastre sin regodearse en las víctimas ni reparar en las catastróficas consecuencias. Y es también en ese mismo punto cuando uno percibe la grandeza de Maya Angelou como narradora, cómo construye las escenas y entreteje los diálogos de manera que todo queda perfectamente compacto y cohesionado, transformando las profundas grietas de los personajes en simples cicatrices que son mucho más fáciles de observar.
El resto del libro no es menos admirable: y es que, sea cual sea el tema que trate, ya sea cuestionando su propia sexualidad incipiente, describiendo la retorcida complejidad de las relaciones familiares, refugiándose en la lectura como vía de curación o clavándole las garras al racismo más arraigado, Maya Angelou posee una voz cálida y reconfortante, ingenua a veces, que te transporta inmediatamente a donde ella quiere, como ella quiere. En líneas generales, Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado me ha parecido una lectura agradable, apasionante por momentos, y que encierra gran cantidad de lecciones sobre cómo afrontar el mundo desde la perspectiva de una auténtica superviviente. Además, puede ser una opción más que provechosa ahora que las tensiones raciales en un país como Estados Unidos parecen estar más candentes que nunca desde hace más de medio siglo. Quizá algún día alcancemos ese ansiado estado de libertad, justicia e igualdad para todos los ciudadanos. De momento, no obstante, el pájaro sigue cantando en su jaula.
Traducción: Carlos Manzano
Año: 1969
Editorial: Libros del Asteroide
Páginas: 352
Valoración: ★★★½
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