Casi todas las novelas de Haruki Murakami, Kyoichi Katayama, Yasunari Kawabata, Banana Yoshimoto, Keigo Higashino y ahora Hiromi Kawakami. Son ya algunas las novelas que he tenido el placer de leer que se engloban en la categoría de literatura japonesa y que tanto nos fascina a muchos de nosotros. Especial, diferente, que sabe tocar las fibras sensibles del alma con una delicadeza y cuidados únicos. Profunda pero simple al mismo tiempo. Bucea en todo tipo de temas pero no se olvida de los más importantes, los que nos conectan a todos nosotros. El amor, la pérdida, la soledad, el paso del tiempo, el significado de la vida... la muerte. A veces puede parecer que todas las novelas pertenecientes al género son iguales. Pero quien piense eso realmente comete un craso error. Cada una de ellas, al igual que el autor que les dio vida, son únicas y originales, y es que aunque dos novelas puedan parecerse en muchísimos aspectos, no existen dos iguales. Y eso los japoneses saben conseguirlo muy bien. En esta ocasión, Hiromi Kawakami nos presenta una de esas novelas, de las que tocan las fibras sensibles del alma, en las que todos podemos encontrar un pedacito de nosotros mismos.
El cielo es azul, la tierra blanca, ese título tan sugerente, llamativo y extraño, es la presentación ante todo de una atípica historia de amor, aunque eso vendrá más tarde, mucho más tarde. El cielo es azul, la tierra blanca es el relato de una mujer adulta que a veces no deja de ser una niña pequeña, caprichosa, mimada, y que en su continua soledad -que no notaba a simple vista-, solo quiere ser amada por alguien de forma simple y absoluta. Lo cierto es que Tsukiko es un personaje muy difícil de describir y eso es claramente algo bueno. Es muy fácil decir los fallos que tiene un personaje, pero cuando los fallos en sí forman parte de la personalidad del mismo, la cosa se complica. Y es que como la novela en sí, Tsukiko es un cúmulo muy amplio de sentimientos, de sensaciones, de recuerdos y posibilidades. Es en su continua imperfección, en su frialdad e indiferencia hacia el mundo que la rodea -que en un primer momento asocié por alguna extraña razón con una mala caracterización de la misma-, donde reside principalmente su belleza. Es por sus defectos, sus caprichos, su forma de ver el mundo, sus manías y gustos poco femeninos, y esa escondida necesidad de la que no somos conscientes -ni ella misma tampoco- hasta bien comenzada la novela, por lo que me gusta tanto. Pero aparte de ser la historia de Tsukiko, es también la del maestro, su maestro, un hombre solitario como ella, y con quien comparte un pedacito de su pasado en común por haber sido su profesor de literatura mientras ella era una niña.
Un día, estos dos seres solitarios separados por la línea de la edad, coinciden sin querer en la misma taberna, sin percatarse uno del otro hasta que se reconocen. Un saludo, un par de palabras amables, una invitación a otra ronda, y un hasta pronto, maestro. Así es como comienza nuestra novela a grandes rasgos. Mientras vamos conociendo más sobre Tsukiko la presencia del profesor se hará cada vez más latente a raíz de su extraña amistad. Una amistad sin silencios incómodos ni tensiones en el ambiente, extraña a simple vista, pero más real que muchas otras que he visto. Pero de un modo gradual, y sobre todo en el último tercio de la novela, esa relación sufrirá un ligero giro de acontecimientos. Convirtiéndose así en un extraño anhelo que Tsukiko al principio es incapaz de comprender. Plagado de posibilidades, de sentimientos desgarradores y deseos que se convierten en impotencia y rabia. De riñas, de peleas sin sentido y una recta final que aunque hasta un punto resulta predecible, no le quita el encanto al conjunto general. Sin olvidar, claro está, de todos estos temas de los que os hablaba al principio, y es que una buena novela japonesa que no nos recuerde el peso de la soledad, la fugacidad de la felicidad entre nuestros dedos, nuestras pérdidas más dolorosas y el paso cercano de la muerte, no es una novela japonesa. Ah, y el desgarrón en el alma también, que por poco me olvido.
Ahora bien, tampoco os voy a mentir, es una novela japonesa en toda regla, lo que conlleva un desarrollo lento, a veces de un parecido muy monótono, a veces quizás un poco aburrido. Por lo tanto si ese tipo de lecturas no os gusta, quizás encontréis en El cielo es azul, la tierra blanca una novela aburrida, sin encanto, falta de carisma y una pérdida de tiempo total y absoluta. Sin embargo si realmente os gustan ese tipo de lecturas, o si os gustan los riesgos o tenéis simple curiosidad por la razón que sea El cielo es azul, la tierra blanca, es una novela que en mi opinión se disfruta una vez acabada y no durante su lectura, pudiendo ser un proceso largo -me llevó más tiempo leerlo del que me gustaría-. Pero es justo cuando has acabado con ella -y no antes- mientras vas dando vueltas a esto y lo otro, cuando te das cuenta de la verdadera belleza que se esconde detrás de sus páginas. Lenta, pausada, pero de una belleza palpable, que deja una huella dulce y amarga en la memoria, sin duda alguna es una novela altamente recomendable para todos aquellos que disfrutan con ese tipo de lecturas. Quizás un poco similar a la prosa de Kyoichi Katayama, pero tiene un regusto curioso al finalizarla, deja una huella más profunda, más perdurable que las demás. No se me ocurre otro modo mejor de describirla.
Un día, estos dos seres solitarios separados por la línea de la edad, coinciden sin querer en la misma taberna, sin percatarse uno del otro hasta que se reconocen. Un saludo, un par de palabras amables, una invitación a otra ronda, y un hasta pronto, maestro. Así es como comienza nuestra novela a grandes rasgos. Mientras vamos conociendo más sobre Tsukiko la presencia del profesor se hará cada vez más latente a raíz de su extraña amistad. Una amistad sin silencios incómodos ni tensiones en el ambiente, extraña a simple vista, pero más real que muchas otras que he visto. Pero de un modo gradual, y sobre todo en el último tercio de la novela, esa relación sufrirá un ligero giro de acontecimientos. Convirtiéndose así en un extraño anhelo que Tsukiko al principio es incapaz de comprender. Plagado de posibilidades, de sentimientos desgarradores y deseos que se convierten en impotencia y rabia. De riñas, de peleas sin sentido y una recta final que aunque hasta un punto resulta predecible, no le quita el encanto al conjunto general. Sin olvidar, claro está, de todos estos temas de los que os hablaba al principio, y es que una buena novela japonesa que no nos recuerde el peso de la soledad, la fugacidad de la felicidad entre nuestros dedos, nuestras pérdidas más dolorosas y el paso cercano de la muerte, no es una novela japonesa. Ah, y el desgarrón en el alma también, que por poco me olvido.
Ahora bien, tampoco os voy a mentir, es una novela japonesa en toda regla, lo que conlleva un desarrollo lento, a veces de un parecido muy monótono, a veces quizás un poco aburrido. Por lo tanto si ese tipo de lecturas no os gusta, quizás encontréis en El cielo es azul, la tierra blanca una novela aburrida, sin encanto, falta de carisma y una pérdida de tiempo total y absoluta. Sin embargo si realmente os gustan ese tipo de lecturas, o si os gustan los riesgos o tenéis simple curiosidad por la razón que sea El cielo es azul, la tierra blanca, es una novela que en mi opinión se disfruta una vez acabada y no durante su lectura, pudiendo ser un proceso largo -me llevó más tiempo leerlo del que me gustaría-. Pero es justo cuando has acabado con ella -y no antes- mientras vas dando vueltas a esto y lo otro, cuando te das cuenta de la verdadera belleza que se esconde detrás de sus páginas. Lenta, pausada, pero de una belleza palpable, que deja una huella dulce y amarga en la memoria, sin duda alguna es una novela altamente recomendable para todos aquellos que disfrutan con ese tipo de lecturas. Quizás un poco similar a la prosa de Kyoichi Katayama, pero tiene un regusto curioso al finalizarla, deja una huella más profunda, más perdurable que las demás. No se me ocurre otro modo mejor de describirla.
Tsukiko tiene 38 años y lleva una vida solitaria. Considera que no está dotada para el amor. Hasta que un día encuentra en una taberna a su viejo maestro de japonés. Entre ambos se establece un pacto tácito para compartir la soledad. Escogen la misma comida, buscan la compañía del otro y les cuesta separarse, aunque a veces intenten escapar el uno del otro: el maestro, en el recuerdo de la mujer que un día lo abandonó; Tsukiko, en un antiguo compañero de clase. Con una prosa sensual y despojada, Kawakami nos cuenta una historia de amor muy especial: el acercamiento sutil de dos amantes, con toda su íntima belleza, ternura y profundidad. Todo un descubrimiento literario.
Cuando leí esta novela me di cuenta de que no era como yo esperaba, por suerte para mí era mucho mejor. Nunca he visto una historia mejor sobre la soledad y el amor.
ResponderEliminarUn saludo.
A mi me gustaria leerla porque no le hago asco a la narrativa japonesa. A mi me gusta
ResponderEliminarMe gustan este tipo de historias. Y tengo muchas ganas de iniciarme con la novela japonesa :D
ResponderEliminarQue vengo: en realidad estoy muy de acuerdo con todo lo que dices. No sé que tienen los autores japoneses que describen los sentimientos de la mejor forma posible. Pero yo creo que aunque me ha gustado, y me ha dejado una señal muy curiosa, le pondré un pelín menos de puntuación.
ResponderEliminarEs cierto que Tsukiko es un personaje muy extraño. Pero aún así, creo que logré entenderla bastante bien. Algo que no me pasó con el maestro. ¡Qué hombre más extraño! Aún así y aunque la historia "de amor" se de al final, me gustó y me dejó un regustillo raro y bueno a la vez (ves, aún no tengo muy ordenadas las ideas). Aunque el personaje del compañero de Tsukiko (que no recuerdo el nombre) me gustó y añoré algo más de él.
En definitiva, un libro curioso y profundo, pero que no recomendaría a todo el mundo.
¡Besos!
Pd. ¡POR FIN HE PODIDO PASAR A COMENTARTE! :3