Saou Ichikawa - Joroba

viernes, 14 de noviembre de 2025



► Título original: ハンチバック
► Traducción: Andrés Barba Muñiz
► Año: 2023
► Edición:  Letras de Plata (2025)
► Páginas: 128


Recuerdo que hace unos meses salieron a flote en Twitter fragmentos de un reportaje sobre asistentes sexuales a personas con discapacidad que avivó, aunque fuera con la vehemente fugacidad que permiten las redes sociales, una conversación que sigue provocando entre la mayoría de la población unos niveles de vergüenza e incomodidad difíciles de reconocer. Sí, con mayor frecuencia de la que nos atreveríamos a admitir, sexo e invalidez son conceptos cuyo emparejamiento va asociado a lo grotesco. Imaginar a una persona dependiente teniendo relaciones íntimas es un escenario que preferimos mantener tras la puerta de una ignorancia feliz. En Joroba, su provocadora e inclasificable novela debut, Saou Ichikawa revienta esa puerta de una patada y nos ofrece una visión sin paliativos sobre cómo se vive el deseo en un cuerpo disidente que lucha por reivindicar su derecho al orgasmo.

Shaka, la protagonista de la novela, es una joven aquejada por una enfermedad degenerativa que ha atrofiado su sistema muscular. Confinada en una silla motorizada y obligada a respirar a través de un tubo que se obstruye constantemente de viscosa mucosidad, Shaka utiliza diversos pseudónimos para publicar en Internet oscuras fantasías eróticas, reportajes sobre locales de intercambio de parejas y tuits agresivamente polémicos en los que manifiesta, entre otras lindezas, su deseo de convertirse en prostituta de lujo. Sin embargo, la mayor ambición de Shaka es quedarse embarazada, si bien el sueño imposible de la maternidad está fuera de su alcance, al menos para tener la posibilidad de abortar como una mujer normal.

Así, entre agudas observaciones sobre feminidad, capacitismo e inaccesibilidad a ciertos espacios que se autoproclaman inclusivos, Saou Ichikawa redefine los límites de la funcionalidad con un amargo sentido del humor que alumbra zonas sobre las que a menudo apartamos deliberadamente la mirada. La protagonista de Joroba, que bien podría haberse nutrido de las experiencias personales de la autora, es una mujer inteligente, instruida y económicamente solvente que relata las miserias cotidianas de su enfermedad con una falta de escrúpulos que no por repetitiva resulta menos demoledora. Así, Joroba no es solo un diario pormenorizado de precarios protocolos higiénicos, sino un intento por reclamar, desde una dignidad mayúscula, la humanidad de un cuerpo que para el mundo es sencillamente monstruoso.

A pesar de su extrema brevedad, Joroba es un texto radicalmente transgresor, atípico y heterodoxo que no se deja encasillar con facilidad ni buenos modales y donde surgen emociones que solo se pueden expresar con onomatopeyas o un emoticono. A ratos metódica y lúcida, a ratos bastante pueril y superficial, pero siempre honesta, la novela de Ichikawa contiene afiladas reflexiones sobre el papel marginal que asignamos en la sociedad a las personas deformes, y de cómo esa discriminación engendra sentimientos de rechazo, soledad y abandono capaces de eclosionar en un desarraigo anestésico. En su punto más álgido, la protagonista de Joroba encuentra entre los trabajadores de la residencia donde recibe cuidados varias veces en semana un sujeto dispuesto a aceptar los términos y condiciones de un pacto tan insólito como perverso. Pero claro, ¿hasta qué punto estamos moralmente autorizados a vapulear los preceptos de un contrato consentido? ¿Nos hemos acostumbrado a mirar por encima del hombro a unos individuos cuya autonomía es el himno de un estado utópico? Haciendo gala de un clamoroso desinterés por resultar amable o decorosa, Joroba desafía las convenciones de la narrativa y nos obliga a mirar la cara más asimétrica de una sexualidad tabú.


«Cuanto más vivía, más se desmoronaba mi cuerpo hasta adoptar una forma cada vez más aberrante. No se desmoronaba hacia la muerte. Lo hacía más bien para vivir, se desmoronaba como testimonio de todo el tiempo que había resistido.»


★★★

László Krasznahorkai - Tango satánico

miércoles, 12 de noviembre de 2025



► Título original: Sátántangó
► Traducción: Adan Kovacsics
► Año: 1985
► Edición:  Acantilado (2017)
► Páginas: 304


Cuesta creer —bueno, puede que después de la concesión del Premio Nobel, no tanto— que Tango satánico sea la primera novela de László Krasznahorkai. Publicada por primera vez en 1985, la excepcional obra del escritor húngaro es una lectura completamente cautivadora, a medio camino entre el realismo y una sutil veta mística, que te enreda con sus frases kilométricas y sus cabriolas lingüísticas como las telarañas que cuelgan de la fonda donde transcurren algunos pasajes de la historia. Ambientada en una cooperativa agrícola abandonada tras la caída del régimen comunista, Tango satánico sigue a un grupo de vecinos que subsisten en la más absoluta miseria entre los escombros de un pueblo fantasma hasta que la llegada de Irimiás, al que daban por muerto tras su repentina desaparición, les infunde la ilusión necesaria para creer de nuevo en la posibilidad de reclamar un futuro libre de penurias.

A lomos de una prosa desbocada, de arquitectura laberíntica, Krasznahorkai nos traslada a un enclave rural donde sus habitantes viven embrujados por los ecos de un campanario derruido y los distintos miembros de la cooperativa se acechan mutuamente con el ahínco de los que no tienen otra cosa que hacer. En Tango satánico, las páginas están siempre manchadas de barro y empapadas por una lluvia incesante que ensombrece la atmósfera de una novela ya de por sí bastante tenebrosa. Solo el regreso del profeta Irimiás, personaje de carácter casi mesiánico, junto a su inseparable compañero Petrina, será capaz de romper el letargo de los que se han sumido en un sueño lujurioso y alcoholizado.

No obstante, el optimismo inicial tardará poco en ser arrastrado por la cristalina claridad de la inundación. Tras el vigoroso impulso provocado por el discurso exaltado de Irimiás, los ciudadanos de la cooperativa, embarcados en un proyecto de escasa proyección y sin el dinero que tanto esfuerzo les ha costado reunir, empezarán a vislumbrar las fallas en la lógica torticera de Irimiás justo cuando quizás sea demasiado tarde para tomar alguna otra medida que no sea el remordimiento. En ese sentido, Krasznahorkai, prestidigitador nato, nos enseña un fascinante truco de manos donde el idealismo ingenuo queda desnudo y ridiculizado al extremo por la afilada lucidez del escritor húngaro.

Por si la excelente calidad del estilo y la prodigiosa caracterización de los personajes no fueran méritos suficientes, Tango satánico constituye una hazaña estructural ejecutada con maestría en la que los seis primeros capítulos siguen un orden cronológico tradicional, mientras que los seis siguientes lo hacen de modo inverso, cerrando un círculo narrativo perfecto en el que László Krasznahorkai incluye demoledoras observaciones sobre la esperanza, la libertad y el ímpetu de vivir incluso en las más funestas circunstancias.

Reunidos para bailar al apocalíptico compás que va marcando Krasznahorkai, los personajes de Tango satánico se mueven en una sinfonía sincronizada de forma milimétrica que desprende insólitas y sorprendentes armonías. Desde el cojo y demacrado Futaki hasta la voluptuosa señora Schmidt, pasando por el fornido granjero Kerekes, el revisor Kelemen, la viuda Horgos —matriarca de una familia caída en desgracia—, la señora Halics, poseída por un entusiasta fundamentalismo religioso, o el doctor del pueblo, entregado a una impertérrita y diligente vigilancia desde su puesto de observación, todos y cada uno de ellos caen víctimas de la autocomplacencia y el engaño, atrapados en un coro infernal donde el escapismo es un goce salvaje que solo los condenados a muerte se pueden permitir. Monumental, escarpada y, a pesar de su relativa brevedad, por momentos inabarcable, Tango satánico es una obra de una grandeza delirante y una resonancia emocional sencillamente sobrecogedora que trata de averiguar si el destino es accidental o una consecuencia directa de nuestros actos de omisión. Krasznahorkai elabora un complejo estudio de la resiliencia ideológica en un contexto que otorga a lo cotidiano una extraña cualidad mitológica y nos permite danzar, cual almas malditas en tormento eterno, al son de una canción infinita.


«Todo funciona de manera vacua e irracional, por la fuerza de una interdependencia y de una oscilación salvaje y atemporal, y sólo nuestra imaginación, y no nuestros sentidos condenados eternamente al fracaso, nos incita a creer en todo momento que podemos liberarnos de las zanjas de la miseria.»


★★★

Robert Plunket - Los papeles de Harding

lunes, 10 de noviembre de 2025



► Título original: My Search for Warren Harding
► Traducción: Regina López Muñoz
► Año: 1983
► Edición:  Impedimenta (2025)
► Páginas: 336


Breve pero accidentado, el mandato del republicano Warren G. Harding fue un período de la democracia estadounidense marcado por varios escándalos de corrupción y una tumultuosa vida sentimental cuya versión biografiada se convirtió en un bestseller distribuido de puerta en puerta de forma clandestina. Publicada por primera vez en 1983, Los papeles de Harding, del norteamericano Robert Plunket (Greenville 1945), se adentra de lleno en este infame capítulo de la historia yankee para regalarnos una novela inclasificable, a medio camino entre la comedia de enredo y el reportaje periodístico, sobre un aspirante a escritor que investiga el paradero de la amante de Harding con el objetivo de conseguir el testimonio definitivo del romance más jugoso del siglo.

Así, tras tirar de contactos en el corazón de la industria cinematográfica a través de su amiga Eve Biersdorf, el joven académico Elliot Weiner se instala en la decadente mansión de Rebekah Kinney con la esperanza de engatusar a la vieja y echarle el guante a la colección de fotografías, cartas eróticas y demás memorabilia que documentarían su apasionado idilio con el presidente Harding, así como la existencia de una hija no reconocida, Jonica, cuyas colosales dimensiones físicas y particular sentido de la moda constituyen una fuente inagotable de chascarrillos más bien deplorables por parte de Weiner.

Y es que el personaje central de la novela de Plunket, arquetipo del egocentrismo patoso y la ambición sin escrúpulos, supone el encanto más deliciosamente repulsivo de una novela delirante que sorprende en su absoluto desprecio por la cortesía y las normas del decoro. Elliot Weiner es un protagonista patético, obsesivo y movido por un arribismo supino que no dudará en recurrir a las artimañas más rocambolescas —aunque implique ligarse a individuos que parecen descartes de First Dates— para tratar de lograr un objetivo que se le escurre de las manos de formas absolutamente hilarantes.

Sulfúrica, trepidante y ofensiva a unos niveles que te obligan de vez en cuando echarte las manos a la cabeza, Los papeles de Harding es una histriónica comedia anclada profundamente en el esplendor de la era dorada de Hollywood que, en la novela de Plunket, muestra su cara más vacua y decrépita. Viejas glorias de la pantalla, aspirantes a rutilante estrella y actrices de éxito reconvertidas en locutoras del cotilleo más miserable se dan cita en una obra heterodoxa y muy divertida que, desde la más fehaciente falta de censura, nos recuerda lo refrescante y aliviador que puede llegar a ser indignarse por las patochadas irreverentes de un personaje ficticio.

Alternando una fascinante reconstrucción historiográfica de la vida de Warren Harding —que, francamente, ojalá hubiera ocupado más espacio en la novela— con las andanzas de Elliot Weiner recorriendo yates de lujo, fiestas estrepitosas, salas de urgencias y los antros más nauseabundos de la costa oeste estadounidense, Los papeles de Harding entreteje una historia de amor y estupor que parece una competición a contrarreloj por ver cuál de sus participantes da más vergüenza ajena. Crónica del declive de la sociedad norteamericana y manifestación de su hipocresía moral, Los papeles de Harding puede leerse también como una aproximación insinuante a los vericuetos del deseo homosexual, más sugerente que explícita, donde la atracción descarrila poco después de ponerse en marcha. Con un desarrollo imprevisible y un final sencillamente descacharrante, la novela más emblemática de Robert Plunket supone una interesante reivindicación del desenfreno narrativo más corrosivo, una apología del trasnocheo etílico y la incorreción política capaz de dejarte, como quien se despierta junto a un desconocido tras una buena juerga, totalmente traspuesto.


«Su mujer y su amante fueron su presidencia. Ellas la crearon, ellas le dieron forma, ellas le otorgaron su textura y su dimensión. Y ellas le pusieron fin.»


★★★

Anita Brookner - Hotel du Lac

sábado, 8 de noviembre de 2025



► Título original: Hotel du Lac
► Traducción: Catalina Martínez Muñoz
► Año: 1984
► Edición:  Libros del Asteroide (2025)
► Páginas: 200


Ganadora del Premio Booker en 1984, la novela más emblemática de Anita Brookner (Londres, 1928) es un canto a la actitud contemplativa que demuestra no ser necesario un aluvión de giros argumentales ni un ritmo frenético para elaborar una historia absolutamente emocionante y cautivadora. Y es que la vida, por mal que nos pese, se compone en su mayoría de momentos intrascendentes y personajes que se cruzan en nuestro camino sin dejar el más mínimo rastro. Sin embargo, la banalidad no siempre implica irrelevancia y no hay combustible más útil para la imaginación que una fachada de inutilidad. Gracias a su talento desbordante para convertir lo superfluo en un auténtico manantial de sustrato narrativo, Anita Brookner nos regala en Hotel du Lac una fantástica novela sobre el encanto de lo cotidiano cuya falta de grandiosidad se convierte, paradójicamente, en un signo inconfundible de grandeza.

La protagonista de Hotel du Lac es una escritora de novelas románticas que aterriza en esta encantadora pensión suiza a modo de exilio forzado después de protagonizar un escandaloso episodio en su Inglaterra natal. Edith Hope, cuyo mayor pecado es haberse salido momentáneamente de su personaje, se refugia en la escritura de su próxima obra mientras se convierte en observadora infatigable de un pintoresco grupo de huéspedes. Hope, víctima de la curiosidad y una incansable deformación profesional, fantasea sobre las dinámicas que rigen entre sus improvisados compañeros de residencia —en su mayoría mujeres— a medida que comienza a sufrir el tirón de la gravedad hacia el núcleo de sus existencias tan trágicas como carentes de esperanza.

Entre los personajes más extravagantes del hotel encontraremos a Iris Pusey, una dama ricachona que dilapida la fortuna de su difunto marido como método de procesar el duelo y que junto a su anodina hija Jennifer forma un dúo de marujas entrometidas dispuestas siempre a monopolizar la conversación. Su rival más enconada es Monica, una mujer de mediana edad que sufre un trastorno alimenticio y va acompañada a todas horas por su escandaloso perro Kiki, mientras que complementa el reparto madame de Bonneuil, una anciana aparcada en el hotel como si fuera un trasto viejo porque la mujer de su hijo no soporta la idea de convivir con ella.

Así, Edith, que firma sus novelas como Vanessa Wilde en honor a su escritora de referencia, poco a poco se convertirá en la confidente de los inquilinos del Hotel du Lac mientras trata de ordenar los pedazos de una vida amorosa que se desmorona entre sus dedos porque, quién lo diría, manejar los asuntos de otros no te hace un entendido en los tuyos. Sí, en las novelas de Anita Brookner, la ficción no parece una herramienta para descodificar mejor la realidad, sino un mecanismo para evadirla, y es esa tensión entre nuestra capacidad para fabular vidas ajenas y nuestra imprecisión a la hora de hacerlo con rigor donde reside uno de los encantos más llamativos de Hotel du Lac.

En las delicadas y elegantes manos de Anita Brookner, el Hotel du Lac aparece como un personaje más de la novela, un espacio crepuscular y anacrónico donde acuden, en las postrimerías del verano, no viajeros que vienen a hacer turismo fuera de temporada, sino almas perdidas en busca de reconocimiento. La estancia en el hotel se presenta para Edith como la última oportunidad de reconducir su vida, anclada en un dilema de difícil resolución: entregarse a una plácida farsa junto a un hombre que le promete estabilidad y libertad creativa o conformarse con las migajas de un romance tan apasionado como insatisfactorio. Entrañable, luminosa, de corte minimalista, pero plagada de brillantes reflexiones, Hotel du Lac constituye una lectura pausada e introspectiva donde poder sentir entre un puñado de extraños la más reconfortante familiaridad.


«Mentía bien, sin pretensiones: a veces pensaba que el tiempo que pasaba urdiendo las tramas de sus novelas había sido una preparación para esto, su aventura final, su fantasía hecha realidad.»


★★★

Brandon Taylor - Los últimos americanos

jueves, 6 de noviembre de 2025



► Título original: The Late Americans
► Traducción: Juan Nadalini
► Año: 2023
► Edición:  Chai Editora (2025)
► Páginas: 304


Ser joven y estar desorientado siempre han sido dos caras de la misma moneda. Sin embargo, existe la sospecha —no sé si más bien la certeza— de que en los tiempos actuales, donde las condiciones laborales, sociales y sentimentales se inclinan cada vez más hacia una precariedad galopante, labrarse un futuro prometedor está adquiriendo el cariz de una inalcanzable quimera. En su última novela traducida, el escritor norteamericano Brandon Taylor (Prattville, 1989) se hace eco de esta circunstancia para construir un retrato tan honesto como deprimente en el que un grupo de universitarios, profesores y estudiantes de posgrado entrecruzan sus vidas en una amalgama de deseo, excitación, sueños truncados y esperanzas frustradas.

Los últimos americanos está configurado por nueve relatos interconectados que, al más puro estilo Olive Kitteridge, nos ofrecen perspectivas complementarias sobre cómo se desenvuelve la vida en la ciudad de Iowa donde transitan los personajes de la novela. Seamus es alumno de un taller de escritura creativa que encuentra cada vez más ridícula la idea de exponer sus poemas en clase. En un ambiente manifiestamente hostil donde se analiza con severidad la producción literaria más íntima, Seamus se pregunta hasta qué punto tiene sentido la crítica cultural y si la experiencia personal debería ser un sustrato adecuado para encontrar inspiración.

Por otra parte, Fyodor y Timo son una pareja que vive instalada en un conflicto continuo, siendo el trabajo de Fyodor en la industria cárnica el tema favorito de discusión. Incapaz de entender su participación en un sistema que avala y perpetúa la crueldad animal, Timo pondera la viabilidad de una relación aparentemente condenada al fracaso mientras Fyodor lidia con las inesperadas reminiscencias de su pasado familiar. Ivan y Goran, en cambio, hallan en sus respectivos antecedentes económicos la medida de una distancia insalvable. Ivan, de clase media estadounidense, tuvo que renunciar a su prometedora carrera como bailarín de ballet por una lesión después de ver cómo desaparecían los ahorros de sus padres. Goran, sin embargo, es heredero de una gran fortuna que le ha permitido cultivar sus inquietudes artísticas e intelectuales sin ninguna complicación. Por eso, cuando descubre que su novio se ha abierto un perfil en una plataforma de contenido para adultos con el objetivo de financiar sus estudios, Goran se asomará a los retorcidos entresijos de la conciencia de clase.

A este elenco de personajes se unen una plétora de figurantes que, con más o menos peso, con más o menos acierto, suponen el contrapunto que nos permite vislumbrar distintas facetas de los protagonistas, enmarañados en una compleja red repleta de nexos y nudos, algunos de ellos tan sorprendentes como violentos. En última instancia, Los últimos americanos no es una gran novela de personajes ni una historia particularmente cautivadora, sino más bien un fresco impresionista que captura y diría, incluso, caricaturiza ciertas características de una generación abandonada cuyo combustible es el sexo a discreción, la irritabilidad, la tendencia a incomunicarse y las dificultades para alcanzar el compromiso.

Sin duda, el estilo corrosivo y audaz de Brandon Taylor es el aspecto que más me ha gustado de una obra con un inicio altamente prometedor, pero cuyo mensaje queda diluido en un desarrollo demasiado disperso, como si pretendiera tocar muchos palos y no acabase decantándose por ninguno. A pesar de su manifiesta deriva argumental, Los últimos americanos es una interesante y muy oportuna meditación sobre clase, su acuciante predominio sobre el talento, la sencillez con la que exponemos nuestras partes más vulnerables y las veleidades autocomplacientes del ámbito académico, bastión de intelectuales que pretenden explicar el sentido de un mundo que aspiran a comprender, pero del que a menudo se encuentran totalmente alejados.


«A estos poetas les habría resultado más fácil aceptar que a veces mentían, que a veces se equivocaban y que a veces la verdad cambiaba en su interior durante el proceso de escritura. Que a veces los traumas reconfiguraban el vínculo con la verdad pero también con el propio sistema discursivo. Pero no, seguían tanteando. Aventurando sus pésimas ideas y tirando nombres con la esperanza de que alguien les dijera que eran inteligentes, que les dijera que eran brillantes, que eran agudos, radicales, poetas, pensadores, mentes preclaras, aunque no fueran más que unos niños.»


★★

 
Generación Reader © 2012