► Título original: Our Lady of Pain
► Traducción: Nacho del Arco Bonet
► Año: 1974
► Edición: Pánico Books (2025)
► Páginas: 272
Pulso agitado, respiración entrecortada, sudores fríos. El miedo desencadena reacciones físicas tan viscerales como estimulantes, y es por eso que acudimos a sus templos a recibir el sacramento de un buen susto. Sin duda, acometer un proyecto editorial puede ser de las experiencias más terroríficas, inciertas y a la vez excitantes que se pueden llevar a cabo hoy día, y es por eso que el nacimiento de un nuevo sello siempre es una noticia digna de celebrar. Desde hoy, el horror goza de más estancias: Pánico Books inicia su —espero, muy longeva— andadura con la recuperación de Nuestra Señora del Dolor, obra del escritor británico John Blackburn (Northumberland, 1923) que está entre sus títulos más aclamados y que viene a renovar el gusto por el terror clásico, el de atmósfera atosigante, raigambre gótica y sensación permanente de amenaza acechando a la vuelta de cada esquina.
Nuestra Señora del Dolor sigue los pasos de Harry Clay, un periodista especializado en sucesos que, tras un sonoro descalabro profesional, se ve obligado a cubrir el estreno de una representación teatral encabezada por la infame Susan Vallance, actriz caracterizada por una personalidad intratable cuya última función supuso un estrepitoso fracaso. Al mismo tiempo, Clay investigará las extrañas circunstancias de un robo de joyas antiguas cuyos perpetradores, conocidos habituales del hampa local, están muriendo uno tras otro de manera tan escalofriante como inexplicable.
Con la ayuda de la psiquiatra Miriam Stanford, Clay emprenderá un frenético recorrido por los bajos fondos del Londres de los 70 que tiene mucho de thriller parapsicológico y que mezcla, con bastante atino, una sugerente estética noir, referencias a la orwelliana «Habitación 101» y una trama entre periodística y policíaca marcada por un ritmo absolutamente cinematográfico, como si la novela hubiese sido concebida con una adaptación a la gran pantalla en mente. John Blackburn se nutre del mito engendrado por la figura de Erzsébet Báthory, famosa por su sangriento y macabro historial de crímenes, para elaborar una novela tensa hasta el final, absorbente y malrollera que nos ofrece una interpretación sórdida de esta personalidad no tan conocida, aunque originaria, en realidad, del vampirismo primigenio.
John Blackburn envuelve el entramado narrativo de la novela en un velo de misterio que no termina de encajar hasta las últimas páginas, pero cuando lo hace, evidencia una habilidad más que solvente para articular las distintas líneas que la obra despliega. Lo que parece un golpe chapucero efectuado por ladrones de poca monta se convierte, gracias al infatigable escrutinio de Harry Clay —ejecutado a través de métodos poco ortodoxos—, en una ominosa madeja de tintes sobrenaturales donde todos los involucrados ejercen como peones de un plan ulterior: un ritual demoníaco que pretende sacar a escena el espíritu vengativo de la atroz Erzsébeth Báthory como truco final de un espectáculo en el que posar la mirada supone una pena capital.
Con pericia, instinto novelesco y un trazo sucinto pero eficaz para la descripción de personajes, John Blackburn nos regala una historia repleta de acción, intriga y giros argumentales que te mantiene constantemente maquinando hipótesis sobre aquello que sucede entre bambalinas. En Nuestra Señora del Dolor, Blackburn congrega a un editor chantajista y sin escrúpulos, un cirujano conocido por desfigurar voluntariamente a sus pacientes y una estirpe de aristócratas depositarios de un secreto ancestral para reflexionar sobre la malignidad del ser humano, la raíz de nuestros miedos más profundos y la relación ambigua entre intérprete y personaje, de cuya apasionante fricción, a veces rayana en la locura, nacen tanto los genios más monstruosos como los monstruos más geniales.
«Y oyó un grito. Pero no era el grito de una mujer, tampoco el alarido de ningún ser humano. El sonido que oyó Harry era de otro mundo, porque la criatura que lo había expelido venía del infierno y estaba a punto de regresar a él.»
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