Garth Greenwell - Lluvia pequeña

martes, 9 de septiembre de 2025



► Título original: Small Rain
► Traducción: Antonia Martín
► Año: 2024
► Edición:  Random House (2025)
► Páginas: 296


Puede que la pandemia no nos haya hecho mejores personas, pero definitivamente nos ha hecho novelistas más curtidos. Prueba de ello es Lluvia pequeña, el último trabajo del escritor norteamericano Garth Greenwell (Louisville, 1978), autor de obras tan memorables como Lo que te pertenece (2016) o Pureza (2020). Ambientada en los albores de la crisis mundial provocada por la COVID-19, Lluvia pequeña nos habla de un hombre de mediana edad, poeta y profesor de literatura, que acaba ingresado en la UCI tras sufrir indescriptibles dolores en el abdomen. Su periplo por el abarrotado y caótico sistema sanitario estadounidense, poblado por enfermos desatendidos y trabajadores saturados tanto a nivel profesional como personal, nos lleva de la mano por escenarios dantescos que parecen sacados del mismísimo infierno. Y aún así, en medio de la incertidumbre y el más absoluto desamparo, postrado en una cama y obligado a guardar un solitario confinamiento, el protagonista de Lluvia pequeña aprovecha el estado de suspensión total de su vida para hilar reflexiones de una arrebatadora belleza.

Como si fuera un náufrago a punto de ahogarse, el protagonista de Lluvia pequeña bracea a su alrededor desesperado por establecer una conexión, una sombra de vínculo que lo mantenga a flote. Diseñado para deshumanizar y mantener las distancias, el ecosistema hospitalario parece el mejor lugar para explicar por qué las personas anhelamos las relaciones y por qué fue tan trágico que la pandemia nos arrebatara nuestra capacidad para crearlas. En ese sentido, la novela abunda en prolijas descripciones de instrumental quirúrgico y procedimientos médicos que a veces resultan monótonos y carentes de sentido narrativo. No obstante, la historia no se siente impersonal ni lejana en ningún momento. Lo que parecen conversaciones aparentemente inofensivas con la enfermera de turno o con la especialista encargada del caso, son el combustible que instiga el fuero interno de nuestro anónimo protagonista, empujándolo a meditaciones espectaculares sobre el poder de la música, la literatura y, en especial, la poesía, para sacarnos de nuestro ensimismado individualismo, para encontrar el sobrecogimiento en la certeza de lo cotidiano.

No es Lluvia pequeña una novela romántica, pero sí es una novela que habla mucho sobre el amor. El amor en los tiempos del covid, dominados por la ley, no del deseo, sino del distanciamiento físico. Marcado por una infancia en un hogar sin afecto, un hogar en el que su padre imponía su violencia y cuyos miembros acabaron desperdigados como un frasco de canicas que estalla contra el suelo, el protagonista de Lluvia pequeña analiza a través de pequeñas anécdotas y episodios cruciales su relación con L., el hombre del que está profundamente enamorado, pero del que también duda si es por convicción o por resignación. Cualquiera que haya leído anteriormente a Garthwell coincidirá en que es en el terreno de los amores ponzoñosos el paisaje donde el escritor se desenvuelve con mayor gracilidad. Mucho menos sombrío y decadente que en sus novelas previas, Garthwell parece llegar a la conclusión en Lluvia pequeña de que, si hay cura alguna para la época de agitación política, desinformación, irracionalidad y expectativas truncadas en la que vivimos, es sin duda el amor lo que ha de salvarnos.

Narrada de forma torrencial, sin apenas pausas, y decorada con un estilo absolutamente virtuoso, Lluvia pequeña constituye una estupenda indagación en las consecuencias de un evento generacional tan traumático como lo fue la pandemia, pero del que pudimos salir, si no airosos, cien por cien determinados a vivir de otra manera. A mirar de otra manera. Y es la mirada tierna, sensible y profundamente conmovedora de Garth Greenwell, más radiante pero también menos demoledora que en sus primeros trabajos, la característica más destacable de una historia con sabor a extraordinaria pero que, en realidad, no puede ser más corriente, más mundana. No podría, aunque quisiera, estar más cerca de cada uno de nosotros. 


«[...] si cada vida humana reclama algo al mundo, recursos, posibilidades, consideración, amor, algo que es legítimamente infinito, si cada una de las millones de vidas humanas posee tanto valor, entonces desde luego no soportaremos vivir en ese reino, con la plena conciencia de todo ese valor.»


★★★☆

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