Una despedida

miércoles, 13 de diciembre de 2023


Corría el año 2011. Un terremoto de grado 9.1 había provocado en la central de Fukushima uno de los accidentes nucleares más devastadores de la historia, Tik Tok no era una aplicación para móviles sino un macrohit de Kesha y cuando le preguntabas a alguien por VOX lo único que le venía a la mente era un diccionario escolar. El 9 de abril de ese mismo año se publicó en este blog la reseña de Por los pelos, una divertidísima y desenfadada novela chick-lit de Marian Keyes que significó mi estreno en esta plataforma como «influencer» literario y con la que pretendía disimular ante todo el mundo mi transformación paulatina en el Grinch de la blogosfera.

Aun a riesgo de sonar a cliché, la pura y llana verdad es que nunca imaginé la parte tan importante de mi vida que acabaría ocupando esta afición y mucho menos este espacio en particular. Generación Reader supuso para mí, primero una mera distracción que irradiaba el eufórico brillo de la novedad, y más tarde un auténtico revulsivo, incluso un motor. Al igual que Roy Batty, yo he visto aquí «cosas que vosotros no creeríais». Y no, no me estoy refiriendo a naves de ataque en llamas más allá del hombro de Orión, pero sí a numerosos delirios colectivos como el Summerthon, los rankings de final de año, los «Wrap Up» de Esme Butterfly o los «IMM» dominicales de Beleth. Sí, la blogosfera era un fascinante ecosistema que poseía lenguaje propio e incluso me atrevería a decir que su propio código. Como cualquier civilización que se ha erigido en el transcurso de la historia, tenía sus mitos, sus dioses, sus gestas, sus guerras y también, cómo no, su inevitable caída.

La literatura romántica y juvenil distópica eran los dos grandes estandartes de este movimiento que continúa hoy a través de otros medios, no ya con los mismos integrantes, pero sí desde luego con la misma fuerza. Hay quienes se han adaptado, evolucionado a la par que el mercado y sus caprichosos designios. Otros, entre los que me incluyo, se resisten todavía a cambiar caracteres por reels de Instagram. Tampoco, a decir verdad, he comulgado jamás con la insoportable sensiblería de las despedidas. Nunca he sentido el imperativo, a pesar de las sequías creativas cada vez más frecuentes y prolongadas, de justificar mis ausencias, ni de auditar mis lecturas, ni de rendir cuentas ante la audiencia, ni de pedir disculpas por algo tan innecesario de explicar como que, sencillamente, la vida se abre paso o, a veces, detiene el paso.

Despedirse, sin embargo, parece en este caso la única conclusión lógica, ahora que prima la inmediatez a la hora de comunicar y que el nivel de popularidad de los blogs, al menos en el formato que yo conocí y en el que me desenvuelvo con naturalidad, no podría calificarse con otro adjetivo que el de terminal. Quizá deba recoger las maletas, unirme a la fila de añorados compañeros que desistieron de sus respectivos puestos y asumir, con toda la desolación que eso conlleva, que esta altruista vocación no soporta ya el peso de las obligaciones adultas.

Pero no, lo siento, la verdad es que no puedo aceptarlo. Esto no es una despedida. No es un adiós... ya he dicho que no es mi estilo. Esto es mi testamento. Es la declaración firme de mi voluntad de quedarme. Es el homenaje a ese chico de 18 años que descubrió aquí una sensación de pertenencia y comunidad que desde entonces, quién lo diría, no ha encontrado réplica en el mundo real. Voy a seguir leyendo, me temo, y voy a seguir plasmando en este lugar virtual la impronta que cada lectura me deje o que en absoluto deje. Llegue a quien llegue, lo lejos que llegue, me cueste el tiempo y los recursos que me cueste. Participar en este blog me permitió crecer, expandirme, salir de mi zona de confort. Conocer y conocerme. Me hizo cambiar Montena por Anagrama y Memorias de Idhún por Memorias de una geisha. Pasé de los Juegos del Hambre a devorar Galletas chinas. Dinamité todos mis prejuicios. Fabriqué mi propio Barbenheimer alternando a Jane Austen con Thomas Pynchon. Me volví adicto a los contrastes y acabé convirtiéndome en una Marie Kondo con «tsundoku». Y es por esas razones, entre muchas otras, que no puedo traicionarme a mí mismo y dejar que este sitio ni los miles de recuerdos ligados a él se pierdan en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.

Si no es la primera vez que visitas este rincón, gracias por estar siempre ahí, Lector Constante. Y si acabas de llegar, te doy la más cálida bienvenida. Nos queda mucho que contarnos.


«A mí la literatura me ha servido básicamente para leer. En el momento en que decido que voy a ser escritor, me pongo a leer. Y gracias a la literatura he podido leer libros maravillosos, increíbles, como encontrar tesoros. Y en mi vida, que ha sido más bien nómade y de una pobreza extrema en ocasiones, el leer ha contrapesado esa pobreza y ha sido mi soberanía y ha sido mi elegancia. Podía estar en cualquier situación y si leía a Horacio, por ejemplo, el dandy, el que estaba viviendo por encima de sus posibilidades era yo, siempre. La literatura a mí me ha producido riqueza, es riqueza.»
-Roberto Bolaño


2 comentarios :

  1. De vez en cuando iba visitando la página para ver si actualizabas algo, y honestamente creía que ya te habrías cansado de aportar en este blog, porque quizá ya no llega a tanta gente o, por como dices, la vida de adulto impera y las prioridades cambian. Pero me alegro mucho de que sigas aportando, porque la publicación de las novedades de cada mes y las reseñas que hacías (tanto como los retos lectores), al menos a mí, me interesan :)

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    1. Muchísimas gracias por tus palabras y por tu apoyo! Aquí seguiremos :D

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