#133. Ben Brooks - Hurra
¿Alguien más ha sentido la irresistible necesidad de empapelar las paredes y tapizar los sofás de su casa con esas portadas que se marca Blackie Books? Porque yo sí. Consideraciones estéticas aparte, la última novela del escritor británico se yergue en mitad del escenario editorial de nuestro país como una intempestiva vorágine de teatralidad adolescente. Nunca había leído nada de Ben Brooks antes de Hurra y lo cierto es que no sabía muy bien a qué atenerme. Sin embargo, pocas páginas pasan cuando uno se da cuenta de que lo más sensato cuando se trata de Brooks es hacer como los protagonistas de esta novela: no atenerse absolutamente a nada y disfrutar del viaje. Dicho esto, Hurra se podría calificar como el desolador y deprimente lamento de un joven por la trágica muerte de su hermana. Un grito narcotizado y sin rumbo fijo que se alza desde el corazón de los suburbios ingleses para reventarnos los tímpanos poco a poco.
A lo largo de los años, Ben Brooks parece haberse especializado en canalizar un tipo muy específico de voz narrativa: la de los tristes jóvenes desorientados y sin propósito específico que entrecortan su visión del mundo dominada por las tecnologías y los mass media con improbables pero demoledoras reflexiones sobre cosas tan anodinas como la vida, la muerte, la amistad y el trabajo u otras más cruciales como quién se folla a quién o en qué casa es la fiesta de esta noche —al más puro estilo Skins—. Pues bien, Hurra no es sino el epítome de lo anterior. Así, en la última obra de Brooks, el cáncer es descrito como «el único tema importante que queda» y se dice que el asesinato está mal porque «significa que has impedido que alguien vea la nueva temporada de Juego de tronos». Sí, es afectado. Sí, es pueril. Pero funciona. Ben Brooks tiene un estilo personalísimo que, o bien adoras, o bien te saca de quicio (cuando no ambas cosas), pero lo cierto es que la mayor parte del tiempo encuentras verdad y autenticidad sangrantes entre sus páginas. Así que no dudéis. Id a por él.
★★★
#134. Denis Johnson - El nombre del mundo
Lejos de atreverme aún con sus obras capitales, como son Hijo de Jesús o Árbol de humo, sigo rondando la obra literaria de Denis Johnson a través de caminos menores. Aunque Sueños de trenes me gustó mucho, no puedo decir lo mismo de El nombre del mundo, novela breve pero intensa que recoge tanto algunos de los pasajes más ridículamente absurdos que he leído en lo que va de año como interesantes y profundas reflexiones sobre el proceso de duelo y la pérdida de propósito vital. Dicho en otras palabras, en este libro Denis Johnson es capaz de lo mejor y de lo peor. Lo mejor: la premisa, que nos mete en la piel de un profesor universitario que trata de superar el fallecimiento de su mujer y su hija en un accidente de tráfico; el estilo, acoplado casi siempre de manera perfecta al discurso intelectual y meditativo del protagonista; el final, bastante acertado y coherente con la clásica estructura del monomito donde el objetivo a alcanzar es una completa y purificadora renovación interior.
Lo peor: la inconsistencia de la trama, un interminable soliloquio sin ningún tipo de subdivisión temática que salta de un sitio a otro con la optimista pretensión de que el lector no pierda el hilo en ningún momento; y, por otra parte, los desvaríos lynchianos que de vez en cuando salpican la narración, una serie de esperpénticos acontecimientos de carácter experimental que involucran diálogos disparatados, fantasías sexuales dignas de peritaje psicológico y una performance conceptual en la que una estudiante se depila el coño ante decenas de atentos espectadores. Vamos, que no hay por dónde coger muy bien este libro a menos que yo me haya perdido algo de una relevancia crucial. En cualquier caso, seguiré probando otras novelas del autor con la firme esperanza de que El nombre del mundo sea una anecdótica excepción y no una muestra representativa de lo que me va a seguir ofreciendo Denis Johnson en el futuro.
★★½
#135. Nathan Ballingrud - Ecce Monstrum: un bestiario contemporáneo
Con el nuevo libro de Fata Libelli regresan a nuestras estanterías virtuales toda clase de engendros y criaturas mitológicas bajo una nueva y aterradora forma: la humana. Zombis, vampiros, fantasmas, ángeles, hombres lobo... olvida cualquier conocimiento ya aprehendido sobre estas especies sobrenaturales porque la cruda realidad es que nos han tenido engañados durante mucho tiempo. Nathan Ballingrud, escritor galardonado con el Shirley Jackson Award por su North American Lake Monsters —de la que provienen los relatos de esta colección—, sabe que los peores monstruos son los que llevamos dentro, aquellos que inspirar terror, no por su aspecto, sino por su procedencia. Así, encontramos en los cuentos de Ecce Monstrum personajes que de la noche a la mañana se ven inmersos en situaciones de lo más espeluznante y no son capaces de averiguar cuál es la reacción apropiada, cuál la solución que les haga conservar su preciada normalidad.
Las ideas que engendran estos relatos seleccionados son siempre subversivas, retorcidas y estimulantes, no así su ejecución en todos los casos. A pesar de ello, la calidad media del conjunto me ha parecido notable y un par de cuentos son sencillamente espectaculares: El buen marido, que narra el macabro declive de un matrimonio después que la mujer haya intentado suicidarse en varias ocasiones, y Estación de paso, donde un indigente se despierta con un extraño agujero en el pecho que conduce a otros paisajes reconocibles. Lo mejor del libro es lo placentero que resulta sumergirse en cada pieza, lo bien que desarrolla Ballingrud la tensión narrativa y el estilo, entre desesperado y melancólico, que impregna la voz de los personajes con esa característica nota de pavor producida por la no comprensión de todo cuanto sucede ante sus ojos.
★★★½
#136. Lola López Mondéjar - Cada noche, cada noche
«Mi madre se llamaba Dolores Haze, pero ustedes, de conocerla, seguro que la conocerán por Lolita». Con una premisa tan demoledora como la que propone Lola López Mondéjar es imposible que este libro no cayese en mis manos. De todos es sabido que Lolita es una de mis novelas favoritas, y si bien me acerqué a esta obra con un buen puñado de recelos, la escritora murciana ha sabido disiparlos todos combinando con acierto el relato de esta hija ficticia con una suerte de ensayo novelístico sobre la célebre nínfula de Nabokov y su desafortunada repercusión en la cultura popular. La protagonista de Cada noche, cada noche es Dolores Schiller, una mujer que en el transcurso de su vida ha descubierto ser la hija perdida de Dolores Haze a través de unos diarios que recibió siendo joven. Ahora, víctima de un agresivo cáncer, Dolores está dispuesta a revelar la verdad sobre su madre mientras espera recurrir al suicidio asistido en una clínica suiza.
Así, a través de tres perspectivas diferentes (Dolores en la actualidad, Dolores de joven y fragmentos del diario en el que Lolita plasmaba la desgarradora desaparición de su inocencia infantil), Lola López Mondéjar va construyendo un relato ambicioso, inteligente y emocionalmente complejo que reflexiona entre otras cosas sobre la culpa, el sexo y la creatividad literaria en un tono abiertamente beligerante. Imitando el lenguaje capcioso y sensual de la novela original, Cada noche, cada noche rinde un estupendo tributo al texto de Nabokov al tiempo que trata de derrumbar conceptos erróneos o malinterpretados sobre la obra maestra del escritor ruso con la vehemencia propia del ardor juvenil. Sin duda, Cada noche, cada noche constituye un complemento provocador e interesante que muy probablemente encantará a los fieles admiradores de Lolita.
★★★½
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