► Título original: 채식주의자
► Traducción al inglés: Deborah Smith
► Año de publicación: 2007
► Editorial: Hogarth
► Páginas: 192
► Comprar: Book Depository
Muchas veces los seres humanos tomamos decisiones sin tener en cuenta las consecuencias. Sin calibrar bien los riesgos, la letra pequeña. Movidos por las razones más peregrinas, incapaces de concebir el auténtico alcance de lo que podía suceder si se tuerce un solo epígrafe de nuestro perfecto plan. Sin embargo, más que una negligencia, este comportamiento irresponsable no es sino el resultado de luchar en desventaja contra las leyes de la probabilidad. La vida es un experimento aleatorio en el que no se pueden considerar las infinitas bifurcaciones que un único acto trae consigo. Pero aún así lo intentamos. Jugamos las cartas. Tiramos los dados. Damos alas a la mariposa y rezamos para que no se convierta en tornado.
No obstante, Yeong-hye no tiene la suerte de su lado. Cuando le comunica a su marido la repentina determinación de no comer carne ni ningún otro producto de procedencia animal, sus nuevos hábitos alimenticios son interpretados como un acto de infantil y absurda rebeldía. Algo que en apariencia no reviste mayor importancia va adquiriendo tintes revolucionarios a medida que el entorno de Yeong-hye trata de convencerla —o incluso forzarla— para que abandone su recién inaugurado vegetarianismo. Nadie hace el menor esfuerzo por comprender, respaldar ni respetar los deseos de Yeong-hye, quizá porque una mujer dispuesta a llevar las riendas de su vida es una idea demasiado incómoda y amenazante como para tolerar su propagación. ¿O acaso esta inusual abstinencia cárnica es solo el síntoma visible de algo mucho más profundo y preocupante? ¿Puede una elección aparentemente inocua desembocar en la más absoluta y degenerada demencia?
Before my wife turned vegetarian, I’d always thought of her as completely unremarkable in every way. To be frank, the first time I met her I wasn’t even attracted to her.
Como se puede comprobar, la novela ganadora del Man Booker International 2016 pone jugosas y muy interesantes cuestiones —literalmente— sobre la mesa. The Vegetarian constituye un breve pero cuantioso menú de tres platos que uno devora con fruición hasta que, sin darte cuenta, se acaba la degustación y no tienes más remedio que chuparte los dedos para seguir disfrutando del intenso sabor que deja en la boca la obra de Han Kang. Metáforas culinarias aparte, The Vegetarian es una de esas novelas oscuras, originales y provocativas que despiertan tanto curiosidad como extrañeza, y hasta en algunos momentos, cierta repulsa.
Estructurada de manera lineal desde tres puntos de vista (el marido, el cuñado y la hermana de Yeong-hye), The Vegetarian ofrece a pesar de su brevedad un concienzudo análisis de los personajes involucrados que arroja reveladoras respuestas al enigma planteado por la novela y desarrolla a un nivel subterráneo la conflictiva e inescrutable personalidad de Yeong-hye, mujer en torno a la que ineludiblemente gira el relato aunque esta, objeto de una paradójica opresión narrativa, carezca de voz propia. Repleto de imágenes crudas e igualmente hermosas que evocan la sensualidad, violencia y acogedora serenidad de la naturaleza en sus distintas vertientes, la novela de Han Kang es capaz de transmitir sensaciones complejas y contradictorias mediante escenas que provocan inquietud, estupor y algún que otro temblor.
A medida que avanza la historia, el propósito inicial de Yeong-hye transmuta en una necesidad de abrazar progresivamente un entendimiento casi espiritual con el mundo vegetal. Un regreso a los orígenes que no solo pasa por rechazar de pleno la ingesta de carne, sino de reconocer que estamos alimentando nuestros más bajos instintos a base de sangre y entrañas. Ahora bien, The Vegetarian es mucho más que un simple debate a favor o en contra del veganismo más radical. También un potente y perturbador relato que nos pone ante el espejo para determinar si no somos en realidad el reflejo de nuestras propias fobias. Si no utilizamos todos los métodos que están a nuestro alcance (o creíamos ser capaces de no emplear nunca) para aplastar o confinar todo aquello que nos da miedo ver en nosotros mismos. En efecto, las implicaciones de dicho estudio pudieran no ser todo lo satisfactorias que quisiéramos... pero si el papel de verdugo no resulta cómodo, imaginaos por un segundo el de víctima.
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